Todos queremos tener éxito en nuestra vida, más
sin embargo para el cristiano, el mayor éxito es obtener las promesas que se le
han dado por parte de nuestro Padre Dios a través de Su Hijo Jesucristo. Estas
promesas, al igual que las temporales, requieren de nosotros lo que como
humanos podemos dar aunque imperfectamente: constancia, disciplina y pasión.
La salvación nos viene de gracia, no hay nada que
uno pueda hacer por obtenerla, es el eterno amor del Padre y Su infinita
misericordia los que, a través del sacrificio redentor de Jesus, ofrecen la
salvación para todo aquel que la acepte. Más sin embargo, una vez salvos, hay
exigencias para la vida cristiana so pena de perder el regalo que se nos ha
dado.
Perder las promesas es algo muy claro a lo largo
de la Escritura, desde Génesis cuando Esaú vendió su primogenitura, hasta
Revelación cuando se señala la fidelidad como requisito adicional para los
llamados y elegidos exhortándoles a cuidar que nadie venga y les arrebate la
corona prometida.
Constancia, para el cristiano, es saber que hay
algo que tenemos que hacer y asignarle un compromiso de realización a prueba de
todo. Dado que la vida cristiana requiere acciones concretas, estas acciones
deben tener un tiempo y un espacio asignado para ello, no sólo cuando las circunstancias
se presenten. Sin caer en el extremo mecanicista hay que asignar compromisos
para el estudio, la oración, la meditación y todo lo que contribuya a nuestra
edificación.
Disciplina, para el cristiano, se refiere a que
las cosas que deben hacerse se harán sin buscar pretexto para no hacerlas. La
disciplina va aunada a la constancia pues la primera le imprime un carácter de
calidad a la segunda, después de todo ¿de qué sirve organizarnos para cumplir
con constancia las acciones concretas de nuestro cristianismo si las mismas se
hacen con desidia, con enfado, con poco compromiso en ellas?
Pasión, en la vida cristiana, es hacer algo que
nos guste, pero no solo que nos guste sino que nos guste tanto que valga la
pena toda la constancia, toda la disciplina. Este ingrediente, la pasión, hace
que puedan realizarse las otras dos, constancia y disciplina, y en el caso de
la vida cristiana, para quienes han sido llamados, la promesa de ser reyes y sacerdotes
con Cristo en el Reino del Padre por toda la eternidad debe mover a imprimir en nuestras acciones
concretas cristianas esa pasión requerida para ello.
No basta con decir “Señor, Señor”, sino que se
requiere cumplir la voluntad de Dios, después de todo el cristiano es conocido
no por lo que cree sino por los frutos que puede mostrar, como claramente dice
la Escritura “no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los que
cumplen la ley, ésos serán justificados” y para esto el éxito es la combinación de
constancia, disciplina y mucha, ¡pero mucha pasión!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Génesis 25:27-28:5; Revelación 17:14; 3:11; Romanos
4:21; Hebreos 10:23; Santiago 1:12; Lucas 6:46; Mateo 7:21, 20; Romanos 2:13