¿Has
intentado en algún momento de tu vida, siquiera como juego, caminar hacia
atrás? Si bien es algo divertido te habrás dado cuenta de lo difícil que es
ello. Esto es porque nuestro cuerpo está diseñado para moverse mayormente hacia
adelante.
De
igual forma es en el ámbito espiritual. A Dios, nos dice la Escritura, debemos
amarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con todo nuestro ser.
Solo que esto, contrariamente a lo que pudiera creerse, no es algo que se da al
venir a la verdad, sino un camino que nos llevará finalmente a la perfección y
la santidad.
Ese
crecimiento se dará en tanto nos mantengamos firmes en la fe y vayamos
adquiriendo cada vez mayor comprensión sobre la verdad, sabiendo que es Dios
que hace en nosotros el querer y el obrar y motiva, faculta y sostiene ese
crecimiento.
Si
se nos impele a amar a Dios con todo todo nuestro corazón, con toda nuestra
mente, con todo nuestro ser, eso implica que necesaria y forzosamente debemos
crecer en tres aspectos. Uno, es crecer en los sentimientos que abrigamos alejándonos
de las pasiones de este siglo y siguiendo la justicia, la fe, el amor y la paz.
Dos, creciendo en el conocimiento respecto de la verdad, ello a través del
estudio, de la oración de la meditación. Y tres, poniendo por obra los dos
puntos anteriores para no tener una fe muerta, es decir, vana y sin vida en sí
misma.
Caminar
hacia adelante nos irá conduciendo de la fe a la virtud, de la virtud al conocimiento,
del conocimiento al dominio propio, del dominio propio a la perseverancia, de la perseverancia a la piedad.
Fíjate
cómo es que este caminar que hemos iniciado siempre es hacia adelante y dura,
no semanas, es más: ni siquiera años, sino toda nuestra vida, ¿hasta cuándo? hasta que todos lleguemos a la unidad de
la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre
maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.
Pero al igual que nuestro caminar físico en la
vida, nuestro caminar espiritual puede experimentar tropezones, trastabilleos e
incluso caídas. ¿Eso quiere decir que no servimos para el llamamiento del que
hemos sido objeto? Un bebé al dar sus primeros pasos, con sus consecuentes
primeras caídas, no piensa eso so pena de quedarse tirado y nunca aprender a
andar; de igual forma la Escritura no nos dice que los llamados nunca
tropiezan, que nunca caen, sino por el
contrario lo que nos dice es que siete veces cae el justo, y vuelve a
levantarse.
Al igual que el llamamiento de Abraham, cada uno
de nosotros hemos sido emplazados a salir de nuestra tierra y emprender nuestro
andar hacia el Reino de Dios, así que no
lo olvides: Todo en nuestro cuerpo está hecho para ir hacia adelante... lo
mismo y con mayor razón en nuestra mente y en nuestra alma.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo 22:37; Deuteronomio 6:5; Mateo 5:48; 1 Pedro
1:16; Filipenses 2:13; 2 Timoteo 2:22; Hebreos 4:12; 2 Timoteo 3:16-17; Salmos
119:105; 2 Pedro 1:5-6; Efesios 4:13; Proverbios 24:16
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