Seamos
honestos: Dada nuestra actual carnalidad, sino todos al menos la gran mayoría de
nosotros quisiéramos que nuestro andar por el Camino fuera terso, suave, sin
contratiempos. Salvo que uno sea masoquista no creo que intencionalmente uno
busque tribulaciones, zozobra, persecución. Pero veamos el cuadro completo:
¿acaso un deportista alcanza su estado ideal sin enfrentar obstáculos,
dificultades o impedimentos?
En
el plano natural todo deportista que quiera llegar a un nivel óptimo se somete
a rutinas que mínimamente son extenuantes, que implican mucho esfuerzo, que en
ocasiones incluso devienen en dolencias o mínimamente molestias, ¿te imaginas
que aquel deportista no quisiera pasar por estas cosas?, es difícil pensar que
llagaría a ese estado que desea alcanzar. Pues en la vida cristiana es igual.
Fíjate
como Pablo expone esto al escribir a los de Roma cuando les dice “y no sólo
esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la
tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y
la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.
En
este mismo orden de ideas Pedro escribe en su primer carta diciendo “amados, no
os sorprendáis del fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para
probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo; antes bien, en
la medida en que compartís los padecimientos de Cristo, regocijaos, para que
también en la revelación de su gloria os regocijéis con gran alegría”.
Con
todo y todo es esperanzador que comparando lo que ahorita se padece contra las
promesas que se nos han dado, éstas últimas sobrepasan con mucho a las
primeras, como también escribe Pablo a los de Roma: “Pues tengo por cierto que
las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera
que en nosotros ha de manifestarse”.
Pero
entonces, ¿cuál es el fin de lo que en la actualidad se padece? Uno, es la
gloria de Dios, como dice Isaías “todos los llamados de mi nombre; para gloria
mía los he creado, los formé y los hice”; dos, para aportar en la edificación
del Cuerpo de Cristo, como escribe Pablo en su primer carta a los de Corinto “así
también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad abundar en
ellos para edificación de la iglesia”; tres, como testimonio a las naciones,
como dice la Palabra en Hechos “porque así nos ha mandado el Señor, diciendo: Te
he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo
último de la tierra”; y cuatro, para nuestra propia edificación, como escribe
Pablo a los de Éfeso “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo”.
De
esta forma queda claro que las adversidades que en el presente siglo estamos
experimentando en nuestro andar por el Camino tienen por lo menos cuatro ventajas:
(1) es para la mayor gloria de Dios, (2) proporciona edificación para el Cuerpo
de Cristo, (3) sirve de testimonio para las naciones, y (4) desarrollan en
nosotros el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios; después de todo la
dificultad de un reto es lo que lo hace interesante, y con el tiempo ¡hasta más
provechoso!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Romanos
5:3-5; Mateo 5:12; 1 Pedro 4:12-13; Daniel 11:35; Romanos 8:18; 2 Corintios
4:17; Isaías 43:7; Efesios 2:10; 1 Corintios 14:12; Romanos 14:19; Hechos
13:47; Isaías 42:6; Efesios 4:13; 2 Pedro 1:4
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