martes, 5 de enero de 2021

Los sueños son tan fugaces que se nos dotó de las alas de la voluntad para darles alcance

 


Para los elegidos, las promesas que se nos han entregado forman parte de una esperanza cierta, más sin embargo, para el mundo, las mismas no tienen razón alguna,  de hecho les suenan como locura.

 

Esas promesas no son de ninguna forma desvaríos sino que forman parte de aquellos sueños que deseamos alcanzar, sueños claros y concretos basados en la Palabra y sustentados en el sacrificio redentor de Jesús que el mundo no entiende, como lo señala Pablo en su primer carta a los de Corinto: “Porque la palabra de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos es poder de Dios”.

 

Con todo y todo esas promesas, esos sueños, tienen un momento para buscarse, momento que, de frente a la eternidad, es extremadamente fugaz por lo que debe aprovecharse cada instante para avanzar hacia aquello, como escribe Isaías “buscad á Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”.

 

Ese aprovechar cada momento requiere de nuestra voluntad, es decir, de nuestra acción aunada a nuestra intención para avanzar por el Camino. Deuteronomio señala esto cuando indica que uno hallará a Dios “si lo busca con todo [el] corazón y con toda [el] alma”. Haciendo eco de esto nuestro Señor indica lo mismo señalando “pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.  Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se abrirá”.

 

“¿Y cuál es el límite de ese esfuerzo?” —alguien pudiera preguntar— , el límite es la vida misma, como lo dijo nuestro Señor  “el que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará”.

 

Revelación contiene un simbolismo relativo al tiempo presente en que se deben aprovechar la oportunidad para santificarse, tiempo que tendrá un término en el futuro: poco antes de que los siete ángeles que contienen las siete copas de la ira postrera de Dios comiencen a derramar éstas sobra la tierra se señala “y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios, y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles”.

 

Este entrar en el templo es venir a salvación, de esta forma llegará un momento en que, como también es simbolizado en la parábola de las cinco vírgenes prudentes y las cinco vírgenes fatuas, éstas últimas, una vez que las primeras hubiesen entrando con su señor a las bodas cerrándose la puerta, vendrán “diciendo: ``Señor, señor, ábrenos´´. Pero [responderá] él [ ]: ``En verdad os digo que no os conozco´´”.

 

Por cierto, la parábola de las cinco vírgenes prudentes y las cinco vírgenes fatuas termina con el exhorto: “Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora”. De esta forma, los elegidos debemos buscar no dormirnos sino estar velando pues el tiempo es corto y nuestro día de la liberación ya está a la vuelta, después de todo, en cuanto a  las promesas que se nos han dado, los sueños son tan fugaces que se nos dotó de las alas de la voluntad para darles alcance.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


 

Referencias:

Hebreos 11:1; 2 Corintios 5:7; 1 Corintios 1:18; Romanos 1:16; Deuteronomio 4:29; Jeremías 29:13; Mateo 7:7-8; Mateo 10:39; Mateo 16:25; Marcos 8:35; Lucas 9:24; Lucas 17:33; Revelación 15:8; Mateo 25:11-13


No hay comentarios:

Publicar un comentario