El
llamamiento al que los elegidos hemos respondido para venir a salvación en el
presente siglo implica, en efecto, permitir que el Espíritu de Dios trabaje en
cada uno hasta alcanzar la estatura perfecta de Cristo, pero eso mismo implica
que obremos en el presente conforme a la voluntad de Dios siendo que, si así
hacemos, mejoraremos el aquí y ahora, al ser en él, sal de la tierra y luz del
mundo.
En
ocasiones lo anterior no se entiende por algunos quienes, razonando que si “el
mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre”, entonces no hay que ocuparse mucho por lo de aquí y ahora sino más
bien por el reino venidero.
Si
bien es cierto que nuestro Señor en su momento nos dijo “más buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas”, eso no es un llamado a la indolencia en el presente siglo sino un
exhorto para poner las prioridades en el orden correcto.
Siguiendo
con lo dicho por nuestro Señor, para quienes creen que en el presente siglo no
debemos ocuparnos de las cosas de aquí, hay que prestar atención cuando señaló
“así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas
obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
Claramente
se requiere, para ser aquella sal de la tierra y esa luz del mundo, que hagamos
cosas en el aquí y en el ahora, relacionadas con la actualidad cotidiana, pero
a la luz del llamamiento que hemos recibido.
Jacobo,
el medio hermano de Jesús, en esta misma línea de pensamiento señala “y si un
hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de
cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero
no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así
también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma”.
La
connotación natural de lo anterior es clara, más que cerrar los ojos a la
realidad aduciendo que no tiene caso preocuparse por el mundo pues éste pasa,
nuestro llamado implica obrar en él para la mayor gloria de Dios.
Más,
sin embargo, en todo, siempre hay que recordar, como se señaló, el correcto
orden de prioridades: Buscamos primero el reino de Dios sabiendo que todas las
demás cosas nos serán añadidas y, como consecuencia de ello, obramos en el aquí
y ahora para ser en él sal de la tierra y luz del mundo, después de todo las
metas son nobles si te mejoran, pero son trascendentes si mejoran el mundo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Efesios
4:13; 2 Pedro 1:4; Mateo 5:13-16; Marcos 9:50; 1 Juan 2:17; 1 Corintios 7:31; Mateo
6:33; Lucas 12:31; Mateo 5:16; 1 Pedro 2:12; Santiago 2:15-17; 1 Juan 3:17