Si bien el elegido vive una vida llena de
promesas, llena de esperanzas, de la misma forma está llena de tribulaciones y,
peor aún, de frustraciones. Y sobre esto último, sin duda alguna es que una de
esas principales frustraciones es precisamente que todavía no se es lo que se
quisiera ser.
La Palabra, sobre esto, señala “amados, ahora
somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es”.
Pablo señala lo mismo cuando indica “y no
solo la creación sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu,
gemimos dentro de nosotros mismos aguardando la adopción como hijos, la redención
de nuestro cuerpo”.
De manera incipiente tenemos actualmente las
promesas del Espíritu; “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él
Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios. Y el que nos confirma con
vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha
sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones”.
Todo lo anterior sin duda alguna que nos
genera frustración pues ya quisiéramos ser plenamente santos y perfectos, Pablo
expresa esto cuando dice “Porque el anhelo ardiente de la creación es el
aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada
a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en
esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de
corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que
toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y
no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del
Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la
adopción, la redención de nuestro cuerpo”.
Sin duda alguna que esta frustración no es
para nada satisfactoria por la sensación misma que en uno produce, pero si la
vemos desde otra perspectiva debería ser motivo de alegría pues el mismo hecho
de que estemos frustrados implica que no estamos llamados a ser parte de este
mundo sino del reino venidero.
Visto de manera natural podríamos
referenciarlo con un niño, más bien un bebé, que ya quisiera correr cuando ni
siquiera sabe gatear, ha de ser frustrante esto e incluso esto lo vemos cuando,
en sus primeros intentos de caminar el niño tropieza, pero la misma frustración
le indica que no está llamado a quedarse así pues su destino es caminar,
correr, por eso lo intenta una y otra y otra vez hasta que lo logra.
Espiritualmente en los elegidos es lo mismo:
Estamos llamados no solo a caminar o correr sino incluso volar, es decir,
alcanzar alturas que naturalmente no podríamos, alturas espirituales, alturas
divinas, pero para ello debemos primero gatear (muchos estamos en ello aún),
luego caminar (algunos ya andan en eso), luego correr (también otros ya están
corriendo), hasta llegar a volar.
La Palabra expresa esto último cuando señala
que todos estamos llamados “a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del
Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de
la plenitud de Cristo”, así que, espiritualmente hablando, ya lo sabes: Para
correr, primero gatear; para volar, primero soñar
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1 Juan 3:2; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:23; 1
Corintios 1:7; 2 Corintios 1:20-22; Efesios 1:14; Romanos 8:19-23; 2 Corintios
6:18; Efesios 4:13; 2 Pedro 1:4