Los
elegidos que respondiendo al llamamiento del Padre hemos venido a salvación en
el presente siglo tenemos la promesa principal de la vida eterna como hijos de
Dios siendo con Cristo reyes y sacerdotes en el reino venidero, más sin embargo
el Camino hacia esas promesas es largo, puede durar toda nuestra vida, lo cual,
si no se tiene en cuenta otras promesas que se irán consiguiendo en ese andar
puede desanimar.
Sin
duda alguna que llegar a ser plenos hijos de Dios, de alcanzar la vida eterna
de reinar con Cristo en el reino venidero es algo que todos los elegidos
esperamos con ansiedad, más sin embargo hay otras promesas, de corto, mediano y
largo plazo, que podemos ir viendo en nuestra vida, en el andar diario, y que
bien nos pueden servir de aliciente en el Camino, ¿cómo cuáles?, como los
frutos del Espíritu.
El
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y templanza, más sin embargo,
seamos honestos, ¿cuántos de nosotros ya tenemos todo eso de manera plena, de
manera perfecta, de manera santa? Si bien es cierto que antes de venir a
salvación éramos peor que como estamos ahorita —practicando antes inmoralidad, impureza, sensualidad,
idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades,
disensiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías, y demás— también es
cierto que aquellos frutos del Espíritu de los cuales nos habla la Escritura
aún no han alcanzado la plenitud perfecta y santa que esperamos.
Pero
el hecho de que aún no hayamos alcanzado aquella plenitud en cuanto los frutos
del Espíritu no implica que no veamos cambios en nosotros, solo que, como
algunos son pequeños, es probable que al no prestar atención en ellos creamos
que no se van dando cambios en nosotros.
Para
salvar esto es necesario hacer un breve alto en nuestro caminar y ver como
éramos antes de venir a salvación, como iniciamos nuestro andar por el Camino,
y cómo hemos cambiado, mejorado en algunos de aquellos aspectos conocidos como
los frutos del Espíritu de ese entonces a la fecha.
Es
obvio que aún hay muchas cosas que faltan por mejorar en nosotros, si no fuera
así prácticamente ya seríamos perfectos y santos, más sin embargo sabemos que
mientras estemos en esta carnalidad aún tendremos áreas de oportunidad, áreas
de oportunidad que Dios seguirá trabajando en nosotros por medio de su
Espíritu, como dice Pablo escribiendo a los de Filipo “estando persuadido de
esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el
día de Jesucristo”.
Esto
implica esfuerzo de nuestra parte, es cierto, más sin embargo dado que es una
labor que nos supera confianza debemos de tener en aquel que nos llamó a
salvación pidiendo con fe que nos ayude en aquellos defectos de carácter, de
personalidad, que aún estorban la manifestación de los frutos del Espíritu pero
teniendo en cuenta que incluso si no se nos es quitado aquello que nos estorba
para esto, al menos en la carnalidad de presente siglo, Dios sabe el por qué
hace las cosas como las hace.
Sobre
esto último el mismo Pablo padeció esto dejándonos su experiencia como alivio
cuando escribiendo su segunda carta a los de Corinto les dice “y para que la
grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un
aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me
enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo
quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona
en la debilidad”.
De
esta forma, sin perder de vista las promesas que se nos han entregado y las que
nos mueven a andar en el Camino, pongamos atención en aquellos pequeños logros
que se van dando en nuestra vida y que nos van conformando poco a poco en lo
que Dios pensó para cada uno desde la eternidad, así que pon atención ya que en
tu caminar a la meta que te plantees podrás lograr otras metas igual de ricas
que la vida te regalará.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan 3:16; Romanos 5:8; Juan 1:12; Romanos
8:16; Revelación 5:10; Éxodo 19:6; Gálatas 5:22-23; Colosenses 3:12-13; Gálatas
5:19-21; 1 Corintios 6:9-10; Filipenses 1:6; 1 Corintios 1:8; 2 Corintios
12:7-9
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