Cuando
referido al llamamiento al que hemos respondido hablamos de sueños, no nos
referimos a ilusiones o fantasías sino a las promesas concretas que hemos
recibido y las cuales nos animan a avanzar en el Camino para alcanzarlas.
Si bien la salvación nos es dada por gracia, no por
nuestros méritos o esfuerzos, de igual forma se nos insta, una vez siendo
salvos, a esforzarnos por alcanzar las promesas que se nos han dado.
Esto es importante considerarlo pues si uno confunde una
cosa con la otra puede creer que la salvación la obtenemos por nuestras obras,
lo cual no es así, o que una vez salvos ya no tenemos que esforzarnos para nada
lo cual tampoco es cierto.
El “esfuérzate y sé valiente” es un exhorto escritural
que se nos es dado a todos los que hemos venido a salvación y forma parte del
carácter que el Padre desea desarrollar en cada uno por su Santo Espíritu que
en nosotros mora.
En su segunda carta a los de Corinto, Pablo escribiendo
sobre esto les exhorta diciendo “como tenemos estas promesas, queridos
hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para
completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación” y tan así está
relacionado ese esfuerzo con el alcanzar las promesas que Revelación señala “el
que salga vencedor se vestirá de blanco. Jamás borraré su nombre del libro de
la vida, sino que reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de sus
ángeles”.
En contraparte, considerando lo anterior, quien no se
mantenga firme a hasta el final es más que evidente que no alcanzará las promesas
dadas, es por ello que a los santos que han triunfado la Escritura se refiere
como llamados, elegidos y fieles. Ahorita tú, yo y todos los que a
salvación hemos venido somos llamados y
elegidos, es decir, se nos llamó y hemos respondido, pero lo de ser fieles solo
se verá hasta el final, cuando al regreso de nuestro Señor quede de manifiesto
quienes alcanzaron esas promesas.
¿Te imaginas aquellos que por desidia, confusión o error,
creyendo que la salvación los exentaba de esforzarse en alcanzar las promesas,
no alcancen lo esperado? Sobre estos la Palabra indica que lo único que les
queda es el “lloro y
el crujir de dientes”.
El Señor ya está a la puerta, esto es más que evidente,
de igual forma, esto debe movernos a un esfuerzo final, supremo por alcanzar
aquello que se nos prometió, no a dormirnos sino a velar para ser considerados
dignos de entrar a las bodas del Cordero, después de todo un sueño puede ser
algo difícil de lograr, no lograrlo es aún más difícil de aceptar.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Efesios
2:8-9; Romanos 3:24; Revelación 3:11; 1 Corintios 9:25; Josué 1:6; Deuteronomio
31:6; 2 Corintios 7:1; 1 Pedro 1:15; Revelación 3:5; Mateo 10:32; Revelación 17:14;
Mateo 13:50; Revelación 3:20; Mateo 24:33
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