Una
de las características de la carnalidad humana es precisamente el miedo. Es
interesante como es que Jesús, en varias ocasiones, les decía a sus discípulos
que no tuvieran miedo, por ejemplo, cuando yendo por el mar hacia ellos que
estaban en la barca éstos creyeron era un fantasma o como cuando, poco antes de
su muerte y resurrección, les dice a los suyos que les deja su paz y que no se
turben ni tengan miedo.
Eso
del miedo relativo a nuestra actual carnalidad es normal, es natural, la
Escritura no condena a quien tiene miedo, pero sí exhorta a que, a pesar del
miedo, uno actúe conforme al llamamiento al que se ha respondido.
Por
ejemplo, de manera inspirada David dejó consignado como parte de sus Salmos la
expresión “pero yo, cuando tengo miedo, confío en ti”, esto en referencia a la
confianza en Dios. De esta forma es claro que el miedo puede ser parte de
nuestra vida, no es algo de que avergonzarse o algo que la Palabra condene,
pero de la misma forma, como se ve en esta expresión de David, a pesar de ese
miedo uno sigue confiando en Dios.
De
hecho Dios mismo, en su Palabra, relativo a ese temor natural que muchas veces
podemos sentir, nos hace ver la perspectiva correcta cuando señala “No tengas
miedo, que yo estoy contigo; no te desanimes, que yo soy tu Dios. Yo soy quien
te da fuerzas, y siempre te ayudaré; siempre te sostendré con mi justiciera
mano derecha”.
Respecto
del llamamiento al que se ha respondido, Jesús, dirigiéndose a su iglesia
naciente, dijo en su momento: “Ustedes son un rebaño pequeño. Pero no tengan
miedo, porque su Padre ha decidido darles el reino”. De igual forma, sobre este
llamamiento Pablo escribe en su momento a los de Roma señalando “pues ustedes
no han recibido un espíritu que los esclavice nuevamente al miedo, sino que han
recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”.
Y
en su segunda carta a Timoteo, Pablo extiende este razonamiento cuando señala
clara y contundentemente “porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino
de poder, de amor y de dominio propio. Por tanto, no te avergüences de dar testimonio
de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por
el evangelio según el poder de Dios”.
El
miedo no es otra cosa más que ver y enfocarse en la nada que somos, pero el
actuar en conformidad con la voluntad de Dios a pesar de ese miedo se
fundamenta, no en nosotros, sino en el poder, la magnificencia, la gloria y
grandeza de Aquel que nos ha llamado a salvación, a ser parte de su familia.
De
esta forma queda claro que si bien el miedo es parte natural de nuestra actual
carnalidad, éste no debe paralizarnos para hacer la voluntad de Dios, después
de todo, cuando hablamos de avanzar en el Camino en pos de las promesas que se
nos han sido dadas, tus miedos, más que protegerte de las caídas que puedas
tener, limitan los triunfos que puedas lograr.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo
14:27; Marcos 6:50; Juan 14:27; Filipenses 4:7; Salmos 56:3; 1 Samuel 30:6; Isaías
41:10; Éxodo 14:13; Lucas 12:32; 1 Corintios 1:21; Romanos 8:15; 1 Corintios
2:12; 2 Timoteo 1:7-9; Isaías 11:2; 1 Corintios 1:24; Efesios 2:19; Gálatas
3:26-28
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