martes, 11 de julio de 2023

Recuerda que la mitad de la lucha de toda batalla que emprendas será siempre contra ti mismo

 


Es claro para el elegido que en su andar por el Camino a las promesas que se nos han dado encontrará la resistencia que viene del Enemigo, del Mundo y de la Carne.

 

Juan en su primera carta les dice a los suyos, y en su figura a todos nosotros, “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

 

Bajo esa perspectiva pareciera que nuestra lucha es siempre exterior, es decir, contra todo aquello que el Enemigo, el Mundo y la Carne ponen ante nosotros para hacernos tropezar, caer; pero la realidad es que la mayor parte de la lucha, si no es que toda, se lleva a cabo en nosotros mismos, en nuestro interior.

 

Jacobo, el medio hermano de Jesús, aclara lo anterior en su carta cuando escribe “cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.

 

Así que, por más Enemigo, Mundo o Carne, claramente uno es tentado de su propia concupiscencia. Qué fuerte, ¿verdad?, que fuerte y que incómodo pues ya no podemos decir que el Enemigo, el Mundo o la Carne nos hizo pecar, sino que nosotros mismos, volitivamente, hemos pecado.

 

 

Más sin embargo lo anterior no quiere decir que no vengan tentaciones del Enemigo, el Mundo o la Carne, ¿qué hacer?, el mismo Jacobo en su carta nos da la receta para ello: “Por tanto, someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros”. Una receta de tan solo dos pasos, se ve fácil, ¿verdad?, pero no lo es.

 

Someterse a Dios es ir contra nuestra carnalidad, Pablo escribiendo a los de Roma sobre esto les dice “por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden”, pero no es con la carne con la que intentamos agradar a Dios, sino con el Espíritu que vive en nosotros, como también escribe Pablo en esa carta a los de Roma: “Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros”.

 

Los elegidos estamos en una guerra, una guerra espiritual, en ese sentido necesitamos del Espíritu de Dios para vencer en ella, en ese entendido necesitamos reconocer que, aunque tentaciones del Enemigo, el Mundo o la Carne vengan, la batalla se realiza en uno mismo, en nuestro interior, contra nuestra propia concupiscencia, así que recuerda que la mitad de la lucha de toda batalla que emprendas será siempre contra ti mismo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Juan 2:15-17; Romanos 12:2; Santiago 1:13-15; Isaías 63:17; Santiago 4:7; Efesios 6:11-17; Romanos 8:7; Santiago 4:4; Romanos 8:6-11; 2 Timoteo 3:1-9


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