La
vida cristiana se parece tanto a una lucha que se nos recomienda cubrirnos con
la armadura de Dios: ceñidos con la verdad, vestidos con la justicia, calzados
con el Evangelio. Claramente se nos dice que nuestra lucha es contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de
maldad en las regiones celestes.
Si
seguimos esa comparación tendremos que reconocer que, al igual que en las
batallas temporales, uno debe saber cuándo luchar y cuando no, y en este último
caso cuando hacerlo por prudencia y cuando por tomar un descanso.
Cuando
Jacob andaba huyendo de su hermano por haberle robado la primogenitura, de
camino a Harán, se recostó a descansar, siendo que en sueños Jehová le repitió
las promesas hechas a su Padre. De igual forma cuando Saúl quería matar a
David, éste huyó de él y se anduvo escondiendo ¡hasta se hizo pasar por loco
para que lo dejaran en paz!
Relacionado
con este tema, tal vez el relato más emblemático es cuando Jesus les dice a sus
Apóstoles que vinieran con Él aparte a
un lugar desierto para que descansaran un poco pues atendían a tanta gente que
ni tiempo para comer tenían. Siguiendo con el relato a continuación se daría el
milagro de la alimentación de las cinco mil personas en el cual los discípulos
colaborarían agrupando a las gentes, llevando el alimento y recogiendo el
sobrante.
El
tener la conciencia clara que como cristianos se ha iniciado una lucha que no
cesará hasta que hayamos logrado la meta del supremo llamamiento del que hemos
sido objeto, no implica que no debamos en ocasiones descansar, hacer un alto en
el camino, y retomar con nuevas fuerzas
esa lucha.
Cuando
Elías andaba huyendo de Jezabel, en camino a Horeb, su espíritu estaba tan
compungido que le pedía a Dios le quitara la vida. Así se quedó dormido
despertando cuando un Ángel lo tocó y le dijo que se levantara y comiera y
bebiera para recuperar sus fuerzas. Hecho esto pudo caminar cuarenta días hasta
el Horeb, donde tuvo un encuentro con Dios.
A
veces nosotros, como cristianos, también podemos sentirnos morir en la lucha.
“Desiste, renuncia, cesa, abandona”, nunca son frases que vienen de Dios sino del
Enemigo. “Descansa, come, bebe, recupérate” son los consejos que de arriba
recibimos pues carne somos, debilidad poseemos, y Dios sabiendo eso nos cuida y
nos sostiene.
Este
descanso es posible pues Dios mismo pelea por nosotros, solo por esta razón al
sentirnos decaer podemos descansar, dormir, para despertando volver a la
batalla, sabiendo que nuestra lucha no se habrá consumado hasta no ser parte de
la Familia de Dios como hijos suyos siendo reyes y sacerdotes con Cristo en el
Reino de Dios, así que recuerda en la lucha nos es permitido tomar un descanso,
¡pero nunca claudicar de conseguir nuestras metas!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Efesios 6:10-18; Génesis 28:10-27; 1 Samuel 21-24; Deuteronomio
20:1-4; Marcos 6:30-34; Hebreos 4:15; Filipenses 3:14; Romanos 8:37; Corintios
2:14
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