miércoles, 15 de mayo de 2019

Si las metas valiosas pudieran obtenerse con un esfuerzo mínimo, no sucedería el milagro de forjar nuestro carácter



El Camino al que uno ha sido llamado como parte de la salvación ofrecida por el Padre a través de Su Hijo Jesucristo, rara vez es fácil para el cristiano ya que no sólo está expuesto a las contrariedades propias de la vida mundana sino que a eso se le aúna el sufrimiento que deviene por la tribulación que con base en la fe se experimenta, ¿por qué tiene que ser así esto?, ¿acaso Dios no está con quienes han respondido a Su llamado?

Las preguntas anteriores, más que ser catalogadas de heréticas, deben ser consideradas con comprensión pues nuestra propia naturaleza no sólo no entiende el por qué el llamado a salvación debe padecer sino que incluso se rebela ante el sufrimiento por ello experimentado.

La Escritura nos muestra que lo anterior es una característica que podemos encontrar en todos los hombres y mujeres de Dios quienes en algún momento dado se preguntan por qué. Job en su momento se quejó amargamente ante Dios, sobre todo porque él se consideraba alguien que estaba haciendo todo lo que estuviera a su alcance para ser justo ante los ojos de Dios.

Y ese es precisamente el problema del sufrimiento que experimentamos: no lo entendemos, pero si partimos de la premisa de que el mismo está cumpliendo en nosotros una obra pensada por Dios, ¿podremos entender a cabalidad ello?, para eso necesitaríamos casi casi ser como Dios para entender Sus pensamientos, lo cual es imposible. De hecho Dios mismo interpela a Job cuestionando sobre la creación, preguntas a las que Job  no puede responder evidenciando así lo fútil de pretender entender a Dios como si uno estuviera a su mismo nivel.

Jeremías de una manera alegórica, comparando a Dios con un alfarero que moldea, cambia, da forma al barro y si no queda conforme rompe la vasija hecha para rehacerla, presenta la pregunta retórica de que si dirá el barro al alfarero  ¿qué haces?

Pero con todo y todo Dios no es un tirano que escudándose en su majestad nos oculte lo que hace, sino que en Su infinita misericordia y eterno amor nos permite atisbar las intenciones que subyacen detrás de todo lo que nos acontece.

Pablo escribiendo a los Gálatas señala que respecto a esto lo que está sucediendo en nosotros es que el Padre mismo está formando en cada uno a Cristo mismo, escribiendo a los Romanos les señala que en ese sentido para los que a Dios aman, todas las cosas les ayudan a bien, a saber, a los que conforme al propósito son llamados, y en su segunda carta a los Corintios señala que lo anterior produce que vayamos siendo transformados de gloria en gloria en la misma imagen de Cristo.

Entonces, ¿cuál debe ser la actitud del cristiano ante los sufrimientos, las tribulaciones?, ¿callarse, ocultar la cabeza como el avestruz sin cuestionar nada? La Escritura no nos dice eso, pero si debemos mantener una actitud correcta sin pretender exigir respuestas a Dios ni mucho menos pretender que podemos llegar a entender todas su razones, pero de igualmente, y concluyendo con el mismo Job., preguntar a Dios ¿qué deseas, Padre, aprenda de esto?, después de todo si las metas valiosas pudieran obtenerse con un esfuerzo mínimo, no sucedería el milagro de forjar nuestro carácter.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Job 16:1-22; 38:1-41; Isaías 55:9; Jeremías 18:1-23; Gálatas 4:19; Efesios 4:13; Romanos 8:28; Efesios 1:11; 1 Pedro 1:7,8; Hebreos 12:6-12; 2 Corintios 3:16-18; Job 42:4

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