miércoles, 12 de septiembre de 2018

Todo en nuestro cuerpo está hecho para ir hacia adelante... lo mismo y con mayor razón en nuestra mente y en nuestra alma



¿Has intentado en algún momento de tu vida, siquiera como juego, caminar hacia atrás? Si bien es algo divertido te habrás dado cuenta de lo difícil que es ello. Esto es porque nuestro cuerpo está diseñado para moverse mayormente hacia adelante.

De igual forma es en el ámbito espiritual. A Dios, nos dice la Escritura, debemos amarlo con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con todo nuestro ser. Solo que esto, contrariamente a lo que pudiera creerse, no es algo que se da al venir a la verdad, sino un camino que nos llevará finalmente a la perfección y la santidad.

Ese crecimiento se dará en tanto nos mantengamos firmes en la fe y vayamos adquiriendo cada vez mayor comprensión sobre la verdad, sabiendo que es Dios que hace en nosotros el querer y el obrar y motiva, faculta y sostiene ese crecimiento.

Si se nos impele a amar a Dios con todo todo nuestro corazón, con toda nuestra mente, con todo nuestro ser, eso implica que necesaria y forzosamente debemos crecer en tres aspectos. Uno, es crecer en los sentimientos que abrigamos alejándonos de las pasiones de este siglo y siguiendo la justicia, la fe, el amor y la paz. Dos, creciendo en el conocimiento respecto de la verdad, ello a través del estudio, de la oración de la meditación. Y tres, poniendo por obra los dos puntos anteriores para no tener una fe muerta, es decir, vana y sin vida en sí misma.

Caminar hacia adelante nos irá conduciendo de la fe a la virtud, de la virtud al conocimiento, del conocimiento al dominio propio, del dominio propio a la  perseverancia, de la perseverancia a la piedad.

Fíjate cómo es que este caminar que hemos iniciado siempre es hacia adelante y dura, no semanas, es más: ni siquiera años, sino toda nuestra vida, ¿hasta cuándo? hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

Pero al igual que nuestro caminar físico en la vida, nuestro caminar espiritual puede experimentar tropezones, trastabilleos e incluso caídas. ¿Eso quiere decir que no servimos para el llamamiento del que hemos sido objeto? Un bebé al dar sus primeros pasos, con sus consecuentes primeras caídas, no piensa eso so pena de quedarse tirado y nunca aprender a andar; de igual forma la Escritura no nos dice que los llamados nunca tropiezan,  que nunca caen, sino por el contrario lo que nos dice es que siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse.

Al igual que el llamamiento de Abraham, cada uno de nosotros hemos sido emplazados a salir de nuestra tierra y emprender nuestro andar  hacia el Reino de Dios, así que no lo olvides: Todo en nuestro cuerpo está hecho para ir hacia adelante... lo mismo y con mayor razón en nuestra mente y en nuestra alma.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Mateo 22:37; Deuteronomio 6:5; Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Filipenses 2:13; 2 Timoteo 2:22; Hebreos 4:12; 2 Timoteo 3:16-17; Salmos 119:105; 2 Pedro 1:5-6; Efesios 4:13; Proverbios 24:16

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