martes, 30 de enero de 2024

La vida termina, eso es un hecho, pero de ti depende que sea con una estruendosa ovación de pie

 



Un dicho común señala que no hay nada más cierto en éste mundo que la muerte y los impuestos, y tiene razón, todos morimos y todos pagamos impuestos, pero para el elegido existe otra certeza: La esperanza de la vida eterna.

 

Hay quienes dicen que todos somos hijos de Dios, pero la Palabra señala otra cosa: Todos somos creación de Dios, pero podemos llegar a ser hijos de Dios. Sobre la creación del hombre la Escritura indica “entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”, de esta forma el primer hombre, así como sus descendientes, son una creación de Dios; más Juan, en su Evangelio, indica sobre Jesús “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Así, todos somos creación de Dios, pero solo quienes hacen a Jesús, su salvador, son sus hijos.

 

Esto último nos habilita para creer confiadamente en las promesas dadas las cuales todas giran en torno a la vida eterna, o, como señaló nuestro Maestro: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente”.

 

Nuestro Señor nos ama tanto que no quiere que nadie muera, como señala Pedro en su segunda carta: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”, y, en el caso de nuestro Padre, nos ama tanto que nos dio a su Hijo para tener vida por medio de Él: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.

 

En todo esto que se ha dicho, la voluntad humana es decisiva: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.

 

Retomando el dicho inicial, es una realidad que no hay nada más cierto en éste mundo que la muerte y los impuestos, pero éstos, al igual que todo el mundo, llegará el momento en que termina siendo que, la vida eterna que alcancen los elegidos, nunca terminará: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

 

El problema de la vida no es que termine, sino que la misma se desperdicie sin usarla para alcanzar las promesas que con la vida eterna se nos han entregado después de todo la vida termina, eso es un hecho, pero de ti depende que sea con una estruendosa ovación de pie.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Génesis 2:7; 1 Corintios 15:45; Juan 1:12; Romanos 8:14; Juan 11:25-26; Colosenses 3:4; 2 Pedro 3:9; 1 Timoteo 2:4; Juan 3:16; Juan 3:18; Deuteronomio 30:19; Jeremías 21:8; 1 Juan 2:17; 1 Corintios 7:31


lunes, 22 de enero de 2024

No puedes cambiar tu pasado, sí puedes cambiar tu futuro, ¿a qué le dedicarás más tiempo?

 


Los elegidos deberíamos de poner más atención en aquello que escribió Pablo a los de Filipo cuando en su momento les dijo “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, ¿por qué?, porque en muchas ocasiones los elegidos tenemos más bien puesta la mirada, no en las promesas, sino en los tropiezos, las caídas que hemos cometido en nuestro andar.

 

La frase que en su momento nuestro Señor le dijo a uno que quería seguirlo, pero antes poner en orden sus cosas, “ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”, tiene varias implicaciones, unas apuntan a no querer volver al estado de donde nos sacó Dios, otras que no sean las cosas que dejamos las que detengan nuestro andar, pero otra más es que no sean los tropiezos, las caídas que experimentamos en el Camino las que atraigan constantemente nuestra atención.

 

Pablo escribiendo a los hebreos les dice en qué deben poner su mirada y, como puede verse, no son en los errores que uno comete en el andar: “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.

 

Fijémonos como es que Pablo hace alusión, sí, al pecado del cual debemos estarnos constantemente despojando, pero no para tener la mirada en ello sino para que, con la mirada en Jesús, quien nos rescató de la muerte por su sacrificio redentor, sepamos que tenemos, por Él y en, El la victoria garantizada.

 

¿Cómo podemos estar seguro de lo anterior?, porque incluso nuestro triunfo no depende de nosotros sino de Aquel que nos llamó a salvación, como Pablo escribe a los de Filipo cuando les dice: “Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese”

 

Claro que esto no es sin esfuerzo nuestro pues se nos quiere mantenernos fieles hasta el final, como en su momento dijo Jesús: “Mas el que persevere hasta el fin, este será salvo”; o también: “Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida”.

 

En el andar hacia las promesas que se nos han dado habrá tropiezos y caídas, pero la cuestión es levantarnos, sacudirnos el polvo y seguir nuestro andar, no en quedarnos tirados mirando los errores cometidos, después de todo no puedes cambiar tu pasado, sí puedes cambiar tu futuro, ¿a qué le dedicarás más tiempo?

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Filipenses 3:13-14; 2 Corintios 5:16; Lucas 9:62; 2 Pedro 2:20-22; Hebreos 12:1-2; 1 Corintios 9:26-27; Filipenses 1:6; 1 Corintios 1:7-8; Mateo 24:13; Lucas 21:19; Revelación 2:10; Lucas 21:36


martes, 16 de enero de 2024

¿Miedo a fracasar?, es normal; pero deberías tener más miedo de ni siquiera intentarlo

 



Pablo escribiendo a los de Corinto les dice “así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.

 

Es interesante que Pablo reconozca que es factible que uno, aunque hubiese llevado a otros a salvación, pudiera finalmente no alcanzar las promesas, esto quiere decir que existe un riesgo en ello, pero, de igual manera, hay más riesgo, ¿o por qué no decirlo?, certezas en ni siquiera intentar esto.

 

En el mundo, el pensamiento natural es de en muchas ocasiones no correr riesgos, esto es entendible ya que, también en muchas ocasiones, los riesgos sobrepasan los beneficios que esperan obtenerse, pero, ¿aplica esto para el mundo espiritual?, ¿para las promesas que se nos han dado?, Pablo responde esto en su carta a los de Roma: “Pues no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros”.

 

“Pero bueno –alguien podrá decir- incluso en esto, aunque las promesas excedan lo requerido para alcanzarlas, existe el riesgo de no hacerlo, ¿para que arriesgarse?, mejor disfrutar del aquí y del ahora, ¿qué no?” La respuesta a esto nos la da la misma Escritura cuando señala “el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, de esta forma, ¿es lógico, para no arriesgarse, poner todo en algo que ciertamente terminará, perdiendo la oportunidad de obtener algo más imperecedero?

 

Pedro respondió a lo anterior cuando, a la pregunta de si ellos, sus discípulos, también querían dejarlo como muchos a los cuales sus palabras le parecían dura cosa de aceptar, le responde “Señor, ¿A quién iremos? Tú tienes las palabras de vida eterna”.

 

Pedro tenía claro todo lo que habían dejado, todo en sus propias palabras, aun así, la seguridad de quedarse en lo temporal que terminará no era comparable con el riesgo, por decirlo así, de alcanzar las promesas inherentes a aceptar a Jesús como Señor y Salvador, como el Mesías esperado.

 

Nuestro Padre, así como Jesús, saben que somos carne y que tenemos miedo, por eso constantemente nos exhortan a cobrar ánimo ante esto, así que ¿miedo a fracasar?, es normal; pero deberías tener más miedo de ni siquiera intentarlo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Corintios 9:26-27; Romanos 8:18; 1 Juan 2:17; Juan 6:68; Mateo 19:27; Mateo 14:27; Isaías 41:10


martes, 9 de enero de 2024

Dice un dicho que el soñar no cuesta nada, y tiene razón, pero él no soñar cuesta todo

 


A quienes soñamos alcanzar las promesas que se nos han dado el mundo nos considera ajenos a la realidad, Pablo escribiendo a los de Corinto en su primera carta les dice “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura”.

 

Ciertamente que el proclamar un mensaje que es tropezadero y locura para algunos, o para muchos, no puede menos que se algo complicado, adverso y, ¿por qué no?, desmotivador, pero el problema de seguir este tipo de pensamientos y sentimientos es que podemos desviarnos del Camino e incluso detener nuestro avance a las promesas que se nos han dado.

 

Para evitar lo anterior, lo que debemos cuidar es en qué, o más bien en quién, tenemos que poner nuestra mirada, siendo que Pablo, en su carta a los hebreos, nos aclara precisamente esto: “Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios”.

 

Puesta nuestra mirada en Jesús, los elegidos soñamos con alcanzar la promesa de ser con Jesús, reyes y sacerdotes en el reino venidero, pero para ello, para motivarnos en nuestro andar, debemos recordar precisamente eso que se nos ha prometido y Quién es quien no lo ha prometido para que, como escribía Pablo a los hebreos, “mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”, después de todo, como dice un dicho, el soñar no cuesta nada, y tiene razón, pero él no soñar cuesta todo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Corintios 1:20-23; Santiago 4:4; Hebreos 12:1-2; 1 Corintios 9:24-25; Revelación 5:10; Éxodo 19:6; Hebreos 10:23; 2 Corintios 9:13


miércoles, 3 de enero de 2024

Si te quieres detener en la búsqueda de tu sueño, solo recuerda que los demás, el mundo y tu mismo sueño no se detendrá


 Los elegidos tenemos un sueño, no en su acepción onírica, sino referido a lo que buscamos, a la meta que queremos alcanzar, refiera ésta a las promesas que se nos han dado y las cuales pueden englobarse en cuanto a ser reyes y sacerdotes junto con Jesús en el reino venidero.

 

Con todo y todo, los problemas, las vicisitudes y las tribulaciones que enfrentamos en la vida pueden hacer que nos desanimemos al grado, incluso, de detener nuestro andar por el Camino con el riesgo de no alcanzar lo prometido.

 

Pablo, en su primera carta a los de Corinto, les dice, “así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que, habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”. Como podemos leer, Pablo señala que pudiendo haber sido heraldo para que otros alcanzasen la salvación, puede correrse el riesgo de uno no alcanzar lo prometido.

 

Entendamos que a los únicos que les interesa que detengamos nuestro andar por el Camino a las promesas que se nos han dado son al Enemigo, el Mundo o a la Carne. Obvio: Ellos no perderían nada, ya están perdidos, lo que quieren es que nosotros nos perdamos. Es por eso que nuestro Señor nos advirtió desde el Principio: “[…]  En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

 

No por eso Pablo escribiendo a los de Éfeso, poco después de referenciar lo que se conoce como “La Armadura de Dios”, les dice “porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”.

 

Y es precisamente esa armadura la que debemos ceñirnos para no detener nuestro andar por el Camino: La verdad, la justicia, la proclamación del evangelio de la paz, la fe, la salvación y el Espíritu que es la palabra de Dios.

 

En nuestro andar por el Camino hacia las promesas que se nos han dado podemos experimentar tribulaciones que traigan a nuestro espíritu desanimo, más sin embargo debemos tener muy en claro que solo aquellos que perseveren hasta el fin, serán salvos, así que ya lo sabes, si te quieres detener en la búsqueda de tu sueño, solo recuerda que los demás, el mundo y tu mismo sueño no se detendrá

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Revelación 1:6; Éxodo 19:6; Revelación 5:10; 1 Pedro 2:9; 1 Corintios 9:26-27; Hebreos 12:1; Juan 16:33; Hechos 14:22; Efesios 6:12; 1 Corintios 9:25; Efesios 6:14-18; Isaías 59:17; Mateo 24:13; Lucas 21:19