miércoles, 1 de mayo de 2019

De cada caída solo hay una pregunta que tiene sentido: ¿qué puedo aprender de esto?



Cuando uno responde al llamamiento a salvación en el presente siglo que del Padre se ha recibido, muy en el interior se tiene la certeza de que a partir de ese momento el andar de uno en el Camino será irreprochable, después de todo uno es honesto en la respuesta al Padre, Él mismo nos presta Su auxilio y por el bautismo hemos muerto al Enemigo, al mundo y a la carne, pero la realidad termina por hacer trizas esta concepción pues uno igual sigue tropezando, cayendo, siendo torpe, rebelde y cobarde.

Esa realidad pareciera no se esperaba y en ocasiones la misma termina enfriando a los llamados al grado de impedirles avanzar en el Camino, dejar de producir frutos, con la posibilidad de perder las promesas que se han ofrecido; pero si uno se dejase instruir por la Escritura entendería que incluso a los elegidos les llega el  tiempo y la ocasión de las pruebas ante las cuales no solo se puede tropezar, sino incluso caer.

Siete veces cae el justo y siete veces se levanta, dice el salmista, y es precisamente esa la diferencia respecto del impío quien se regodea en su impiedad. Si el justo se levanta es porque le duele la caída, porque sabe que no ha sido llamado para eso, porque se siente mal de fallar al llamado, por el contrario el impío se siente a gusto en su accionar, la rebeldía no le ocasiona mayor problema, el vivir alejado del Padre no implica consideración alguna.

Sobre esto, Pablo escribiendo a los Romanos los exhorta diciéndoles a ellos y en ellos a los cristianos de todos los tiempos “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.

Lo primero que vemos en esta exhortación es un llamado a no conformarse al presente siglo, esto es acorde con la actitud del justo que cae y se levanta, conformarse implicaría aceptar nuestra naturaleza rebelde a Dios y vivir conforme al Enemigo, al mundo o a la carne. Después Pablo habla de transformación a través de la renovación del entendimiento, en esta idea hay una dualidad de concepto: por una parte implica un cambio constante y paulatino, por otra implica ir adquiriendo mayor comprensión sobre el Camino. Por último Pablo establece el objetivo de todo lo anterior: comprobar cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Si juntamos las ideas anteriores podremos entender que la vida cristiana implica un proceso donde a través de la experiencia, luchando, cayendo y levantándonos, vamos creciendo en conocimiento y gracia hasta alcanzar la estatura perfecta de Cristo.

El andar por el Camino, dada nuestra condición actual, implica tropiezos, tropiezos que nos pueden derribar más no vencer en tanto nos volvamos a levantar, renovando nuestro entendimiento, mientras somos transformados a la semejanza de Cristo con más y más gloria por la acción Espíritu del Padre que mora en nosotros, así que de cada caída solo hay una pregunta que tiene sentido: ¿qué puedo aprender de esto?



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Juan 6:44; 1 Corintios 1:9; Hechos 13:48; 1 Corintios 1:24; 2 Timoteo 1:9; 1 Pedro 1:15-16; 1 Corintios 10:12; Revelación 3:11; Proverbios 24:16; 2 Corintios 7:10; Proverbios 2:14; 12:12; Romanos 12:2; 2 Pedro 3:18; Juan 17:3, 25,2 6; Efesios 4:13; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:29

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