Como
parte de las promesas que se han dado a todos aquellos que respondiendo al
llamamiento del Padre hemos venido a salvación en el presente siglo, está lo
que en la Escritura se señala como coronas. En ese sentido se tienen señaladas
por la Palabra cinco coronas para los elegidos que permanezcan fieles hasta el
final: Corona incorruptible, corona de regocijo, corona de justicia, corona
incorruptible de gloria, y corona de vida.
Para
no confundirnos hay que dejar muy en claro que una cosa es la salvación y otra
las coronas que se nos han prometido. La salvación es por gracia, viene cuando
aceptamos al sacrificio redentor de Jesús, pero las coronas prometidas tienen
que ver con el ejercicio de nuestra fe al ponerla por obra en esta vida. Así
que mientras nuestra salvación está relacionada con la fe, es decir, con el
creer, aquellas coronas están relacionadas con nuestras obras, es decir, con el
hacer siendo por este motivo que tal galardón no tendría mérito alguno si no
nos costara ningún esfuerzo.
Pablo
escribiendo sobre esto, y relacionado con aquella corona incorruptible pero
aplicable al resto de las coronas, señala en su primera carta a los de Corinto:
“¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero
uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel
que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona
corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera
corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el
aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo
sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.
Este
esfuerzo es necesario para que nada ni nadie nos arrebate las coronas que se
nos han prometido lo cual es enfatizado por nuestro Señor en Revelación cuando
señala “retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” siendo que
también en ese libro de igual forma nuestro Señor señala, en referencia a la
corona de vida pero aplicable también a las demás coronas, “sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la
corona de la vida”.
El
llamamiento al que se ha respondido bien puede ser comparado con una lucha, con
una batalla, con una guerra, como dice Pablo escribiendo a los de Éfeso “porque
nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes
espirituales de maldad en las regiones celestiales”, pero como escribe Juan en
su primera carta “mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo”.
De
esta forma, si bien este andar por el Camino implica esfuerzo, ese esfuerzo se
verá en su momento compensado con creces, como escribe Pablo a los de Roma “pues
considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser
comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”, así que no desistamos
para poder decir junto con Pablo, refiriéndose a la corona de justicia pero
aplicable al resto de las coronas, “he peleado la buena batalla, he acabado la
carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de
justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí,
sino también a todos los que aman su venida”, después de todo no tiene mucho mérito el hacer las cosas cuando puedes, lo
grandioso es que las hagas cuando no puedas.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1 Corintios 9:24-25; 1 Tesalonicenses 2:19; 2
Timoteo 4:8; 1 Pedro 5:4; Revelación 2:10; Efesios 2:8-9; Revelación 22:12; 1
Corintios 9:26-27; Revelación 3:11; Sofonías 1:14; Revelación 2:10; Efesios
6:12; 1 Juan 4:4; Romanos 8:18; 2 Timoteo 4:7-8
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