La
Gran Comisión que se le ha asignado a los elegidos, implica ir por todo el
mundo anunciando el Evangelio a toda creatura, esa labor no termina una vez que
alguien ha aceptado el llamamiento del Padre para venir a salvación en el
presente siglo, sino que continúa con la edificación de ellos.
Pablo
escribiendo a los de Tesalónica, en su primera carta, les señala “por eso,
anímense y edifíquense unos a otros, tal como lo vienen haciendo”. Para esta
edificación, lo primero es el ejemplo que uno da, la manera en que vive la
verdad, en que pone por obra esa fe que se dice profesar. En su carta a los de
Colosas, Pablo les dice “Por tanto, de la manera que recibisteis a Cristo Jesús
el Señor, [así] andad en El; firmemente arraigados y edificados en El y
confirmados en vuestra fe, tal como fuisteis instruidos, rebosando de
gratitud”.
Después
del ejemplo viene la exhortación, es decir, ayudar a los demás, así como ellos
nos ayudan, en crecer en el conocimiento de Dios y su Hijo y mejorar en la
manera en que demostramos aquello en lo que creemos. Para esto la base de la
que se parte está dada por nuestro Señor cuando dijo “El que es el mayor entre
vosotros será vuestro siervo”.
Un
siervo no se enseñorea sobre las demás, al contrario, sabe que él también está
en un proceso de aprendizaje, de crecimiento. Pablo en su primera carta a los
de Corinto les dice “si alguno cree que sabe algo, no ha aprendido todavía como
lo debe sabe”.
Alguien
que tiene esa perspectiva de sí mismo no adopta la actitud de aquel fariseo que
decía “Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones,
injustos, adúlteros, ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el
diezmo de todo lo que poseo”.
Pero
de igual forma no cierra sus ojos al pecado y si hay algo que corregir en el
hermano lo hace. En su primera carta a los de Corinto, Pablo los confronta por
que ellos habían cerrado sus ojos a un caso de inmoralidad escandaloso en la
iglesia: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal
fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la
mujer de su padre. Y vosotros estáis envanecidos. ¿No debierais más bien
haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que
cometió tal acción?”.
Así
que el equilibrio entre justicia y misericordia solo puede sernos dado por el
Espíritu de Dios en nosotros, con la mira a edificar, corregir, perfeccionar y
santificar a los demás, así como nosotros somos edificados, corregidos,
perfeccionados y santificados por ellos, pues desde el punto de vista
espiritual, una grieta en el camino: el necio cae en ella, el listo le saca la
vuelta, pero el trascendente la tapa para los demás.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Marcos
16:15; Mateo 28:19; 1 Tesalonicenses 5:11; Efesios 4:29; Colosenses 2:6-7; 1
Juan 5:11,12,20; Mateo 23:11; Marcos 10:43; 1 Corintios 8:2; Gálatas 6:3; Lucas
18:9-14; Romanos 14:3; 1 Corintios 5:1-2; 2 Corintios 7:12
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