martes, 25 de enero de 2022

Ya sean tu miedo o tu valentía, tú decides que deseas guíe tu vida

 


El ser humano por naturaleza es miedoso, esto es natural ya que el miedo proviene de enfrentar una situación desconocida, de igual forma, este sentimiento no es ajeno a los elegidos pero los mismos están llamados a no ser rehenes del mismo sino a superarlo.

 

Es interesante como la Escritura presenta el miedo como parte fundamental de la vida de los elegidos. En una ocasión Dios le dice a Josué previo a una batalla “No tengas miedo, que mañana a esta hora estarán muertos delante de Israel. Tú les cortarás las patas a sus caballos, y les prenderás fuego a sus carros”, en otra ocasión Dios le dice a Israel por medio de Isaías “No tengas miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera mano derecha”, de igual forma en su momento Dios a través del ángel le dijo a Daniel “Entonces aquel hombre me dijo: No tengas miedo, Daniel, porque tus palabras fueron oídas desde el primer día en que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios. Precisamente por causa de tus palabras he venido”.

 

Pero también el Nuevo testamento contiene alusiones al miedo que si bien pueden sentir los elegidos deben luchar para no dejarse dominar por él. En su momento Jesús les dijo a los suyos “Ustedes son un rebaño pequeño. Pero no tengan miedo, porque su Padre ha decidido darles el reino”, de igual forma, en aquella ocasión en que Jesús va a los suyos caminando sobre el mar les dice “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”, y una vez resucitado apareciéndose a algunos de los suyos les dice “No temáis: id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán”, y poco antes de partir les dijo a los suyos “La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.

 

De esta forma el miedo es un sentimiento natural que existe en todo ser humano, incluyendo a los elegidos, pero no debe ser ese sentimiento el que nos avasalle para impedirnos en ir hacia las promesas que se nos han dado.

 

Sobre esto, Pablo escribiendo a los Romanos les dice “Pues ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice nuevamente al miedo, sino que han recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!... ¿Qué más podemos decir? Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros” y escribiendo a Timoteo, en su segunda carta le dice “Porque no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.

 

De esta forma puede entenderse que la valentía, la verdadera valentía, no estriba en no sentir miedo sino en superar ese sentimiento no dejándose avasallar por él pata continuar en pos de las promesas que se nos han dado, con todo y todo depende de uno el tener la confianza en Aquel que nos ha llamado a salvación sabiendo que incluso aquello que nos supere no podrá nada contra nosotros pues mayor es quien está de nuestra parte, así que ya lo sabes, ya sean tu miedo o tu valentía, tú decides que deseas guíe tu vida.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Josué 11:6; Isaías 41:10; Daniel 10:12; Lucas 12:32; Mateo 14:27; Juan 14:27; Romanos 8:15, 31; 1 Juan 4:18; 2 Timoteo 1:7; Romanos 5:5


martes, 18 de enero de 2022

Pon atención ya que en tu caminar a la meta que te plantees podrás lograr otras metas igual de ricas que la vida te regalará

 


Los elegidos que respondiendo al llamamiento del Padre hemos venido a salvación en el presente siglo tenemos la promesa principal de la vida eterna como hijos de Dios siendo con Cristo reyes y sacerdotes en el reino venidero, más sin embargo el Camino hacia esas promesas es largo, puede durar toda nuestra vida, lo cual, si no se tiene en cuenta otras promesas que se irán consiguiendo en ese andar puede desanimar.

 

Sin duda alguna que llegar a ser plenos hijos de Dios, de alcanzar la vida eterna de reinar con Cristo en el reino venidero es algo que todos los elegidos esperamos con ansiedad, más sin embargo hay otras promesas, de corto, mediano y largo plazo, que podemos ir viendo en nuestra vida, en el andar diario, y que bien nos pueden servir de aliciente en el Camino, ¿cómo cuáles?, como los frutos del Espíritu.

 

El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  mansedumbre, y templanza, más sin embargo, seamos honestos, ¿cuántos de nosotros ya tenemos todo eso de manera plena, de manera perfecta, de manera santa? Si bien es cierto que antes de venir a salvación éramos peor que como estamos ahorita —practicando antes  inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías, y demás— también es cierto que aquellos frutos del Espíritu de los cuales nos habla la Escritura aún no han alcanzado la plenitud perfecta y santa que esperamos.

 

Pero el hecho de que aún no hayamos alcanzado aquella plenitud en cuanto los frutos del Espíritu no implica que no veamos cambios en nosotros, solo que, como algunos son pequeños, es probable que al no prestar atención en ellos creamos que no se van dando cambios en nosotros.

 

Para salvar esto es necesario hacer un breve alto en nuestro caminar y ver como éramos antes de venir a salvación, como iniciamos nuestro andar por el Camino, y cómo hemos cambiado, mejorado en algunos de aquellos aspectos conocidos como los frutos del Espíritu de ese entonces a la fecha.

 

Es obvio que aún hay muchas cosas que faltan por mejorar en nosotros, si no fuera así prácticamente ya seríamos perfectos y santos, más sin embargo sabemos que mientras estemos en esta carnalidad aún tendremos áreas de oportunidad, áreas de oportunidad que Dios seguirá trabajando en nosotros por medio de su Espíritu, como dice Pablo escribiendo a los de Filipo “estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.

 

Esto implica esfuerzo de nuestra parte, es cierto, más sin embargo dado que es una labor que nos supera confianza debemos de tener en aquel que nos llamó a salvación pidiendo con fe que nos ayude en aquellos defectos de carácter, de personalidad, que aún estorban la manifestación de los frutos del Espíritu pero teniendo en cuenta que incluso si no se nos es quitado aquello que nos estorba para esto, al menos en la carnalidad de presente siglo, Dios sabe el por qué hace las cosas como las hace.

 

Sobre esto último el mismo Pablo padeció esto dejándonos su experiencia como alivio cuando escribiendo su segunda carta a los de Corinto les dice “y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad”.

 

De esta forma, sin perder de vista las promesas que se nos han entregado y las que nos mueven a andar en el Camino, pongamos atención en aquellos pequeños logros que se van dando en nuestra vida y que nos van conformando poco a poco en lo que Dios pensó para cada uno desde la eternidad, así que pon atención ya que en tu caminar a la meta que te plantees podrás lograr otras metas igual de ricas que la vida te regalará.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Referencias:

Juan 3:16; Romanos 5:8; Juan 1:12; Romanos 8:16; Revelación 5:10; Éxodo 19:6; Gálatas 5:22-23; Colosenses 3:12-13; Gálatas 5:19-21; 1 Corintios 6:9-10; Filipenses 1:6; 1 Corintios 1:8; 2 Corintios 12:7-9


martes, 11 de enero de 2022

No tiene mucho mérito el hacer las cosas cuando puedes, lo grandioso es que las hagas cuando no puedas

 


Como parte de las promesas que se han dado a todos aquellos que respondiendo al llamamiento del Padre hemos venido a salvación en el presente siglo, está lo que en la Escritura se señala como coronas. En ese sentido se tienen señaladas por la Palabra cinco coronas para los elegidos que permanezcan fieles hasta el final: Corona incorruptible, corona de regocijo, corona de justicia, corona incorruptible de gloria, y corona de vida.

 

Para no confundirnos hay que dejar muy en claro que una cosa es la salvación y otra las coronas que se nos han prometido. La salvación es por gracia, viene cuando aceptamos al sacrificio redentor de Jesús, pero las coronas prometidas tienen que ver con el ejercicio de nuestra fe al ponerla por obra en esta vida. Así que mientras nuestra salvación está relacionada con la fe, es decir, con el creer, aquellas coronas están relacionadas con nuestras obras, es decir, con el hacer siendo por este motivo que tal galardón no tendría mérito alguno si no nos costara ningún esfuerzo.

 

Pablo escribiendo sobre esto, y relacionado con aquella corona incorruptible pero aplicable al resto de las coronas, señala en su primera carta a los de Corinto: “¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.

 

Este esfuerzo es necesario para que nada ni nadie nos arrebate las coronas que se nos han prometido lo cual es enfatizado por nuestro Señor en Revelación cuando señala “retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” siendo que también en ese libro de igual forma nuestro Señor señala, en referencia a la corona de vida pero aplicable también a las demás coronas,  “sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”.

 

El llamamiento al que se ha respondido bien puede ser comparado con una lucha, con una batalla, con una guerra, como dice Pablo escribiendo a los de Éfeso “porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales”, pero como escribe Juan en su primera carta “mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo”.

 

De esta forma, si bien este andar por el Camino implica esfuerzo, ese esfuerzo se verá en su momento compensado con creces, como escribe Pablo a los de Roma “pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada”, así que no desistamos para poder decir junto con Pablo, refiriéndose a la corona de justicia pero aplicable al resto de las coronas, “he peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que aman su venida”, después de todo no tiene mucho mérito el hacer las cosas cuando puedes, lo grandioso es que las hagas cuando no puedas.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Referencias:

1 Corintios 9:24-25; 1 Tesalonicenses 2:19; 2 Timoteo 4:8; 1 Pedro 5:4; Revelación  2:10; Efesios 2:8-9; Revelación 22:12; 1 Corintios 9:26-27; Revelación 3:11; Sofonías 1:14; Revelación 2:10; Efesios 6:12; 1 Juan 4:4; Romanos 8:18; 2 Timoteo 4:7-8


martes, 4 de enero de 2022

Los árboles que siembres tal vez den sombra a otros pero al mundo le hablarán de ti


La inmediatez del pensamiento humano hace que en ocasiones las cosas las evaluemos en función de los resultados prontamente observables, pero en el andar por el Camino, como respuesta al llamamiento que se nos ha dado, debemos considerar que quien guía todo en ese sentido es un ser eterno para el cual el tiempo no es una limitante.

 

Piensa en esto: ¿Quién pudiéramos, en el Nuevo Testamento, decir que fue el más exitoso en sus prédicas? Sabemos que Pablo fundó muchas comunidades pero no se nos dice la cantidad de gentes, de igual forma ese trabajo le llevó mucho tiempo, pero quiero que consideres a otro discípulo de nuestro Señor que pudiera caber en esta categoría y ese es Pedro.

 

En Hechos se nos narra la primera prédica de la iglesia inmediatamente después de la venida del Espíritu Sato sobre ella en Pentecostés. Esta prédica estuvo a  cargo de Pedro siendo que al final de la misma se señala “así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”. ¿Te imaginas?, una prédica cuyo resultado dé el que tres mil personas sean bautizadas, pero eso no es todo, más delante se nos dice que de nuevo oyendo a Pedro, junto con Juan, cinco mil personas vinieron a salvación, yo no encuentro en todo el Nuevo Testamento algo similar.

 

Pero ese no es el punto. Ahora te pregunto, ¿cuántas personas logró convertir Andrés, otro de los discípulos de nuestro Señor? Si lees todo el Nuevo Testamento no hay un solo dato de alguien  a quien Andrés lograse convertir para que, bautizándose, viniese a salvación. Pero quiero que veas esto de otra forma.

 

Al inicio del Evangelio de Juan se nos dice de los primeros discípulos que respondiendo al llamado de nuestro Señor comenzaron a seguirle. Dentro de esos primeros discípulos están dos que inicialmente eran de Juan el Bautista. La relatoría de ese evento nos dice que “Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús”.

 

Ahora bien, de nuevo te planteo la pregunta: ¿Cuántas personas logró convertir Andrés, otro de los discípulos de nuestro Señor? Si nos atenemos a la Escritura no encontramos prédicas de Andrés que hubiesen dado como resultados bautizados que llegase a ser salvos, pero si nos atenemos al relato anterior, fue gracias a él que Pedro llegó a Jesús lo cual trajo luego como consecuencia que en aquella prédica de éste último en Pentecostés tres mil personas se bautizasen siendo salvas y luego lo hiciesen otras cinco mil. De nuevo: ¿Cuántas personas logró convertir Andrés, otro de sus discípulos?

 

Lo que quiero que veas es un panorama más completo que se aleje de la inmediatez del pensamiento humano pues, podrías considerar, que tu vida ha dado pocos frutos, como los de aquel Andrés al inicio, en cuestión de conversos venidos a salvación, pero ¿quién te dice que luego uno de esos conversos, como en el caso de Pedro, no sea la herramienta que más delante Dios utilice para traer a otros a salvación?

 

Es por eso que en Eclesiastés se nos dice “por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es igualmente bueno”, ¿y qué es esta semilla?, la misma Escritura, en lo que se conoce como la Parábola del Sembrador, nos aclara que la semilla es la Palabra de Dios, de ahí que tú, yo y todos los hermanos y hermanas que respondiendo al llamado del Padre hemos venido a salvación en el presente siglo, tenemos la obligación de la Gran Comisión de ir por todo el mundo predicando el Evangelio sabiendo que si bien uno siembra y otro riega es Dios finalmente quien da ese crecimiento.

 

No te desesperes al ver que tu labor en la obra del Señor no da resultados inmediatos, recuerda que no estamos trabajando por nosotros ni para nosotros sino para un ser que siendo eterno considera el tiempo de otra manera después de todo los árboles que siembres tal vez den sombra a otros pero al mundo le hablarán de ti.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Referencias:

Hechos 2:41; Hechos 4:4; Juan 1:40-42; Eclesiastés 11:6; Isaías 55:10; Lucas 8:11; 1 Pedro 1:23; Mateo 28:19; Marcos 16:15; 1 Corintios 3:6-8; Salmos 92:13-15