A quienes soñamos alcanzar las promesas que
se nos han dado el mundo nos considera ajenos a la realidad, Pablo escribiendo
a los de Corinto en su primera carta les dice “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde
está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido
Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que, en la sabiduría de Dios, el mundo no
conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por
la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos
buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los
judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura”.
Ciertamente que el proclamar un mensaje que
es tropezadero y locura para algunos, o para muchos, no puede menos que se algo
complicado, adverso y, ¿por qué no?, desmotivador, pero el problema de seguir
este tipo de pensamientos y sentimientos es que podemos desviarnos del Camino e
incluso detener nuestro avance a las promesas que se nos han dado.
Para evitar lo anterior, lo que debemos
cuidar es en qué, o más bien en quién, tenemos que poner nuestra mirada, siendo
que Pablo, en su carta a los hebreos, nos aclara precisamente esto: “Por tanto,
puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos
también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos
con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el
autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la
cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de
Dios”.
Puesta nuestra mirada en Jesús, los elegidos
soñamos con alcanzar la promesa de ser con Jesús, reyes y sacerdotes en el
reino venidero, pero para ello, para motivarnos en nuestro andar, debemos
recordar precisamente eso que se nos ha prometido y Quién es quien no lo ha
prometido para que, como escribía Pablo a los hebreos, “mantengamos firme, sin
fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”,
después de todo, como dice un dicho, el soñar no cuesta nada, y tiene razón,
pero él no soñar cuesta todo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1 Corintios 1:20-23; Santiago 4:4; Hebreos 12:1-2;
1 Corintios 9:24-25; Revelación 5:10; Éxodo 19:6; Hebreos 10:23; 2 Corintios
9:13
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