La vida cristiana conlleva, como es bien sabido,
no sólo las promesas del reino venidero sino la obligación de dar fruto en
abundancia de perfección y santidad en el tiempo presente, estos son también
conocidos como frutos de justicia.
Ahora bien, la justicia sólo puede hacerla un
justo, luego entonces ¿qué es alguien justo, alguien que practica justicia? Zacarías
y Elisabet, padres de Juan el Bautista, son declarados por la Escritura
como justos, y la misma Escritura los define pues dice que andaban
irreprensibles en todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. Así que si
bien la justicia inicia, se sustenta y
existe en y por la fe, la misma está estrechamente relacionada con el hacer,
con el poner por obra la fe que uno dice poseer.
La Parábola de los Talentos muestra precisamente
lo anterior, es decir, siervos que conociendo a su Señor, ponen por obra esa fe
dando frutos que le son reconocidos, de igual forma quien ejerce fe pero no
pone por obra esa fe le es reconvenido. Por eso es que Jesús señala de manera
muy clara que no todo el que diga “Señor, Señor”, es decir, sólo tenga fe,
entrará en el reino de los cielos sino sólo los que hagan la voluntad del Padre,
es decir, den frutos, pongan la palabra por obra.
Sobre el resultado de los siervos de la Parábola
de los Talentos, esto es congruente con el Proverbio que dice que el favor del
rey es para el siervo que obra sabiamente, más su enojo es contra el que obra
vergonzosamente. Sobre este siervo sabio
que pone por obra su fe, Proverbios mismos dice que abundará en bendiciones.
¿Qué bendiciones podrán ser estas? La Escritura
nos dice que a estos siervos sabios, a quienes actúen conforme a la voluntad de
su Señor, serán puestos sobre todos los bienes, Jesús mismos repite esta
promesa el señalar que “así como mi Padre me ha otorgado un reino, yo os otorgo”.
Si bien muchas son las promesas para quienes
obren con justicia y produzcan frutos de perfección y santidad, esas promesas
pueden ser resumidas en lo señalado por el último libro de la Biblia, Revelación,
cuando señala, en boca de Jesús, que “al vencedor, le concederé sentarse
conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono”,
y en boca del Padre cuando señala que “el vencedor heredará estas cosas, y yo
seré su Dios y él será mi hijo”.
Hacer lo que como hijos de Dios se espera de
nosotros redunda en satisfacción, gozo, perfeccionamiento y santificación y
posteriormente en una gloria donde se es reyes y sacerdotes junto con Cristo en
el reino venidero, con lo que queda más que claro que no hay mejor recompensa que
la satisfacción por un trabajo bien hecho.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1 Pedro 1:16; Mateo 5:48; Filipenses 1:11; Romanos
14:17; 2 Corintios 9:10; Lucas 1:6; Romanos 4:22; Mateo 25:14-30; Mateo 7:21-23;
Proverbios 14:35; Proverbios 28:20; Lucas 12:44; Lucas 22:29; Revelación 21:7
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