Sin duda alguna que lo peor que puede
experimentar un elegido que ha venido a salvación es el caer después de ello.
¡Que decepción, que tristeza, que abatimiento! Creíamos que una vez aceptado el
llamamiento del Padre nuestra vida sería perfecta y santa y ¡oh, decepción!,
pero ¿sabes?, no eres el único, todos, absolutamente todos los elegidos han
experimentado eso.
David, después de que su pecado con Betsabé
fue expuesto, compuso el Salmo 51, ¿sabes qué dice?, “…yo reconozco mis
rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo
he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos […] He aquí, en maldad he
sido formado, y en pecado me concibió mi madre”, ¿te suena parecido?, ¡claro!,
es lo que todos en algún momento, tal vez demasiados para nosotros, hemos
dicho.
Pero ¿sabes que también dice ese Salmo? “Esconde
tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y
renueva un espíritu recto dentro de mí […] Porque no quieres sacrificio, que yo
lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu
quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”,
¿también te suena parecido?, ¿ya ves?, en el fondo todos lidiamos con lo mismo:
Nuestra debilidad, nuestra torpeza, nuestra cobardía.
Sigamos con David. Recuerda que el pecado del
que hablamos fue de adulterio, asesinato y falsedad, nada menos y nada más.
Ahora bien, ¿sabes quién reinará sobre el pueblo Israel en el Reino de Dios?, “Mi
siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor;
andarán en mis ordenanzas y guardarán Mis estatutos y los cumplirán”.
Piensa en esto, ¿cómo era el pueblo de
Israel?, ¿acaso no era adultero, homicida, mentiroso?, en ese sentido, ¿quién
mejor para liderarlos que alguien que entiende su debilidad, su torpeza, su
cobardía?, pero no para dejarlos así sino para llevarlos a lo que están
llamados a ser, el mismo Salmo 51 lo señala cuando dice “entonces enseñaré a
los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”.
Pero, ¿qué hacer ante los tropiezos, las
caídas que experimentemos?, Pablo lo señala en su carta a los de Filipo: “Hermanos,
yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
¿Tropezaste, caíste?, ¿te sientes mal?, es
natural, ¿quieres llorar?, llora, pero luego arrepiéntete, pide perdón a Dios,
levántate, sacúdete el polvo y sigue tu andar a las promesas que se nos ha
hecho pues al final del Camino el Padre te espera, así ya lo sabes: Un error no
te hace peor, te hace mejor si aprendes algo de él.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Salmos
51:3-5, 9-10, 13, 16-17; Ezequiel 37:24; Jeremías 30:9; Filipenses 3:13-14; Lucas
9:62; Hebreos 6:1
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