martes, 28 de mayo de 2024

Para correr, primero gatear; para volar, primero soñar

 


Si bien el elegido vive una vida llena de promesas, llena de esperanzas, de la misma forma está llena de tribulaciones y, peor aún, de frustraciones. Y sobre esto último, sin duda alguna es que una de esas principales frustraciones es precisamente que todavía no se es lo que se quisiera ser.

 

La Palabra, sobre esto, señala “amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”.

 

Pablo señala lo mismo cuando indica “y no solo la creación sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos aguardando la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo”.

 

De manera incipiente tenemos actualmente las promesas del Espíritu; “porque todas las promesas de Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios. Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones”.

 

Todo lo anterior sin duda alguna que nos genera frustración pues ya quisiéramos ser plenamente santos y perfectos, Pablo expresa esto cuando dice “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

 

Sin duda alguna que esta frustración no es para nada satisfactoria por la sensación misma que en uno produce, pero si la vemos desde otra perspectiva debería ser motivo de alegría pues el mismo hecho de que estemos frustrados implica que no estamos llamados a ser parte de este mundo sino del reino venidero.

 

Visto de manera natural podríamos referenciarlo con un niño, más bien un bebé, que ya quisiera correr cuando ni siquiera sabe gatear, ha de ser frustrante esto e incluso esto lo vemos cuando, en sus primeros intentos de caminar el niño tropieza, pero la misma frustración le indica que no está llamado a quedarse así pues su destino es caminar, correr, por eso lo intenta una y otra y otra vez hasta que lo logra.

 

Espiritualmente en los elegidos es lo mismo: Estamos llamados no solo a caminar o correr sino incluso volar, es decir, alcanzar alturas que naturalmente no podríamos, alturas espirituales, alturas divinas, pero para ello debemos primero gatear (muchos estamos en ello aún), luego caminar (algunos ya andan en eso), luego correr (también otros ya están corriendo), hasta llegar a volar.

 

La Palabra expresa esto último cuando señala que todos estamos llamados “a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”, así que, espiritualmente hablando, ya lo sabes: Para correr, primero gatear; para volar, primero soñar

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Juan 3:2; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:23; 1 Corintios 1:7; 2 Corintios 1:20-22; Efesios 1:14; Romanos 8:19-23; 2 Corintios 6:18; Efesios 4:13; 2 Pedro 1:4

 


martes, 21 de mayo de 2024

A veces no escoges el ritmo que la vida te pone, pero si puedes elegir la manera de bailarlo

 




La vida del elegido no es como uno quisiera, si así fuera obvio que en ninguna habría pruebas o tribulaciones ya que nadie conscientemente elegiría esto, más al contrario, las adversidades son algo común en el andar por el Camino a las promesas que se nos han dado.

 

Pablo sobre esto, hablando de su propia experiencia, escribe en su segunda carta a los de Corinto: “Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”.

 

Tal vez, y esto lo vemos en algunos que se alejan del Camino, si Pablo hubiese tenido otro espíritu, hace rato que, ante estas adversidades, hubiese renunciado al llamamiento, pero, al contrario, lo anterior lo concluye señalando “¿quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno?  Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad”.

 

Así que no solo Pablo ve con otros ojos lo que para muchos serían motivos para desistir, sino que incluso se empatiza con el prójimo y se gloria de sus tribulaciones, ¿podríamos decir lo mismo?

 

La Escritura contiene el ejemplo de santos hombres y mujeres, con defectos como todos nosotros, que ante los embates del Enemigo, el Mundo o la Carne, no pudiendo cambiar esto, adoptan una actitud que glorifica a Dios y que los edifica a ellos, actitud que nosotros debemos emular, después de todo a veces no escoges el ritmo que la vida te pone, pero si puedes elegir la manera de bailarlo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Referencias:

2 Corintios 11:25-30; Hebreos 11:37-39

 


martes, 14 de mayo de 2024

Lo que ves en el mundo es un reflejo de lo que haces o dejas de hacer, así que menos queja y más acción

 


Sin duda alguna que toda la historia de la humanidad, desde la rebelión de nuestros primeros padres, ha sido un peregrinar por este mundo bajo el sufrimiento y la muerte, de este destino nos ha salvado nuestro Señor quien, cargando sobre sí nuestros pecados nos ha ganado redención plena.

 

Con todo y todo este mundo sigue siendo un mar de lágrimas, como escribe Pablo a los de Roma: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;  y no solo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo”.

 

Pero incluso en ese escenario el elegido puede hacer la diferencia, ¿cómo?, viviendo la fe de tal manera que realmente sea sal de la tierra y luz del mundo, ¿y esto como se hace?, siendo congruentes con el llamamiento del Padre al que se ha respondido para venir a salvación en el presente siglo.

 

Sobre esta congruencia que debe existir, Pablo en la misma carta a los de Roma señala “tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio?  Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?  Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”.

 

Así se nos establece una responsabilidad incluso de lo que el mundo ahorita es. En efecto, no podemos cambiarlo en su totalidad, eso será al regreso de nuestro Señor cuando inicie el Reino de Dios, pero sí podemos hacer la diferencia viviendo conforme a la fe que decimos profesar.

 

El elegido sabe que este mundo y sus pasiones pasa, pero también sabe que seguimos siendo parte de este mundo resguardados por Dios del mismo, de esta manera, si no nos gusta lo que en el mundo vemos, debemos vivir de tal forma, conforme al llamamiento, que hagamos un cambio en el mismo, después de todo lo que ves en el mundo es un reflejo de lo que haces o dejas de hacer, así que menos queja y más acción.

 

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Referencias:

Génesis 3:1-24; 1 Timoteo 2:14; Romanos 3:24-26; 2 Corintios 5:21; Romanos 8:22-23; 2 Corintios 5:2; Romanos 2:21-24; Lucas 12:47; 1 Juan 2:17; 1 Corintios 7:31; Juan 17:15; Mateo 6:13


martes, 7 de mayo de 2024

A veces hay que seguir luchando, no para cambiar a los demás, sino para que los demás no lo cambien a uno

 


Si desde el punto de vista natural tuviéramos que evaluar uno de los peores desempeños de los profetas del Antiguo Testamento, sin duda alguna que Jeremías estaría entre los finalistas, mira que profetizar durante aproximadamente cuarenta años buscando detener la corriente de idolatría e inmoralidad del reino del sur, Judá, si lograr gran cosa, y uno se preguntará ¿por qué no dejó de hacerlo?

 

Sobre ésta pregunta no debe os de elucubrar mucho pues el mismo profeta, quien en una ocasión le pasó por su mente eso de dejar de profetizar, nos dice por qué no pudo hacerlo: “Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude”.

 

El problema con tratar de no proclamar las verdades divinas es que las mismas se vuelven un fuego interno que exige ser desahogado, y, aunque uno pudiera contenerlo, entonces el riesgo que uno correría es que los demás comenzarían a cambiarlo a uno.

 

Sobre esto, en su momento Dios mismo le previno a Jeremías: “Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos”.

 

No es muy osado decir que si uno deja de profetizar los demás habrán comenzado a cambiarlo a uno ya que, de inicio, ya han logrado el primer propósito de que se deje de proclamar la verdad, y, bueno, el primer paso del cambio hacia atrás es el difícil, ya los demás son consecuencia de este.

 

Salomón en su momento escribió “Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable”. Una mosca es algo pequeño, casi insignificante, pero cayendo en un perfume lo hecha a perder. ¿Crees que dejar de proclamar la verdad es algo pequeño?, pero y aunque así lo fuera, que no lo es, ¿el mundo será mejor o peor sin la luz de las verdades divinas?

 

“Ustedes son la luz del mundo –dijo en su momento nuestro Señor. Una ciudad situada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”.

 

Sé que en ocasiones el andar a las promesas que se nos han hecho, en consonancia al llamamiento del que hemos sido objeto, es algo difícil, el Enemigo, el Mundo y la Carne se nos pueden interponer, con todo y todo hay que tener en cuenta que a veces hay que seguir luchando, no para cambiar a los demás, sino para que los demás no lo cambien a uno.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Referencias:

Jeremías 20:9; Hechos 4:20; Salmos 39:3; Jeremías 15:19; Zacarías 3:7; Levítico 10:10; Eclesiastés 10:1; Nehemías 13:26; Mateo 5:14-16; Proverbios 4:18; Filipenses 2:15