Así como la Escritura contiene la misma mente de
Cristo siendo por lo tanto útil para enseñar, redargüir, corregir e instruir en
justicia, de igual forma contiene en contraposición muchas historias donde
quien decide vivir ajeno a la Palabra se extravía.
Prácticamente cada libro de la Escritura contiene
alguna historia, incluso de aquellos que consideramos ejemplo, dónde el error,
la equivocación, el deslizamiento está presente: un Noé embriagándose hasta
quedar tendido desnudo en medio de su tienda, un Moisés no siguiendo las
instrucciones dadas por Dios granjeándose no entrar por ello en la tierra
prometida, un David cometiendo adulterio y asesinato trayendo como consecuencia
la muerte de su hijo; un Pedro cuya negación a su maestro tres veces no pudo
ser lavada con las lágrimas que después vertió.
Aunque la lista pudiera seguir la misma no
termina ahí pues llega hasta nuestros días y específicamente hasta nosotros.
¿Cuántas veces de igual forma nosotros que día con día le decimos a Cristo
“Señor, Señor” no hacemos lo que Él nos dice?, ¿cuántas veces nosotros también
caemos en el error, la equivocación, el deslizamiento?, ¿Cuántas veces nosotros
también nos embriagamos de las cosas de este mundo, rechazamos las
instrucciones dadas por Dios, adulteramos o matamos en nuestro corazón, o
negamos a nuestro Maestro?
Los personajes de la Escritura no eran ni peor ni
mejor que nosotros, de igual forma nosotros, aunque tenemos la plenitud de la
revelación que por Cristo hemos recibido no podemos considerarnos ni peor ni
mejor que ellos. Todos militamos en la misma carne la cual es contraria a Dios
y no desea sujetarse para hacer Su voluntad.
La ventaja, si es que puede decirse así, en el
caso de los llamados, es que desde el mismo primer momento de nuestro
llamamiento una nueva mente, un nuevo corazón ha comenzado a ser trabajado en
nosotros por el Santo Espíritu de Dios, esto se evidencia por el conflicto que
en nuestro interior comienza a darse cuando queriendo hacer el bien no podemos,
teniendo nuestra confianza que este esfuerzo será completado con Cristo a su
venida cuando seamos transformados.
Mientras tanto seguimos avanzado teniendo muy en
claro las promesas que se nos han concedido y rindiéndonos día con día al Padre
para que complete en nosotros la buena obra, perfeccionándonos hasta el día de
Jesucristo, pues como decía Pablo, aunque andamos en la carne, no militamos
según la carne porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, después de todo cuando uno tiene bien claras
sus metas y sus valores, es mucho más difícil perder el rumbo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
2 Timoteo 3:16; Génesis 9:21; Números 20:7,
11,12; 2 Samuel 12:1-22; Mateo 26:69-75; Mateo 7:21-23; Romanos 8:5-8, 9-11; Romanos
7:19-25; Filipenses 1:6; 2 Corintios 10:3-6
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