La vida cristiana es de triunfo en triunfo, es lo
dice claramente la Escritura, más sin embargo, y con base en la evidencia de
nuestra vida, en ocasiones es difícil ver esto, más aún comprenderlo, cuando
más que éxitos completos, totales y definitivos, lo que vemos es un andar lleno
de tropiezos.
Lo anterior puede llegar a desmotivar en el andar,
pero esto solamente será así si es nuestro criterio, nuestro pensamiento, el
que por sí y para sí establece los objetivos esperados, el esfuerzo requerido y
los resultados conseguido, pero la realidad es que es Dios quien en nuestra
vida nos va moldeando.
La Escritura presenta muchos símbolos del proceso
que Dios está llevando en cada uno de los elegidos, uno de esos es asemejarnos
a un vaso en la mano del alfarero, siguiendo ese símil podemos ver cómo es que
el vaso, frustrado ante lo que le sucede –y estableciendo su criterio, su
pensamiento por encima de los de su hacedor-, lo cuestiona. Isaías, escribiendo
sobre esto, señala “¡Ay del que pleitea con su Hacedor!, ¡el tiesto con los
tiestos de la tierra! ¿Dirá el barro al que lo labra: “¿Qué haces?”; o tu obra:
“¿No tiene manos?”?, haciendo eco sobre esto Pablo escribe a los Romanos
diciendo “Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios?
¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?”.
El andar por el Camino no está exento de
tribulaciones, pero, como Pablo, bien podemos decir “¿quién nos separará del
amor de Cristo?, ¿tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez,
o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el
tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas
somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”.
Pero entonces ¿qué hay de las caídas, de los
tropiezos?, si no te quedas tirado en el Camino, si aprendes de ello, si
arrepentido vuelves a tu andar, no has fracasado en tu llamamiento, simplemente
estás en proceso de alcanzar aquello para lo que fuiste llamado, ¿y a qué fuiste
llamado? A reflejar la imagen de Cristo quien a su vez es imagen del Dios
invisible, “nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un
espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de
gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”.
La diferencia entre el justo y el impío, ante las
caídas, es que al primero estas no lo definen, mientras que al segundo le da lo
mismo, “porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos
caerán en el mal”, y si confiados estamos en Dios, si caídos nos volvemos a
levantar, si fieles seguimos el Camino, incluso esas caídas, esos fracasos como
podríamos verlos, terminarán obrando para nuestro bien así como la mayor gloria
de Dios pues “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a
bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, así que visto
de este modo en el Camino no hay fracasos, sino éxitos a los ojos del Padre,
después de todo cada sueño se busca, se acecha, se caza, y una vez que se ha
conquistado ¡se va por el siguiente!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
2 Corintios 2:14; Juan 16:33; Romanos 9:20; Isaías
45:9; Romanos 8:35-37; Juan 10:28; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:29; 1 Juan 3:2; Colosenses
1:15; Hebreos 1:3; Romanos 8:28; 2 Corintios 5:1