Es
más que evidente que, dada nuestra naturaleza carnal, las adversidades a las
que nos enfrentamos como elegidos al andar por el Camino nos son incómodas, por
decir lo menos.
Esa
incomodidad en muchas ocasiones nos frustra, nos desanima, pero ante ello la
Palabra nos aclara cuál es el sentido de la misma para que nos enfoquemos en la
luz al final del túnel, por decirlo así, y no en la oscuridad que en esos
momentos nos envuelve.
Pedro
en su primera carta les dice a los de su tiempo, y en su figura a todos los
creyentes de todos los tiempos, “amados, no os sorprendáis del fuego de prueba
que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese, sino gozaos
por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también
en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría”.
Esta
cita pone nuestro enfoque en la luz al final del túnel, como ya se dijo, pero
la Palabra también nos aclara el sentido actual de las sombras que pueden en
esos momentos de adversidad envolvernos, en esa misma carta Pedro antes de esa
cita señala “que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para
alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo
postrero. En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo,
si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que
sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque
perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando
sea manifestado Jesucristo”.
Así
que si conjuntamos ambas expresiones podemos tener el panorama completo con
relación a la adversidad: el proceso implica probar nuestra fe para que ésta
llega a ser más valiosa que el oro, y, en cuanto al resultado, es llegar en su
momento a gozarnos con alegría en la gloria de Cristo a su venida.
Y
sobre esto último, Pablo escribiendo a los de Roma les dice “el Espíritu mismo
da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de
Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que
juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las
aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que
en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el
aguardar la manifestación de los hijos de Dios”. Así que cualquier adversidad
que padezcamos es nada en comparación con lo que recibiremos si es que nos
mantenemos fieles hasta el final.
Nuestro
andar por el Camino a las promesas que se nos han dado no está exento de
adversidades, de hecho, es parte intrínseca de ese caminar, con todo y todo eso
tiene razón de ser la cual es generar en nosotros el carácter perfecto y santo
de nuestro Padre Dios, después de todo la adversidad tiene objetivo, recuerda
que se requiere obscuridad para apreciar el brillo de las estrellas.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1
Pedro 4:12-14; 1:5-7; Eclesiastés 5:8; Daniel 11:35; 1 Corintios 3:13; Romanos
8:16-19; Lucas 20:35-36; Juan 1:12; 2 Corintios 6:17-18