martes, 27 de febrero de 2024

El problema es que el mundo no te va a dar tu lugar... ¡tú tienes que ganártelo!

 


A veces pareciera que el elegido quiere ser parte de este mundo, sin persecución, sin tribulación, sin problema alguno, pero la Palabra siempre fue muy clara: “[Jesús les dijo] Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra”.

 

“¿Ser aborrecido?, ¿ser perseguido?, a nadie le gusta eso –alguien podrá decir-, ¿por qué mejor no buscar que el mundo nos acepte, nos quiera, nos respete?”, la respuesta es muy clara y también la da la Palabra: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”.

 

Entonces, ¿cuál debe ser nuestra actitud ante lo que padezcamos en el mundo con razón del llamamiento al que hemos respondido?, Pedro en su primera carta responde diciendo: “Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurados sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo”.

 

Si un elegido piensa que luchando al máximo por pasar desapercibido del mundo no va a tener problemas está en un error, la única manera de no tener problemas con el mundo es cediendo a sus pasiones, pero, como señala la Palabra, “[…] todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, sino del mundo. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida, no es del Padre, mas es del mundo”.

 

Y ¿sabes cuál es el problema con todo esto? Que “el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, después de todo el problema es que el mundo no te va a dar tu lugar... ¡tú tienes que ganártelo!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Juan 15:18-20; Mateo 10:22; Santiago 4:4; Mateo 6:24; 1 Pedro 3:14-16; Mateo 5:10; 1 Juan 2:16; Romanos 13:14; 1 Juan 2:17; 1 Corintios 7:31


martes, 20 de febrero de 2024

Recuerda que son tus pasos y los de nadie más los que te han traído a donde estas y los que te llevarán a donde desees

 


Después de la vida y de la conciencia, la característica que nos ha dado Dios para definirnos como humano es el de la libertad.

 

Desde el origen Dios dotó al ser humano de libertad, de no ser así nuestros primeros padres no hubieran podido decidir entre obedecer a Dios o seguir sus propios razonamientos. Ya sabemos el resultado de ello.

 

Pero de igual forma Dios, respetando esa libertad, no nos obliga a escoger la vida, simplemente nos invita, incluso con vehemencia, a ello dejando la decisión en nosotros: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.

 

Esa decisión conlleva bendición, si es que se obedece a Dios, o maldición, si se le es rebelde: “Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra […] Pero acontecerá, si no oyeres la voz de Jehová tu Dios, para procurar cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te intimo hoy, que vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te alcanzarán”.

 

Jesús, emulando al Padre, de igual forma deja en cada uno la decisión de salvarse o perderse: “Y les dijo [Jesús]: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado”.

 

De igual forma, como se dijo anteriormente, esa decisión conlleva bendición, si es que se obedece a Dios, o maldición, si se le es rebelde: “El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.

 

Volteemos a ver el estado del mundo y también el de nuestra propia vida. Reflexionando sobre lo anteriormente dicho, ¿podemos ver como es que han sido nuestras acciones las que nos han llevado a situaciones de dolor, tristeza y en ocasiones incluso muerte?, pero de igual forma, en cuanto al llamamiento, son nuestras acciones las que pueden revertir lo anterior si es que aceptamos someternos a Dios.

 

Ante esto resuena el llamado hecho por Pablo a los hebreos: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación”.

 

Nuestras malas decisiones, tanto conjuntas como humanidad como particulares como individuos, han ocasionado que las maldiciones de alejarnos de Dios hubieren recaído sobre todos, pero de igual forma en nosotros está el regresar al Padre arrepentidos para alcanzar salvación y, si nos mantenemos fieles hasta el final, las promesas, después de todo recuerda que son tus pasos y los de nadie más los que te han traído a donde estas y los que te llevarán a donde desees.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Deuteronomio 30:19; Jeremías 21:8; Deuteronomio 28: 1, 15; Marcos 16:15-16; Juan 3:18; Hebreos 3:12-15;

 


martes, 13 de febrero de 2024

Todas las puertas de las oportunidades tienen una sola perilla para abrirse y ésta siempre está de tu lado

 


Un error que pueden cometer los elegidos es que, leyendo en la Palabra “…estense quietos y verán cómo el Señor los librará”, deducen que uno no debe hacer nada, prácticamente esperar a que Dios haga todo por nosotros, pero, ¿será así?

 

Si vemos desde el inicio del mundo, podremos ver que la encomienda al ser humano del mismo implica trabajo, esfuerzo: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase”; de esta forma, no hay una actitud de indolencia dada al hombre sino un trabajo con un propósito al cual necesita aplicarse.

 

Pero tenemos más ya que en reiteradas ocasiones Dios ha dicho a los suyos “Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas”. Esto na da pauta de ninguna manera a considerar que uno no debe hacer nada, si así fuera, no se nos requiriera esfuerzo alguno.

 

Por último, para cerrar toda discusión, la Palabra critica la actitud indolente: “Pobre es el que trabaja con mano negligente, más la mano de los diligentes enriquece”, o “la mano de los diligentes gobernará, pero la indolencia será sujeta a trabajos forzados; o “el alma del perezoso desea, pero nada [consigue] más el alma de los diligentes queda satisfecha”, y eso solo por mencionar algunas, pero entonces, ¿qué significa aquel “…estense quietos y verán cómo el Señor los librará”?

 

Ese “…estense quietos y verán cómo el Señor los librará” implica el no desesperarnos como si todo de nosotros dependiera, sino que, haciendo nuestro esfuerzo, dejar en manos de Dios el resto, de esta forma nos quedamos quietos cuando, hecho lo que podemos, entramos al ámbito de lo que no podemos y, solo por eso, no hacemos más dejando en manos de Dios el resto.

 

Con esto debe quedar muy claro que a todo elegido se le exige un esfuerzo en su andar por el Camino, no una indolencia que le impida alcanzar las promesas sino un trabajar para que sus talentos produzcan y al regreso del Señor entregarle lo dado más lo producido.

 

Pero, obvio, Dios no obliga a nadie a ello, da a cada quien según sus capacidades esperando produzcamos unos a treinta, otros a sesenta, y otros a ciento, pero es de uno la decisión si lo hace o no, de igual forma el resultado de ello al regreso de nuestro Señor, así que nunca olvides que, en la vida cristiana, todas las puertas de las oportunidades tienen una sola perilla para abrirse y ésta siempre está de tu lado.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

2 Crónicas 20:17; Éxodo 14:13; Génesis 2:15; Salmos 128:2; Josué 1:9; Deuteronomio 31:8; Proverbios 10:4; 12:24; 13:4

 

 


martes, 6 de febrero de 2024

Ganar a veces es cuestión ajena a uno, pero intentarlo poniendo todo en ello es cuestión de voluntad

 


Uno esperaría que la vida de los elegidos fuera de triunfo en triunfo, después de todo Pablo señala en su segunda carta a los de Corinto “porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.

 

Pero ese mismo Pablo, más delante, da una descripción de su vida, ya como cristiano, que dista mucho, desde el punto de vista natural, de una vida de triunfo en triunfo: “Tres veces he sido azotado con varas; una vez he sido apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar. Son muchas las veces que he estado de viaje corriendo peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de mi propia gente, peligros de los no judíos, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos. He pasado por muchos trabajos y fatigas; muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido de hambre y de sed; muchas veces no he comido, y he pasado frío y desnudez”.

 

Si cuando escuchamos el llamado del Padre para venir a salvación, tal vez por medio de una prédica, tal vez por medio de un sermón, tal vez por medio de un estudio, nos hubieran dicho que lo que nos esperaba, antes que ir de triunfo en triunfo, era lo que anteriormente Pablo relata, ¿cuántos de nosotros hubiéramos aceptado?

 

Una cosa es saber que como cristianos tendremos tribulaciones, pero otra muy distinta padecerlas, con todo y todo, aquello nunca se nos ocultó, las palabras de nuestro Señor, “en el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” resuenan en cada uno cada vez que pretendemos con un “no sabía que esto me depararía ser cristiano” quiere salir como excusa de nosotros.

 

El primer capítulo de Josué es muy significativo ya que es cuando éste, tomando el liderazgo del pueblo de Israel, lo va a introducir en la tierra prometida, y ¿sabes?, en ese capítulo, no una, ni dos, sino tres veces Dios le dice a Josué que se esfuerce y que sea valiente.

 

Entendamos esto: Dios nos introducirá en la tierra prometida, el reino venidero, lo cual para nosotros sería imposible, pero ahorita nos pide nos esforcemos y seamos valientes, lo cual para nosotros es posible; de esta forma Dios nos pide hagamos, con todas nuestras fuerzas, lo que podemos hacer que Él hará, con toda su omnipotencia, lo que no podamos hacer, después de todo ganar a veces es cuestión ajena a uno, pero intentarlo poniendo todo en ello es cuestión de voluntad.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

2 Corintios 3:17-18; Romanos 8:29; 2 Corintios 11:25-27; Hebreos 11: 1-40; Juan 16:33; Hechos 14:22; Josué 1:6,7,9; 1 Corintios 16:13