Todos
quisiéramos que el andar por el Camino, como consecuencia del llamamiento al
que hemos respondido, fuera sin contratiempos, sin mayores problemas, pero si
de algo cada elegido podría estar seguro es que este caminar va aunado
precisamente a lo contrario: tribulación, señalamientos, persecución.
Sobre
esto nuestro Señor fue más que claro al respecto, pero de igual forma no nos
dejó sin esperanza: “En el mundo tenéis tribulación; pero confiad, yo he
vencido al mundo”. Como puede verse, padecer tribulación y vencer al mundo van
de la mano y sobre esto, de Pablo en Hechos se señala que “fortale[cía] los
ánimos de los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe, y
diciendo: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el
reino de Dios”.
Juan,
al inicio de su primer carta, indica “Os escribo a vosotros, padres, porque
conocéis al que ha sido desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes,
porque habéis vencido al maligno. Os he escrito a vosotros, niños, porque
conocéis al Padre”. Una lectura natural de esto podría indicar que se refiere
precisamente a eso: a niños, jóvenes y adultos; pero una lectura espiritual de
lo mismo apunta a que señala tres estados distintos de crecimiento espiritual:
los niños son aquellos recién llegados a la fe, los jóvenes son aquellos que ya
han crecido en el conocimiento de Dios y Su Hijo, y los adultos son aquellos
que han llegado a la madurez del llamamiento.
Este
crecimiento, por lo dicho anteriormente, es el que se espera en todo hijo de
Dios, con todo y todo, al igual que en la vida, dicho crecimiento no está
exento de pruebas, de tribulaciones, de tristezas. Pablo escribiendo a los
hebreos los insta diciendo “Por tanto, dejando las enseñanzas elementales
acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez, no echando otra vez el fundamento
del arrepentimiento de obras muertas y de la fe hacia Dios, de la enseñanza
sobre lavamientos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos
y del juicio eterno”. ¿Podemos ver cómo es que ese crecimiento implica avanzar
del alimento líquido, las verdades de salvación, al alimento sólido, las
verdades de comprensión?
Pero
más importante es que ese crecimiento requiere de ser probado para ver si es
verdadero, como dice Pedro en su primer carta “para que sometida a prueba
vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba
con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado
Jesucristo”.
El
“sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” señalado por Jesús
en Revelación o aquel “más el que
persevere hasta el fin, éste será salvo” señalado por Cristo en Mateo, implica
que tenemos que hacer nuestra parte para alcanzar las promesas, que debemos
esforzarnos, incluso a costa de nuestra vida por llegar al final, como dijo
Jesús “porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda
su vida por causa de mí, la hallará”.
En
el andar por el Camino hacia las promesas hay que tener claridad de que no se
trata de un sendero llano y sin mayores problemas, sino que está lleno de
obstáculos, dificultades e impedimentos, pero es precisamente el avanzar
incluso a pesar de esto lo que formará en nosotros el carácter perfecto y santo
del Padre y nos permitirá llegar a las promesas que se nos han dado, después de
todo con o sin puentes, los ríos y
hondonadas de la vida deben ser cruzados.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo
10:17; Marcos 13:9; Juan 16:33; 2 Corintios 6:4; Romanos 5:1,2; 2 Corintios
2:14; Hechos 14:22; Isaías 35:3; Hebreos 6:1-2; 1 Corintios 2:6; Revelación
2:10; Salmos 31:23; Mateo 24:13; Romanos 2:7; Lucas 9:24; Juan 12:25
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