Hablando
de la vida, el idear, el proyectar, el planificar, forma parte intrínseca de
nuestro quehacer cotidiano pues ante los recursos finitos con los que contamos
se yergue la imperiosa necesidad de hacer un óptimo uso de los mismos. La vida
cristiana, de igual forma, requiere que sepamos qué es lo que queremos
conseguir con los recursos que se nos han asignado.
Es
verdad que la Palabra de Dios nos insta a no afanarnos por el día de mañana, pero
¿quiere decir eso que debemos vivir con desidia, sin metas, sin acciones? Para
nada. La misma Escritura nos insta a no ser como el perezoso, pero sí a guardar
un estricto orden de prioridad buscando primero el Reino de Dios y Su justicia,
de otra forma negamos a Dios como nuestro proveedor y nos erigimos en
constructores de nuestro proyecto de vida dejando a Dios y Sus promesas de
lado.
La
Escritura contiene el relato de una persona que ante la abundancia de sus
bienes planeaba el construirse bodegas más grandes para ahí resguardarlos sin
saber que esa misma noche su vida terminaría. De igual forma contiene la
pregunta reflexiva referida a de qué valdría a alguien ganar el mundo si con
ello perdiese su alma.
A
todo esto, ¿a quién o a qué pudiera interesarle que estuviésemos buscando otros
afanes? Una causa es el orden errado en prioridades que nosotros mismos podemos
asignar a las cosas. Recordemos el relato escritural de Jesús en casa de Marta
y María, donde Marta se afanaba de la casa mientras María oía las enseñanzas de
Jesús, siendo ésta última reconocida por nuestro Señor.
La
otra causa es el Enemigo. Recordemos que nuestra lucha no es contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este
mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones
celestiales. Un ejemplo claro de esto son las tentaciones que a manos del
Maligno nuestro Señor experimentó en el desierto y de las cuales salió airoso
por el orden claro que tenía respecto de vivir por la Palabra de Dios, no
tentar a Dios y solo servir y adorar a Dios.
Nuestro Señor explicó estos dos aspectos en lo
que se conoce como la Parábola del Sembrador donde las dificultades que uno
experimenta, el afán por las cosas de este siglo, la labor del Enemigo, terminan
por extinguir la Palabra que hemos recibido; pero de igual forma contiene el
exhorto de que, en el debido orden de prioridades, oigamos la Palabra, la
entendamos, la pongamos por práctica y demos mucho fruto.
Nuestro llamamiento no es menor, no sólo hemos
sido redimidos por el sacrificio de Jesús, sino que hemos sido traslados por
voluntad del Padre a Su reino, para ser reyes y sacerdotes con nuestro Señor a
Su regreso, así que no lo olvides establece bien tus metas... no sea que al
final veas que estuviste siguiendo metas ajenas.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Proverbios 13:14; 10:4; 12:11,24; 26:13; Mateo
6:33; Lucas 12:13-21; Mateo 16:26; Lucas 10:38-42; Efesios 6:12; Mateo 4:1-11;
Marcos 1:12-13; Lucas 4:1-13; Mateo 13:1-9, 18-23; Marcos 4:1-9; 3-20; Lucas 8:4-8,
11-15; Colosenses 1:13
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