miércoles, 21 de agosto de 2019

¿Quieres ver un milagro?, mira hacia fuera y hacia dentro de ti



La misma naturaleza del hombre lo hace constantemente estar buscando esos prodigios que llamamos milagros. El Enemigo, sabiendo nuestra inclinación, usa eso en nuestra contra engañándonos a través de señales prodigiosas y lo hace tan bien, hay que reconocer, que a lo largo de la historia de la humanidad ha engañado a la mayoría de los hombres.

Los verdaderos cristianos andamos por fe, no por vista, con todo y todo bien podemos enumerar grandes y prodigiosas obras que Dios ha hecho en el mundo y en nosotros.

El Rey David, reflexionando sobre lo anterior, resume en uno de sus salmos las dos cuestiones anteriores, a saber: la maravillas de la creación de Dios y el portento de nuestra existencia: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?  Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra.  Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies”.

El sólo hecho de reflexionar con sentido crítico, agudo, objetivo, sobre las maravillas que implican la creación existente no puede menos que llevarnos a la conclusión de la existencia de un Dios todopoderoso, infinito, eterno y lo que es mejor: amoroso. Por eso Pablo escribiendo a los Romanos les decía que “desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa”.

Pero de igual forma si nos analizamos a nosotros mismos, física, mental, emocional y espiritualmente hablando, no podemos menos que sorprendernos ante la maravilla que somos, en otro salmo  el Rey David señala esto al decir “Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!”, con todo y todo, respecto de nosotros, el asombro de nuestra existencia no termina ahí sino que Dios, desbordando cualquier idea que pudiésemos concebir, nos ha dado la salvación por medios de Su Hijo Jesús, y no sólo eso sino incluso la posibilidad de ser parte de Su familia como hijos suyos.

“Toda casa tiene su constructor, pero el constructor de todo es Dios”, dice la Escritura, “porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén”, señala de igual forma la Escritura, así que ya lo sabes: ¿Quieres ver un milagro?, mira hacia fuera y hacia dentro de ti.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Génesis 3:1; Revelación 12:9; 13:14; 2 Corintios 4:18 5:7; Romanos 8:24; Salmos 8:3-6; Romanos 1:20; Salmos 19:1; Salmos 139:13-14; 1 Corintios 2:8; Mateo 19:25-26; Romanos 10:9-10; Efesios 2:19; Hebreos 3:4; Romanos 11:36


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