martes, 26 de marzo de 2024

Pensamiento y sentimiento, dos fuerzas que pueden cambiar al mundo ¡y que son tuyas!

 


Algunos, sobre todo a partir de la década de los 60´s del siglo pasado, donde la moda hippie hablaba unión, empatía y fraternidad, comenzaron a tomar parte de los dichos de Jesús para señalar que lo único que importaba era amar.

 

En efecto, nuestro Señor en reiteradas ocasiones se refirió al amor como algo prioritario en la vida cristiana: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros”, pero el hecho de que el amar fuese prioritario no significa que fuese exclusivo.

 

Por ejemplo, de igual forma, nuestro Señor en su momento señaló “no juzguen por la apariencia, sino juzguen con juicio justo”, ese juzgar necesaria y forzosamente implica aplicar la razón ya que el juicio deviene de comparar un comportamiento dado con uno normado.

 

Pretender hacer razón y sentimiento como dos cosas no solo opuestas sino excluyentes deja la vida del creyente incompleto. No podemos solo andar amando pues eso implicaría permisividad, lo cual tampoco tiene cabida en la vida del elegido.

 

Ejemplo de lo anterior lo tenemos en la primera carta que Pablo manda a los de Corinto donde, claramente haciendo uso de la razón, los confronta con la permisividad que, en nombre del amor, tenían: “De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre”.

 

Más sin embargo, siguiendo con el tema este de Pablo, en su segunda carta, habiendo los de Corinto corregido esa situación, se alegra en ello: “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte”.

 

Así que Pablo por amor corrigió usando la razón a aquellos que estaban mal. No confrontó razón y sentimiento excluyendo uno de otro, sino que los usó de manera conjunta, armoniosa, productiva. Igual debemos hacer nosotros.

 

La vida cristiana no trata solo de amar, tampoco solo de razonar, ambas cosas nos las ha dado Dios para que nuestra interacción con el mundo, y sobre todo con los demás, sea plena, y, más aún, conforme a su voluntad, así que ya lo sabes:  Pensamiento y sentimiento, dos fuerzas que pueden cambiar al mundo ¡y que son tuyas!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

Juan 13:35; 1 Juan 4:20; 2 Juan 1:5; Juan 7:24; Levítico 19:15; Santiago 2:4; 1 Corintios 5:1; Deuteronomio 27:20; 2 Corintios 7:9; Mateo 3:8


martes, 19 de marzo de 2024

Un error no te hace peor, te hace mejor si aprendes algo de él

 


Sin duda alguna que lo peor que puede experimentar un elegido que ha venido a salvación es el caer después de ello. ¡Que decepción, que tristeza, que abatimiento! Creíamos que una vez aceptado el llamamiento del Padre nuestra vida sería perfecta y santa y ¡oh, decepción!, pero ¿sabes?, no eres el único, todos, absolutamente todos los elegidos han experimentado eso.

 

David, después de que su pecado con Betsabé fue expuesto, compuso el Salmo 51, ¿sabes qué dice?, “…yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos […] He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre”, ¿te suena parecido?, ¡claro!, es lo que todos en algún momento, tal vez demasiados para nosotros, hemos dicho.

 

Pero ¿sabes que también dice ese Salmo? “Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades.  Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí […] Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; no quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios”, ¿también te suena parecido?, ¿ya ves?, en el fondo todos lidiamos con lo mismo: Nuestra debilidad, nuestra torpeza, nuestra cobardía.

 

Sigamos con David. Recuerda que el pecado del que hablamos fue de adulterio, asesinato y falsedad, nada menos y nada más. Ahora bien, ¿sabes quién reinará sobre el pueblo Israel en el Reino de Dios?, “Mi siervo David será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo pastor; andarán en mis ordenanzas y guardarán Mis estatutos y los cumplirán”.

 

Piensa en esto, ¿cómo era el pueblo de Israel?, ¿acaso no era adultero, homicida, mentiroso?, en ese sentido, ¿quién mejor para liderarlos que alguien que entiende su debilidad, su torpeza, su cobardía?, pero no para dejarlos así sino para llevarlos a lo que están llamados a ser, el mismo Salmo 51 lo señala cuando dice “entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”.

 

Pero, ¿qué hacer ante los tropiezos, las caídas que experimentemos?, Pablo lo señala en su carta a los de Filipo: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

 

¿Tropezaste, caíste?, ¿te sientes mal?, es natural, ¿quieres llorar?, llora, pero luego arrepiéntete, pide perdón a Dios, levántate, sacúdete el polvo y sigue tu andar a las promesas que se nos ha hecho pues al final del Camino el Padre te espera, así ya lo sabes: Un error no te hace peor, te hace mejor si aprendes algo de él.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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Referencias:

Salmos 51:3-5, 9-10, 13, 16-17; Ezequiel 37:24; Jeremías 30:9; Filipenses 3:13-14; Lucas 9:62; Hebreos 6:1


martes, 12 de marzo de 2024

No uses tus problemas como rocas en tu cuello que detengan sino como peldaños a tus pies que te hagan subir

 


Los seres humanos por naturaleza buscamos deslindarnos de las responsabilidades inherentes a nuestras acciones, tal pareciera que esto incluso es genético y que forma parte de la herencia obtenida de nuestros primeros padres.

 

Cuando Adán pecó, ¿qué fue lo que dijo a Dios?, “la mujer que me diste por compañera me dio del fruto de ese árbol, y yo comí”, y cuando Dios le preguntó a la mujer, ¿Qué dijo ésta?, “la serpiente me engañó y yo comí”. O sea, en pocas palabras, ninguno de los dos era responsables de sus acciones. ¿Te suena familiar?

 

Pero en el caso de los elegidos estamos llamados primero a responsabilizarnos de nuestras acciones, de ahí que el primer paso sea el arrepentimiento, “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”, pero como segundo, después obvio de bautizarnos, es vivir una vida nueva: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura (nueva creación) es ; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas”.

 

Pero más aún, incluso los errores que en nuestro andar a las promesas cometamos no deben ser justificación para detener nuestro andar. “Jesús le dijo: Nadie que mire hacia atrás, después de poner la mano en el arado, es apto para el reino de Dios”.

 

Ese poner la mano en el arado sin volver la vista atrás no se refiere a un momento específico de nuestra vida, por ejemplo al arrepentirnos y bautizarnos, sino que es un ejercicio diario. Fíjate en la imagen del que está arando. No es algo de un momento sino de una acción en el tiempo. Igual uno. Comenzamos a arar para el reino de Dios, pero eso lleva tiempo, ¿cuánto?, mientras estemos vivos. Es así que incluso una vez venidos a salvación no debemos estar viendo atrás, ni al día, la hora o el minuto anterior, rumiando los errores cometidos.  ¿Entonces?, Pablo escribiendo a los de Filipo responde: “Hermanos, no considero haber llegado ya a la meta, pero esto sí es lo que hago: me olvido del pasado y me esfuerzo por alcanzar lo que está adelante”.

 

Los errores que cometamos no deben ser la justificación para detener nuestro andar por el Camino a las promesas que se nos han dado, cuando mucho deben servir para aprender de ello, pero no volviendo la vista atrás sino fija en el horizonte que anhelamos, así que ya sabes: No uses tus problemas como rocas en tu cuello que detengan sino como peldaños a tus pies que te hagan subir.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Génesis 3:12-13; 1 Timoteo 2:14; Hechos 2:38-41; Marcos 1:15; 2 Corintios 5:17; Isaías 65:17; Lucas 9:62; Hebreos 10:38; Filipenses 3:13; Hebreos 6:1

 


martes, 5 de marzo de 2024

Hasta del lodo más fangoso las flores nutren su aroma... y tú eres más que una flor


 Si bien como seres humanos todos somos imperfectos, en el caso de los elegidos dicha imperfección causa doble dolor pues no solo nos hace ver nuestra carnalidad natural, sino que también nos hace ver el estado pecaminoso, ajeno al llamamiento que de Dios hemos respondido, que aún padecemos.

 

Uno de los salmos más famosos, por ser del que nuestro Señor sacó un extracto mientras agonizaba en la cruz cuando dijo “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, señala más delante “más yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo”, ¿alguna vez te has sentido así?

 

Aunque pareciera contradictorio, si al tropezar o caer te has sentido como David, eso es una buena señal pues indica que tu corazón aún no se ha cauterizado al grado de no sentir, no importarle el en ocasiones fallar.

 

Ante esa imagen, esa sensación de minusvalía, la Palabra señala en boca de nuestro Señor “¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados.  Así que, no temáis: más valéis vosotros que muchos pajarillos”.

 

Pon atención de nuevo en la última frase de la cita: “Así que, no temáis: más valéis vosotros que muchos pajarillos”. Eso debe hacernos ver el valor que tenemos cada uno de nosotros ante Dios, pero, ¿tenemos ese valor porque somos perfectos y santos?, la Palabra responde: “Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de Él”.

 

¿Te fijas? Dios nos amó primero ¡y eso cuando éramos aún pecadores!, así que su amor hacia nosotros no está condicionado por la perfección o santidad que cada uno crea poseer sino porque simple y sencillamente Dios nos ama.

 

¿Y qué hay con la imperfección que ahorita tenemos? Hay que aprender a lidiar con ella, no ceder ante ella, lidiar con ella: “Pero bueno Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como Él es”.

 

Y mientras tanto, ¿cómo podemos consolarnos, motivarnos?, recordando lo dicho por Pablo a los de Filipo: “estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.”

 

Es cierto que, aun siendo elegidos, al ser imperfectos, tropezamos y caemos, pero eso no debe desanimarnos, y, si Dios aún no nos ha desechado, no seamos nosotros los que desesperanzados nos alejemos de Él, después de todo hasta del lodo más fangoso las flores nutren su aroma... y tú eres más que una flor.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Salmos 22:1, 6; Job 3:24; Mateo 10:29-31; Lucas 12:6; Romanos 5:8-9; Juan 3:16; 1 Juan 3:2; Juan 1:12; Filipenses 1:6; Salmos 138:8