Si
bien los elegidos que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a
salvación en el presente siglo comprendemos el nivel de perfección y santidad
que de nosotros se espera, también entendemos la imposibilidad de ello en el
siglo actual por la carnalidad en la que aún militamos.
De
esta forma, si bien sabemos lo que de nosotros se espera, diariamente
tropezamos, caemos en nuestro andar por el Camino. Lo anterior sin duda alguna
es frustrante pues, como decía Pablo, “no hago el bien que quiero, sino el mal
que no quiero, eso hago”.
Algunos
leyendo a Pablo en su primera carta a los de Corinto que señala “sino que golpeo mi cuerpo, y lo
pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo
venga a ser eliminado”, y también en su carta a los de Roma indicando “así que,
hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto
racional”, concluyen que se deben autoimponer sacrificios para expiar aquellos
tropiezos, aquellas caídas, pero la Escritura no señala eso.
La
Palabra claramente señala que el pago total de nuestras culpas se cumplimentó
con el sacrificio redentor de Jesús, como escribe Pablo a los romanos: “…por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su
gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio
de la fe en su sangre…”. Y no solo de las culpas pasadas sino también de las
futuras ya que, como Juan señala en su primera carta, escrita por cierto no a
los paganos sino a la iglesia de Dios, “hijitos míos, estas cosas os escribo
para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el
Padre, a Jesucristo el justo”.
De
esta forma pretender agregar algo al sacrificio de Cristo es considerarlo
incompleto, lo cual no es así, pero entonces ¿a qué se refiere Pablo con
aquello de golpear el cuerpo y de presentar éste como sacrificio a Dios? Pablo
reflexionando sobre el papel de Cristo, a quien estamos llamados a imitar,
señala “sacrificio y ofrenda no quisiste; más me preparaste cuerpo. Holocaustos
y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo,
oh Dios, para hacer tu voluntad, como en el rollo del libro está escrito de mí”.
De
esta forma, lo agradable a Dios es hacer su voluntad, como señaló Samuel a Saúl
en su momento “¿se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en
que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que
los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”, obvio
que considerando que “la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es
contra la carne”, ese hacer la voluntad de Dios implicará una guerra contra la
carnalidad, a eso es a lo que se refiere Pablo.
El
avanzar por el Camino, mientras aún militemos en esta carnalidad, implicará tropezar
y caer, pero ante ello hay que pedir perdón al Padre por medio de Cristo,
levantarnos y seguir nuestro andar, después de todo no es golpeando el suelo
como avanzaras en la vida, sino dando pasos firmes y decididos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo
5:48; Levítico 19:2; 1 Pedro 1:16; Levítico 20:7; Romanos 7:19; 1 Corintios 9:27;
2 Corintios 13:5; Romanos 12:1; 1 Pedro 2:5; Romanos 3:21-26; Hechos 10:43; 1
Corintios 11:1; 1 Tesalonicenses 1:6; 1 Samuel 15:22; Marcos 12:33; Gálatas
5:17; Mateo 26:41
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