Vamos estableciendo de inicio un símil: para
caminar ocupas de tus dos piernas, incluso si te falta una o ambas tienes que
apoyarte en algo para poder desplazarte, con todo y todo tu movilidad estará restringida,
salvo que cuentes con tus dos extremidades.
Lo mismo pasa en la vida del cristiano, de inicio
y para avanzar en el Camino se requiere de los sueños y la acción, o dicho de
otro modo, de la fe y las obras.
Tal como establece la Escritura, la fe es la
certeza de lo que se espera, la convicción de aquello que no se ve. Es por eso
que aquí se equipara con los sueños, pero no con la actividad onírica que
experimentamos al dormir sino con esos que denominamos así al referirnos a las
metas y objetivos que nos planteamos.
Siempre que la Escritura se refiere a la fe no lo
hace en un contexto etéreo desvinculado de toda realidad, sino que siempre la
presenta en relación a creer algo, a esperar algo, a desear algo. Es decir,
siempre está en función de algo que uno cree, espera o desea, en este caso,
específicamente, las promesas que del Padre hemos recibido.
Pero de igual forma el creer, el esperar, el
desear algo, si bien forma parte intrínseca de lo que escrituralmente se define
como fe, lleva aunado para aquello el hacer algo, a poner por obra la fe que
decimos tener, a esto aquí se le denomina acción, pero no esa acción vinculada
al activismo que nos impone el mundo, sino una acción vinculada a aquella fe que
por lo tanto va en pos de cuestiones trascendentes.
Sobre la acción que va aunada a lo que creemos, a
lo que esperamos, a lo que deseamos, la misma Escritura de manera contundente
señala que sin esto, es decir, sin obras claras, visibles, palpables, prácticamente
nuestra fe es una fe muerta.
De hecho si viéramos el proceso de maduración del
cristiano como la Escritura nos lo presenta, veríamos que la fe es el paso
inicial, pero que a ella le siguen otros pasos que requieren de la acción, de
poner por obra la verdad: virtud, conocimiento, dominio propio, perseverancia, piedad, fraternidad
y amor, en ese orden. ¿Podemos percatarnos que salvo la fe, que es el paso
inicial, el resto de pasos requiere de nuestro esfuerzo, de nuestra acción, de
nuestra perseverancia?
La fe y las obras van de la mano en el avanzar
por el Camino que el Padre ha señalado aquellos que Él, en su infinita
misericordia y eterno amor ha llamado a salvación en el presente siglo, es así
como bien podemos decir, y más que decir cuidar, que dos piernas necesitas para andar por la vida: los
sueños y la acción.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Hebreos 11:1, 3; Gálatas 5:6; 1 Pedro 1:7; Santiago
2:17; 2:14, 19, 20, 26; 2 Pedro 1:5-7, 10; Salmos 119:4; Proverbios 4:23; Isaías
55:2; Juan 13:34,35; Romanos 12:10; 1 Tesalonicenses 3:12; 4:9-10
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