Algunos, sobre todo a partir de la década de
los 60´s del siglo pasado, donde la moda hippie hablaba unión, empatía y
fraternidad, comenzaron a tomar parte de los dichos de Jesús para señalar que
lo único que importaba era amar.
En efecto, nuestro Señor en reiteradas
ocasiones se refirió al amor como algo prioritario en la vida cristiana: “En
esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los
otros”, pero el hecho de que el amar fuese prioritario no significa que fuese
exclusivo.
Por ejemplo, de igual forma, nuestro Señor en
su momento señaló “no juzguen por la apariencia, sino juzguen con juicio justo”,
ese juzgar necesaria y forzosamente implica aplicar la razón ya que el juicio
deviene de comparar un comportamiento dado con uno normado.
Pretender hacer razón y sentimiento como dos
cosas no solo opuestas sino excluyentes deja la vida del creyente incompleto.
No podemos solo andar amando pues eso implicaría permisividad, lo cual tampoco
tiene cabida en la vida del elegido.
Ejemplo de lo anterior lo tenemos en la
primera carta que Pablo manda a los de Corinto donde, claramente haciendo uso
de la razón, los confronta con la permisividad que, en nombre del amor, tenían:
“De cierto se oye que hay entre vosotros fornicación, y tal fornicación cual ni
aun se nombra entre los gentiles; tanto que alguno tiene la mujer de su padre”.
Más sin embargo, siguiendo con el tema este
de Pablo, en su segunda carta, habiendo los de Corinto corregido esa situación,
se alegra en ello: “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino
porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido
contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte”.
Así que Pablo por amor corrigió usando la
razón a aquellos que estaban mal. No confrontó razón y sentimiento excluyendo
uno de otro, sino que los usó de manera conjunta, armoniosa, productiva. Igual
debemos hacer nosotros.
La vida cristiana no trata solo de amar,
tampoco solo de razonar, ambas cosas nos las ha dado Dios para que nuestra
interacción con el mundo, y sobre todo con los demás, sea plena, y, más aún,
conforme a su voluntad, así que ya lo sabes:
Pensamiento y sentimiento, dos fuerzas que pueden cambiar al mundo ¡y
que son tuyas!
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan
13:35; 1 Juan 4:20; 2 Juan 1:5; Juan 7:24; Levítico 19:15; Santiago 2:4; 1
Corintios 5:1; Deuteronomio 27:20; 2 Corintios 7:9; Mateo 3:8