miércoles, 5 de septiembre de 2018

En la lucha nos es permitido tomar un descanso, ¡pero nunca claudicar de conseguir nuestras metas!



La vida cristiana se parece tanto a una lucha que se nos recomienda cubrirnos con la armadura de Dios: ceñidos con la verdad, vestidos con la justicia, calzados con el Evangelio. Claramente se nos dice que nuestra lucha es contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Si seguimos esa comparación tendremos que reconocer que, al igual que en las batallas temporales, uno debe saber cuándo luchar y cuando no, y en este último caso cuando hacerlo por prudencia y cuando por tomar un descanso.

Cuando Jacob andaba huyendo de su hermano por haberle robado la primogenitura, de camino a Harán, se recostó a descansar, siendo que en sueños Jehová le repitió las promesas hechas a su Padre. De igual forma cuando Saúl quería matar a David, éste huyó de él y se anduvo escondiendo ¡hasta se hizo pasar por loco para que lo dejaran en paz!

Relacionado con este tema, tal vez el relato más emblemático es cuando Jesus les dice a sus Apóstoles  que vinieran con Él aparte a un lugar desierto para que descansaran un poco pues atendían a tanta gente que ni tiempo para comer tenían. Siguiendo con el relato a continuación se daría el milagro de la alimentación de las cinco mil personas en el cual los discípulos colaborarían agrupando a las gentes, llevando el alimento y recogiendo el sobrante.

El tener la conciencia clara que como cristianos se ha iniciado una lucha que no cesará hasta que hayamos logrado la meta del supremo llamamiento del que hemos sido objeto, no implica que no debamos en ocasiones descansar, hacer un alto en el  camino, y retomar con nuevas fuerzas esa lucha.

Cuando Elías andaba huyendo de Jezabel, en camino a Horeb, su espíritu estaba tan compungido que le pedía a Dios le quitara la vida. Así se quedó dormido despertando cuando un Ángel lo tocó y le dijo que se levantara y comiera y bebiera para recuperar sus fuerzas. Hecho esto pudo caminar cuarenta días hasta el Horeb, donde tuvo un encuentro con Dios.

A veces nosotros, como cristianos, también podemos sentirnos morir en la lucha. “Desiste, renuncia, cesa, abandona”, nunca son frases que vienen de Dios sino del Enemigo. “Descansa, come, bebe, recupérate” son los consejos que de arriba recibimos pues carne somos, debilidad poseemos, y Dios sabiendo eso nos cuida y nos sostiene.

Este descanso es posible pues Dios mismo pelea por nosotros, solo por esta razón al sentirnos decaer podemos descansar, dormir, para despertando volver a la batalla, sabiendo que nuestra lucha no se habrá consumado hasta no ser parte de la Familia de Dios como hijos suyos siendo reyes y sacerdotes con Cristo en el Reino de Dios, así que recuerda en la lucha nos es permitido tomar un descanso, ¡pero nunca claudicar de conseguir nuestras metas!


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor



Referencias:
Efesios 6:10-18; Génesis 28:10-27; 1 Samuel 21-24; Deuteronomio 20:1-4; Marcos 6:30-34; Hebreos 4:15; Filipenses 3:14; Romanos 8:37; Corintios 2:14

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