Sin
duda alguna una de las cosas que más pueden una vez que se ha iniciado el andar
por el Camino, son los tropiezos, las caídas que en él se experimentan ya que
la idea que uno tiene al venir a salvación es que todas las tentaciones, todas
las tribulaciones que se presenten serán superadas siendo que la realidad dista
mucho de ello.
La
Escritura nunca presenta a los santos, a las santas de Dios, como personas que
nunca tropiezan, que nunca caen, pero sí los presente como aquellos que
habiendo tropezado, habiendo caído, son capaces de levantarse y retomar ese
andar, como dice la Palabra, “porque siete veces cae el justo, y vuelve a
levantarse; más los impíos caerán en el mal”.
Pero
entonces ¿qué sentido tiene que los justos caigan? En primer lugar lo que hay
que considerar es que dada nuestra actual carnalidad, nuestro andar por el
Camino no puede ser perfecto y santo. Juan entendiendo esto, en su primer carta
lo señala diciendo “hijitos míos, les escribo estas cosas para que no pequen.
Si alguno ha pecado, tenemos un abogado ante el Padre, a Jesucristo el justo”.
Lo
segundo que se debe tener en mente es que, independientemente de lo anterior,
es decir, que en el presente siglo nuestro andar por el Camino no puede ser
perfecto y santo, estamos llamados a eso y a eso llegaremos siempre y cuando
nos mantengamos fieles, sobre esto Juan, también en su primer carta, señalando
hacia el futuro, una vez que hallamos nacido del Espíritu, lo indica diciendo “Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”.
Y
lo tercero que se debe considerar es que a través de la experiencia —ya que
después de todo esa fue la manera en que nuestros primeros padres a nombre de
la humanidad decidieron ir hacia las verdades divinas— Dios está forjando en
nosotros su carácter perfecto y santo, prueba de ello que nos vamos dando
cuenta de lo que es bueno y de lo que es malo, de lo que es el bien y de lo que
es el mal, Pablo escribiendo sobre esto que él mismo de igual forma
experimentaba, les dice a los Romanos señala “porque no hago el bien que
quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo,
sino el pecado que mora en mí. Así que,
queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en
la ley de Dios; pero veo otra ley en mis
miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la
ley del pecado que está en mis miembros”.
El
andar por el Camino está lleno de tropiezos, de caídas, dado que todo obra para
bien para los que aman a Dios debemos concluir que incluso esto es de
edificación para nosotros, así que no lo olvides, hablando de los tropiezos y
caídas que en nuestro andar experimentamos, ¿fracasos?, para nada, mejor velos
como entrenamientos para tu éxito futuro.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Proverbios 24:16; 2 Corintios 4:9; Job 5:19; 1 Juan 2:1; Romanos 5:10; Hebreos 7:25; 1 Juan 3:9; Salmos 119:3; 1 Pedro 1:23; Romanos 7:19-23
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