martes, 26 de abril de 2022

Si no has logrado lo que crees merecer, revisa que no sea porque no has luchado lo suficiente

 


Hay quienes creen, leyendo a Pablo en su carta a los de Éfeso “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  no por obras, para que nadie se gloríe”, que dado que la salvación nos es dada por gracia y no por obras, ya no hay nada que se tenga que hacer, ningún esfuerzo que se tenga que aplicar en nuestro andar por el Camino.

 

Quienes así piensan desoyen otras partes de la Escritura que nos exhortan a esforzarnos, a trabajar con ahínco por alcanzar las promesas que se nos han dado. Tal vez la cita más clara y vehemente al respecto sea la exhortación que Dios hace a Josué previo a la entrada del pueblo de Israel en la tierra prometida: “Esfuérzate y sé valiente, porque tú serás quien reparta a este pueblo, como herencia, la tierra que juré a sus padres que les daría. Pero tienes qué esforzarte y ser muy valiente. Pon mucho cuidado y actúa de acuerdo con las leyes que te dio mi siervo Moisés. Nunca te apartes de ellas, ni a la derecha ni a la izquierda, y así tendrás éxito en todo lo que emprendas. Procura que nunca se aparte de tus labios este libro de la ley. Medita en él de día y de noche, para que actúes de acuerdo con todo lo que está escrito en él. Así harás que prospere tu camino, y todo te saldrá bien. Escucha lo que te mando: Esfuérzate y sé valiente. No temas ni desmayes, que yo soy el Señor tu Dios, y estaré contigo por dondequiera que vayas”.

 

Contrariamente a lo señalado al inicio, la Escritura, antes que propugnar por una indolencia, critica a quienes rechazan a trabajar en la obra del Señor, cinco citas de Proverbios apuntan a eso: “Pobre es el que trabaja con mano negligente, más la mano de los diligentes enriquece”, “No ames el sueño, no sea que te empobrezcas; abre tus ojos [y] te saciarás de pan”, “Desde el otoño, el perezoso no ara, pide en la cosecha, y no hay nada”; “y llegará tu pobreza [como] ladrón, y tu necesidad como hombre armado”, y “La pereza hace caer en profundo sueño, y el alma ociosa sufrirá hambre”.

 

De hecho en la parábola de los talentos Jesús es muy claro al respecto en cuanto al trabajo, al esfuerzo que se espera de los elegidos: “Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos. Y llegando el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos. Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos. Su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”.

 

El problema de la falsa dicotomía, fe y obras, es que quienes invalidan una con otra no entiende que ambas se requieren para la vida cristiana: La salvación, por gracia, para responder al llamado del Padre, y las obras, por esfuerzo, para avanzar en el Camino a las promesas que se nos han dado, así que ya lo sabes si no has logrado lo que crees merecer, revisa que no sea porque no has luchado lo suficiente.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

Efesios 2:8-9; Hechos 15:11; Romanos 3:24; Josué 1:6-9; Deuteronomio 11:8; 1 Crónicas 22:13; Proverbios 10:4; 20:13; 20:4; 24:34; 19:15; Mateo 25:14-30; Lucas 19:11-27

 


martes, 19 de abril de 2022

¿Sabes que es lo mejor del futuro? Que depende enteramente de ti

 


Cuando en la vida cristiana se señala que el futuro depende de uno, no quiere decirse con eso que la salvación podemos ganárnosla. Sobre esto Pablo es muy claro cuando escribiendo a los de Éfeso les dice “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;  no por obras, para que nadie se gloríe”, más sin embargo aquello de que el futuro depende de uno se refiere a que si bien Dios ha reconciliado al mundo con Él por medio del sacrificio redentor de Jesús, está en uno si ese regalo es aceptado o rechazado.

 

Pablo en su segunda carta a los de Corinto les dice “que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación”.

 

Juan en el inicio de  su Evangelio, inspiradamente escribe diciendo sobre Jesús  “a los suyos vino, y los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios”.

 

Entonces tenemos que Dios en Cristo estaba reconciliando el mundo con Él, pero de igual forma esa reconciliación no es impuesto sino puesta a disposición de quien libremente la acepte.

 

Lo anterior es resumido por Juan en su Evangelio cuando escribe “porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El. El que cree en Él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios”.

 

Veámoslo así. Es como si una persona rica, con mucho dinero, nos quisiera regalar un millón de dólares. El regalo ahí está, se nos ofrece, pero depende de nosotros el tomarlo. No se nos puede obligar, debe ser libremente aceptado, es por eso que se dice que en cuanto al cristiano el futuro depende de uno, no porque, siguiendo el ejemplo, nos hubiéramos ganado ese millón de dólares, sino porque podemos optar entre tomar ese regalo o rechazarlo.

 

Ahora bien, uno no tiraría a la basura el millón de dólares después de haberlo recibido como regalo, de la misma forma si uno ha aceptado el regalo de la salvación debe tener el cuidado de no despreciarlo posteriormente, como escribe Pablo a los hebreos “porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?”

 

La salvación que deviene de gracia al aceptar el sacrificio redentor de Jesús es algo que podemos aceptar o bien rechazar, de igual forma, una vez que uno ha venido a salvación puede decidir si se mantiene fiel hasta el final o si apostata de la fe, en cualquiera de los casos tenemos esa libertad de decisión pero también las consecuencias de ello, de esta forma ¿sabes que es lo mejor del futuro? Que depende enteramente de ti.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

Efesios 2:8-9; Romanos 3:24; 2 Corintios 5:19; 1 Timoteo 3:16; Juan 1:12; Romanos 8:14; Juan 3:16-18; Romanos 5:8; Hebreos 10:26-29; Mateo 5:13


martes, 12 de abril de 2022

Nunca te conformes ni con una vida sin sueños ni con unos sueños sin vida

 


No sé si en alguna ocasión hayas escuchado que no es lo mismo vivir la buena vida que vivir la vida buena. La buena vida es la que propone el mundo llena de goces carnales, sin restricción alguna, con un sentido netamente egoísta. La vida buena es la que nos propone Dios en su Palabra, vida que es perfecta, santa y eterna.

 

Esta diferencia no es menor, pero el no comprenderla da pauta a que el mundo señale a los elegidos y a que los elegidos a veces duden de su llamamiento, después de todo ¿por qué privarnos de ciertas cosas?, ¿por qué no vivir como queramos?, ¿por qué no hacer lo que se nos venga en gana?

 

Juan en su primera carta señala a los de su tiempo, y en su figura a todos los creyentes de todos los tiempos, “no améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

 

Esta cita debería ser más que suficiente para darnos cuenta que si bien lo que ofrece el mundo puede ser más atrayente carnalmente hablando, todo ello llegará el momento en que pase, en que termine; por el contrario, lo que ofrece el Padre, si bien puede no ser tan atrayente carnalmente hablando, no pasará, nunca terminará.

 

Con todo y todo, a quienes no tienen el Espíritu de Dios se les hace muy difícil siquiera comprender esto, la misma Escritura explica esto cuando señala que “…el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.

 

El camino que ofrece el mundo es ancho, espacioso, sin mayores problemas y muchas veces con mayores satisfacciones temporales, carnales; el Camino de Dios es estrecho, reducido, con muchos problemas, con menos satisfacciones temporales, carnales; pero ¿qué dice la Palabra?, “hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”.

 

“¿Pero qué hay de ese sufrimiento que en la actualidad puede experimentarse por vivir conforme a la voluntad de Dios, por andar por su Camino?”— alguien podrá preguntar. Pablo responde esto en su primera carta a los de Roma cuando les dice “pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.

 

Uno puede en el presente siglo vivir la buena vida carnalmente hablando, llena de goces y placeres temporales, pero la misma, al ser su fin de muerte, no puede considerarse realmente vida; por el contrario uno puede elegir vivir la vida buena, aquella para la que Dios nos está habilitando en el presente siglo, una vida eterna, de gloria, perfección y santidad, así que nunca te conformes ni con una vida sin sueños ni con unos sueños sin vida.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

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www.rocefi.com.mx

 

 

Referencias:

1 Juan 2:15-17; Romanos 12:2; Santiago 4:4; Gálatas 5:17; Romanos 7:15-18; Juan 3:6; Mateo 7:13,14; Lucas 13:24; Proverbios 14:12; Romanos 6:21; Isaías 58:11,12; Romanos 8:18; 2 Corintios 4:17; 1 Pedro 4:13


martes, 5 de abril de 2022

La mejor tarjeta de presentación en tus intentos de cambiar al mundo es tu ejemplo

 


Cuando el elegido habla de cambiar el mundo no se refiere a mejorar lo existente ya que como dice la misma Escritura “porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”, ese cambiar el mundo se refiere a cambiar el destino que le espera si es que no se arrepiente, se convierte y viene a salvación, esto en consonancia con la voluntad de Dios de quien la Palara dice que “no [quiere] que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

 

Para ello el creyente sabe que, conforme a la Gran Comisión que se la ha asignado, debe “[ir] por todo el mundo [predicando] el evangelio a toda criatura [ya que] el que creyere y fuere bautizado, será salvo; más el que no creyere, será condenado”, pero de igual forma sabe que su misión no termina ahí pues debe dar ejemplo de aquello que predica.

 

Pablo, escribiendo a los de Roma, hace énfasis en aquellos que predicando una cosa hacen otras, razón por la cual en vez de ser Dios glorificado es vilipendiado: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios?  Porque como está escrito, el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros”.

 

Cristo en su momento, referido a esto, les señaló a aquellos que le oían, y en su figura a los creyentes de todos los tiempos, diciendo “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que digo?”, y todavía aclara más esto cuando señala “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.

 

Es por eso que en consonancia con todo lo anterior, Jacobo, el medio hermano de Jesús, señaló en su carta “pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, este es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Más el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, este será bienaventurado en lo que hace”.

 

Quien respondiendo al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo comienza su andar por el Camino sabe que si bien su decir puede traer almas a la salvación, es la congruencia de esto con su hacer el que da fuerza a su predicación, después de todo la mejor tarjeta de presentación en tus intentos de cambiar al mundo es tu ejemplo.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

1 Juan 2:17; 1 Corintios 7:31; 2 Pedro 3:9; Ezequiel 33:11; Marcos 16:15-18; Hechos 1:8; Romanos 2:21-24; Salmos 50:16-21; Lucas 6:46; Mateo 7:21-23; Santiago 1:22-25; Romanos 2:13