Cuando
el elegido habla de cambiar el mundo no se refiere a mejorar lo existente ya
que como dice la misma Escritura “porque todo lo que hay en el mundo, la pasión
de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que
hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, ese cambiar el mundo se
refiere a cambiar el destino que le espera si es que no se arrepiente, se
convierte y viene a salvación, esto en consonancia con la voluntad de Dios de
quien la Palara dice que “no [quiere] que ninguno perezca, sino que todos
procedan al arrepentimiento”.
Para
ello el creyente sabe que, conforme a la Gran Comisión que se la ha asignado,
debe “[ir] por todo el mundo [predicando] el evangelio a toda criatura [ya que]
el que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será
condenado”, pero de igual forma sabe que su misión no termina ahí pues debe dar
ejemplo de aquello que predica.
Pablo,
escribiendo a los de Roma, hace énfasis en aquellos que predicando una cosa
hacen otras, razón por la cual en vez de ser Dios glorificado es vilipendiado:
“Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que
no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar,
¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te
jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Porque como está escrito, el nombre de Dios es
blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”.
Cristo
en su momento, referido a esto, les señaló a aquellos que le oían, y en su
figura a los creyentes de todos los tiempos, diciendo “¿Por qué me llamáis,
Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?”, y todavía aclara más esto cuando
señala “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos
me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.
Es
por eso que en consonancia con todo lo anterior, Jacobo, el medio hermano de
Jesús, señaló en su carta “pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra
pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo
su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida
cómo era. Más el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y
persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este
será bienaventurado en lo que hace”.
Quien respondiendo al llamamiento del Padre para venir a
salvación en el presente siglo comienza su andar por el Camino sabe que si bien
su decir puede traer almas a la salvación, es la congruencia de esto con su
hacer el que da fuerza a su predicación, después de todo la mejor tarjeta de
presentación en tus intentos de cambiar al mundo es tu ejemplo.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
1
Juan 2:17; 1 Corintios 7:31; 2 Pedro 3:9; Ezequiel 33:11; Marcos 16:15-18; Hechos
1:8; Romanos 2:21-24; Salmos 50:16-21; Lucas 6:46; Mateo 7:21-23; Santiago
1:22-25; Romanos 2:13
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