El
andar por el Camino como resultado del llamamiento al que se ha respondido, no
es algo que se hace en soledad sino que lleva una interacción muy dinámica con
los demás integrantes del Cuerpo de Cristo. Pablo escribiendo a los de Éfeso
lees dice “y él mismo [Cristo] constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas;
a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a
los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo, hasta
que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a
un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”.
Lo
anterior tiene una finalidad muy concreta como claramente Pablo lo señala ahí
mismo: “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo
viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con
astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor,
crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y
unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la
actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en
amor”.
De
esta forma aquella maestría, aquel liderazgo, tiene que ver tanto con las
verdades de salvación es decir los principios doctrinales, las verdades de
comprensión que es el entendimiento adicional de la Palabra, y las verdades de
motivación, que es todo lo relacionado con el aliento que debemos darnos unos a
otros.
De
esta forma existe en el elegido un espíritu de caridad, de fraternidad, que
impele a aquel a ayudar en esos tres aspectos a los demás hermanos y hermanas
en la fe, pero como todo en la vida cristiana, si uno se muestra indolente en
ello, el mismo Pablo admoniciona al respecto cuando señala: “Porque debiendo
ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva
a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis
llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es
inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han
alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en
el discernimiento del bien y del mal”.
Así
como no es natural, materialmente hablando, que un niño nunca crezca, no es
natural, espiritualmente hablando, que un elegido no avance de las verdades de
salvación, a las verdades de comprensión y a las verdades de motivación, y,
peor aún: que no haga partícipe a los demás de ello.
La
cuestión de la maestría, del liderazgo de los elegidos necesariamente tiene que
considerar los tres aspectos comentados: crecer en las verdades de salvación,
en las verdades de comprensión y en las verdades de motivación, y hacer
partícipes a los demás de ello, después de todo un maestro se vuelve líder y un líder se vuelve maestro,
cuando es capaz de iluminar la mente y encender el corazón.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Efesios 4:11-13; 1 Corintios 12:28; Romanos
12:7; Efesios 4:15-16; 2 Corintios 4:2; Hebreos 5:12-14; 1 Corintios 4:5; 1
Corintios 3:2; Hebreos 5:11; Juan 16:12