Una realidad en la vida de todo cristiano es que
aún seguimos militando en el presente siglo malo. Nuestro Señor Jesús, en su
petición al Padre, señalaba que no pedía fuésemos quitados del mundo sino más
bien que se nos protegiese del maligno.
En ocasiones, cuando alguien se allega a Cristo,
considera que su vida tendrá un cambio como si de este mundo fuese quitado.
Como ha venido a la fe verdadera considera que lo que a los demás molesta,
preocupa o es causa de tropiezo ya no tendrá efectos en él.
La realidad es que mientras sigamos en este
mundo, mientras continuemos en esta carne, lo mismo que acaece a quien no ha
venido a la fe nos sucederá, la diferencia es que en nuestra vida existe una
esperanza basadas en las promesas que hemos recibido.
Ahora bien, este llamamiento del que hemos sido
objeto existe y subsiste en un precario equilibrio donde nos vemos impelidos por
un lado por nuestros problemas, nuestras necesidades y por el otro por lo que queremos
hacer en obediencia al Padre.
En este precario equilibrio nuestra participación
tiene vital importancia. En el relato sobre la visita que hace Jesús a Marta y
María, vemos como Marta estaba afanada en las cosas de la casa mientras María
escuchaba las enseñanzas del maestro.
No podemos señalar que Marta hiciese mal, al
contrario, estaba atendiendo las responsabilidades que tenía conferida, el
problema es que en orden de prioridades estaba anteponiendo lo menos
importante, las labores del hogar, a lo más importante, escuchar al Maestro,
esto obtuvo de Jesús un señalamiento referido a poner en un justo orden las prioridades
en nuestra vida.
El cristiano, al igual que Marta, tiene en su
vida muchas responsabilidades que podemos decir que incluso son buenas, nobles,
pero no por ello debe desatender el llamado del que se ha sido objeto.
Buscar primero el Reino de
Dios y su justicia es un llamado escritural, eso implica poner un correcto
orden de prioridades, de igual forma, si se busca primero aquello eso implica
que hay otras cosas que están en segundo, tercero, cuarto lugar y esas son las
responsabilidades que tenemos en nuestra vida. Sirva esta aclaración para
quienes, yéndose al otro extremo, quieren desatender sus obligaciones con la
excusa del llamamiento del que se ha sido objeto y que la Escritura resume con
que el que no trabaje que no coma.
Debemos, como las vírgenes
prudentes, velar en todo momento, eso significa, entre otras cosas, a
constantemente ver el orden de prioridades que nuestras actividades tienen en
nuestra vida, después de todo mientras más factores externos sean los que
inciden en tus decisiones, menos dueño de las mismas eres.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan 17:15; 1 Juan 5:19; Eclesiastés 9:2; Eclesiastés
2:14; 2 Corintios 10:3-6; Romanos 7:15-24; Romanos 6:6; Lucas 10:38-42; Juan
6:27; 2 Tesalonicenses 3:10; 1 Tesalonicenses 4:11; Mateo 25:1-13; Lucas 12:35
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