Para
los elegidos, las promesas que se nos han entregado forman parte de una
esperanza cierta, más sin embargo, para el mundo, las mismas no tienen razón
alguna, de hecho les suenan como locura.
Esas
promesas no son de ninguna forma desvaríos sino que forman parte de aquellos
sueños que deseamos alcanzar, sueños claros y concretos basados en la Palabra y
sustentados en el sacrificio redentor de Jesús que el mundo no entiende, como
lo señala Pablo en su primer carta a los de Corinto: “Porque la palabra de la
cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder
de Dios”.
Con
todo y todo esas promesas, esos sueños, tienen un momento para buscarse,
momento que, de frente a la eternidad, es extremadamente fugaz por lo que debe
aprovecharse cada instante para avanzar hacia aquello, como escribe Isaías “buscad
á Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”.
Ese
aprovechar cada momento requiere de nuestra voluntad, es decir, de nuestra
acción aunada a nuestra intención para avanzar por el Camino. Deuteronomio
señala esto cuando indica que uno hallará a Dios “si lo busca con todo [el]
corazón y con toda [el] alma”. Haciendo eco de esto nuestro Señor indica lo
mismo señalando “pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os
abrirá. Porque cualquiera que pide,
recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá”.
“¿Y
cuál es el límite de ese esfuerzo?” —alguien pudiera preguntar— , el límite es
la vida misma, como lo dijo nuestro Señor
“el que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de
mí, la hallará”.
Revelación
contiene un simbolismo relativo al tiempo presente en que se deben aprovechar
la oportunidad para santificarse, tiempo que tendrá un término en el futuro:
poco antes de que los siete ángeles que contienen las siete copas de la ira
postrera de Dios comiencen a derramar éstas sobra la tierra se señala “y el
templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía
entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los
siete ángeles”.
Este
entrar en el templo es venir a salvación, de esta forma llegará un momento en
que, como también es simbolizado en la parábola de las cinco vírgenes prudentes
y las cinco vírgenes fatuas, éstas últimas, una vez que las primeras hubiesen
entrando con su señor a las bodas cerrándose la puerta, vendrán “diciendo:
``Señor, señor, ábrenos´´. Pero [responderá] él [ ]: ``En verdad os digo que no
os conozco´´”.
Por
cierto, la parábola de las cinco vírgenes prudentes y las cinco vírgenes fatuas
termina con el exhorto: “Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora”. De
esta forma, los elegidos debemos buscar no dormirnos sino estar velando pues el
tiempo es corto y nuestro día de la liberación ya está a la vuelta, después de
todo, en cuanto a las promesas que se
nos han dado, los sueños son tan
fugaces que se nos dotó de las alas de la voluntad para darles alcance.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Hebreos
11:1; 2 Corintios 5:7; 1 Corintios 1:18; Romanos 1:16; Deuteronomio 4:29; Jeremías
29:13; Mateo 7:7-8; Mateo 10:39; Mateo 16:25; Marcos 8:35; Lucas 9:24; Lucas
17:33; Revelación 15:8; Mateo 25:11-13
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