Muchos
al leer aquello que dijo Jesús “de cierto os digo, que si no os volvéis y os
hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” concluyen que debe
referirse a las características de los niños como confiar y creer, ser
inocentes, o demostrar alegría y agradecimiento, pero Jesús nunca dijo que el
ser como niños solo se refería a las características positivas que de ello
pudiéramos señalar, entonces ¿qué pasa con las características negativas que
también presentan los niños como egoísmo, inmadurez, ignorancia y torpeza?
El problema es que ese ser como niños no debe verse desde
el punto de vista natural sino desde el punto de vista espiritual, ¿y cuál es
ese? Un niño es alguien que acaba de nacer, así que veamos en la Escritura qué,
referido a ese nacimiento espiritual, es mencionado.
El Evangelio de Juan consigna la reunión que sostuvieron
Jesús y Nicodemo, en una parte del relato se señala “Jesús [ ] le dijo [a
Nicodemo]: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no
puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer
siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y
nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. De esta forma aquel
ser como niños que mencionó Jesús se refiere a esa etapa posterior al bautismo
cuando uno inicia la vida espiritual.
En esa etapa uno inicia con lo que la Palabra señala como
alimento líquido, los rudimentos de la fe, los principios doctrinales, las
verdades de salvación, pero uno debe avanzar en el Camino creciendo en el
conocimiento de Dios y su Hijo hasta llegar al alimento sólido, las verdades de
comprensión. Este desarrollo está presentado por Pablo en su carta a los de
Éfeso cuando les escribe “y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros,
profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la
obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe
y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo”.
Desde que uno es bautizado comienza a ser hijo de Dios,
pero la realización plena de esto se dará al regreso de Cristo cuando todos
seamos resucitados/transformados, por eso Juan en su primera carta señala “amados,
ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es”.
Pero de inicio uno comienza la vida cristiana como niño,
sin haber logrado esa madurez espiritual, de igual forma sin tener aún el
carácter perfecto y santo del Padre, pero sabiendo que si nos mantenemos fieles
llegaremos a las promesas que se nos han dado, tal como Pablo lo presenta a los
Filipenses “hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa
hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio
del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
De
esta forma el ser como niños implica el estado espiritual que inicia cuando uno
es bautizado, inicio que aún no refleja aquello que seremos pero que confiados
en las promesas proseguimos hasta la consecución de las mismas, después de todo
al inicio los límites no alcanzarás y ya luego ¡los límites no importarán!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo
18:3; Salmos 131:2; Hebreos 5:12-14; 1 Corintios 14:20; Hebreos 6:1-2; 1
Corintios 2:6; Efesios 4:11-13; Gálatas 4:19; Filipenses 3:13-14; 2 Corintios
5:16
No hay comentarios:
Publicar un comentario