miércoles, 17 de abril de 2019

Éxito no solo es lograr una meta, sino también saberte mejor que cuando comenzaste tu andar



Al iniciar el andar en el Camino, como respuesta al llamamiento que del Padre se ha recibido, se tiene clara la meta a la que uno debe llegar: nada más y nada menos que ser perfectos y santos como el Padre mismo lo es.

Esa meta, si bien parece inalcanzable para uno –y de hecho lo es-, es posible alcanzarla con la ayuda del Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora en nosotros. Pero dada nuestra carnalidad, el esfuerzo que en el andar imprimimos puede volverse en contra del llamamiento cuando caemos en el legalismo.

El legalismo implica que ante ciertas normas que generalmente y de forma arbitraria establecemos desarrollamos acciones tendientes a lograr eso, acciones que terminan satisfaciéndonos en nuestro corazón aunque lejos estén estas de ser satisfactorias para nuestro Padre.

Respecto de esto, por ejemplo, hay quienes en su mente establecen ciertas cuestiones cuyos requisitos ellos mismos declaran y cuyas acciones tienden a cumplimentarlos dando una sensación de satisfacción personal sin comprender que los designios de la carne son contrarios a Dios.

Es por eso que cuando uno sienta el ego inflado, satisfecho por considerar que se están cumpliendo los estándares que el llamamiento del Padre implica, debe analizarse para no estar cayendo en la actitud del fariseo que ante Dios, a diferencia del publicano, se jactaba todo lo que por sí y para sí lograba.

Esto no demerita todo ese esfuerzo que en el andar imprimimos, sino que pone en la correcta perspectiva la nada que somos para no jactarnos de lo que logramos y lo todo que de Dios necesitamos para lograr ser perfectos y santos.

¡Ese es precisamente el estándar que debemos lograr en todo lo que somos y en todo lo que hacemos: ser perfectos y santos!, si por nuestra propia imperfección y pecaminosidad lo que consideramos acciones justas son como paño de inmundicia para Dios, ¿alguien podrá decir que está cumpliendo el llamamiento con perfección y santidad?

Si la jactancia se ha apoderado de nuestro corazón, es decir, el creer que estamos logrando por nuestros propios esfuerzos la perfección y santidad requerida por Dios, algo está mal con la visión que de nosotros mismos, de Dios, y del llamamiento tenemos.

“Si me veo obligado a jactarme, me jactaré de mi debilidad”, escribía Pablo en su segunda carta a los Corintios, nosotros podemos decir lo mismo, si de algo tenemos que jactarnos es de nuestra debilidad, ¿por qué?, porque Dios mismo ha dicho que Su poder se perfecciona en nuestra debilidad.

Mientras avanzamos no fijemos la mirada exclusivamente en las metas que vamos logrando pues podemos ensoberbecernos por lo que vamos alcanzando, si no que veamos si en nosotros se va desarrollando el carácter perfecto y santo de nuestro Padre Dios, después de todo éxito no solo es lograr una meta, sino también saberte mejor que cuando comenzaste tu andar.



Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor




Referencias:
Mateo 5:48; 1 Pedro 1:16; Lucas 18:27; Isaías 55:8-9; Romanos 8:7-8; Lucas 18:9-14; Isaías 64:6; 2 Corintios 1:30; 2 Corintios 12:9

No hay comentarios:

Publicar un comentario