martes, 11 de abril de 2023

El primer aplauso cuando consigues una meta debe ser tuyo, interno, callado, todos los demás serán eco de este

 


Los elegidos sabemos que incluso aquello que vamos obteniendo al andar por el Camino a las promesas que del Padre no debe vanagloriarnos pues no son nuestras fuerzas las que nos granjean lo ganado sino el Espíritu de Dios en nosotros.

 

Nuestro Señor en su momento relató la parábola del fariseo y el publicano donde reitera lo anterior: “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.

 

Fijémonos en que todo lo dicho por el fariseo no es malo, incluso podría decirse que es encomiable, el problema es que él veía eso como algo meritorio que lo hacía más que los demás.

 

De igual forma, en otro momento nuestro Señor advirtió sobre esa actitud cuando señaló “cuidaos de los escribas, a quienes les gusta andar con vestiduras largas, y aman los saludos respetuosos en las plazas, los primeros asientos en las sinagogas y los lugares de honor en los banquetes; que devoran las casas de las viudas, y por las apariencias hacen largas oraciones; éstos recibirán mayor condenación”.

 

De nueva forma la ostentación en cuanto a las acciones, incluso aunque éstas últimas sean correctas, hecha a perder todo, incluyendo a quien así hace, es por eso que Salomón, en su momento, señaló “el orgullo, la arrogancia, el mal camino y la boca perversa, yo aborrezco” y también “cuando viene la soberbia, viene también la deshonra; pero la sabiduría está con los humildes” y de igual forma  “delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la arrogancia de espíritu” (Proverbios 16:18)”.

 

Lo anterior no quiere decir que no nos alegremos conforme vamos viendo en nosotros los frutos del Espíritu, Pablo escribiendo a los de Filipo les dice, no una sino dos veces que se regocijen, pero en el Señor: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”.

 

Como señala Pablo a los de Corinto en su segunda carta, conforme vamos avanzando por el Camino a las promesas que del Padre se nos han dado, “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”, lo anterior debe llenarnos de gozo, no vanaglorioso sino humilde por el trabajo que el Espíritu hace en nosotros conforme a la voluntad de Dios, así que ya lo sabes, el primer aplauso cuando consigues una meta debe ser tuyo, interno, callado, todos los demás serán eco de este.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


Referencias:

Lucas 18:9-14; Romanos 14:10; Marcos 12:38-40; Lucas 14:7-11; Proverbios 8:13; 11:2; 16:18; Salmos 97:10; Filipenses 4:4; Salmos 33:1; 2 Corintios 3:18; Romanos 8:29


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