No
sé si en alguna ocasión hayas escuchado que no es lo mismo vivir la buena vida
que vivir la vida buena. La buena vida es la que propone el mundo llena de
goces carnales, sin restricción alguna, con un sentido netamente egoísta. La
vida buena es la que nos propone Dios en su Palabra, vida que es perfecta,
santa y eterna.
Esta
diferencia no es menor, pero el no comprenderla da pauta a que el mundo señale
a los elegidos y a que los elegidos a veces duden de su llamamiento, después de
todo ¿por qué privarnos de ciertas cosas?, ¿por qué no vivir como queramos?,
¿por qué no hacer lo que se nos venga en gana?
Juan
en su primera carta señala a los de su tiempo, y en su figura a todos los
creyentes de todos los tiempos, “no améis al mundo ni las cosas que están en el
mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo
que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la
arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa,
y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre”.
Esta
cita debería ser más que suficiente para darnos cuenta que si bien lo que
ofrece el mundo puede ser más atrayente carnalmente hablando, todo ello llegará
el momento en que pase, en que termine; por el contrario, lo que ofrece el
Padre, si bien puede no ser tan atrayente carnalmente hablando, no pasará,
nunca terminará.
Con
todo y todo, a quienes no tienen el Espíritu de Dios se les hace muy difícil
siquiera comprender esto, la misma Escritura explica esto cuando señala que “…el
deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne;
y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.
El
camino que ofrece el mundo es ancho, espacioso, sin mayores problemas y muchas
veces con mayores satisfacciones temporales, carnales; el Camino de Dios es
estrecho, reducido, con muchos problemas, con menos satisfacciones temporales,
carnales; pero ¿qué dice la Palabra?, “hay camino que al hombre le parece
derecho; pero su fin es camino de muerte”.
“¿Pero
qué hay de ese sufrimiento que en la actualidad puede experimentarse por vivir
conforme a la voluntad de Dios, por andar por su Camino?”— alguien podrá
preguntar. Pablo responde esto en su primera carta a los de Roma cuando les
dice “pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son
comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.
Uno
puede en el presente siglo vivir la buena vida carnalmente hablando, llena de
goces y placeres temporales, pero la misma, al ser su fin de muerte, no puede
considerarse realmente vida; por el contrario uno puede elegir vivir la vida
buena, aquella para la que Dios nos está habilitando en el presente siglo, una
vida eterna, de gloria, perfección y santidad, así que nunca te conformes ni con una vida sin sueños ni con unos
sueños sin vida.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1
Juan 2:15-17; Romanos 12:2; Santiago 4:4; Gálatas 5:17; Romanos 7:15-18; Juan
3:6; Mateo 7:13,14; Lucas 13:24; Proverbios 14:12; Romanos 6:21; Isaías
58:11,12; Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 4:13
No hay comentarios:
Publicar un comentario