martes, 11 de enero de 2022

No tiene mucho mérito el hacer las cosas cuando puedes, lo grandioso es que las hagas cuando no puedas

 


Como parte de las promesas que se han dado a todos aquellos que respondiendo al llamamiento del Padre hemos venido a salvación en el presente siglo, está lo que en la Escritura se señala como coronas. En ese sentido se tienen señaladas por la Palabra cinco coronas para los elegidos que permanezcan fieles hasta el final: Corona incorruptible, corona de regocijo, corona de justicia, corona incorruptible de gloria, y corona de vida.

 

Para no confundirnos hay que dejar muy en claro que una cosa es la salvación y otra las coronas que se nos han prometido. La salvación es por gracia, viene cuando aceptamos al sacrificio redentor de Jesús, pero las coronas prometidas tienen que ver con el ejercicio de nuestra fe al ponerla por obra en esta vida. Así que mientras nuestra salvación está relacionada con la fe, es decir, con el creer, aquellas coronas están relacionadas con nuestras obras, es decir, con el hacer siendo por este motivo que tal galardón no tendría mérito alguno si no nos costara ningún esfuerzo.

 

Pablo escribiendo sobre esto, y relacionado con aquella corona incorruptible pero aplicable al resto de las coronas, señala en su primera carta a los de Corinto: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.

 

Este esfuerzo es necesario para que nada ni nadie nos arrebate las coronas que se nos han prometido lo cual es enfatizado por nuestro Señor en Revelación cuando señala “retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” siendo que también en ese libro de igual forma nuestro Señor señala, en referencia a la corona de vida pero aplicable también a las demás coronas,  “sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.

 

El llamamiento al que se ha respondido bien puede ser comparado con una lucha, con una batalla, con una guerra, como dice Pablo escribiendo a los de Éfeso “porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”, pero como escribe Juan en su primera carta “mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo”.

 

De esta forma, si bien este andar por el Camino implica esfuerzo, ese esfuerzo se verá en su momento compensado con creces, como escribe Pablo a los de Roma “pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”, así que no desistamos para poder decir junto con Pablo, refiriéndose a la corona de justicia pero aplicable al resto de las coronas, “he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”, después de todo no tiene mucho mérito el hacer las cosas cuando puedes, lo grandioso es que las hagas cuando no puedas.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Corintios 9:24-25; 1 Tesalonicenses 2:19; 2 Timoteo 4:8; 1 Pedro 5:4; Revelación  2:10; Efesios 2:8-9; Revelación 22:12; 1 Corintios 9:26-27; Revelación 3:11; Sofonías 1:14; Revelación 2:10; Efesios 6:12; 1 Juan 4:4; Romanos 8:18; 2 Timoteo 4:7-8


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