Si bien es cierto que, desde que los elegidos hemos
respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo
hemos comenzado a tener las promesas que se nos ha otorgado, ¿si te das cuenta
que la plenitud de las mismas se encuentra en el futuro?
Juan, sobre esto, en su primera carta señala, “amados,
ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es”. Así, es claro que, si bien ya somos hijos de Dios, la plenitud
de la promesa está aún para realizarse en el futuro.
Ese futuro está por delante y solo llegaremos a él
andando por el Camino que nos conduce a la plenitud de las promesas. Sobre
esto, Pablo escribiendo a los de Filipo les dice “hermanos, yo mismo no
pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que
queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al
premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.
Fíjate cómo es que Pablo reconoce que aún no ha alcanzado
aquello que le fue prometido, misma situación que nosotros, pero también fíjate
cómo es que señala que él no se fija en lo que queda atrás, sino que, por el
contrario, se extiende a lo que está adelante.
Y, ¿qué es lo que queda atrás?, nuestros tropiezos,
nuestras caídas en el andar por el Camino a las promesas dadas, vaya: nuestros
pecados. Pero, sobre esto, hay quienes se quedan rumiando esos tropiezos, esas
caídas, considerándose indignos del llamamiento, sintiendo pena y vergüenza,
dudando si alcanzarán lo prometido.
Esto último no es sino acechanzas del Enemigo, el Mundo o
la Carne, quienes quieren que el desánimo impere en nuestro corazón hasta
hacernos desfallecer tirando por la borda el llamamiento y, entonces sí, no
alcanzando lo prometido.
El dolor, la vergüenza que se siente al tropear, al caer,
deben movernos a arrepentimiento, como Juan escribe en su primera carta, “hijitos
míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, pero una vez venidos
en arrepentimiento al Padre, sabedores de su infinita misericordia y eterno
amor, debemos seguir nuestro andar por el Camino con paso firme a las promesas
dadas.
El
elegido sabe que en su andar por el Camino a las promesas que se nos han dado
habrá tropiezos, caídas, también sabe que la mejor actitud ante ello es el
arrepentimiento, el levantarse y el volver a retomar ese andar, de otra forma,
el rumiar el dolor y la vergüenza de esos tropiezos, esas caídas, solo nos
hacen perder el tiempo, así que ya lo sabes, el futuro es un camino de una sola
vía, solo que tú decides si gateas, caminas o vuelas por él.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1
Juan 3:2; Job 19:26; Salmos 17:15; Filipenses 3:13-14; Lucas 9:62; Hebreos
6:1; 1 Juan 2:1; Romanos 5:10; Hebreos 7:25
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