martes, 8 de diciembre de 2020

Tus objetivos deben tener tres características, no solo dos: ser alcanzables, ser medibles, ¡y ser apasionantes!


 


Siendo de aquellos que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo, si se nos preguntara  sobre nuestra esperanza, creo que todos coincidiríamos en señalar que ésta es ser con Cristo reyes y sacerdotes en el reino venidero.

 

Esta meta, si bien es loable y de hecho es la que le da sentido a nuestro andar por el Camino, debe tener de igual forma objetivos a corto y mediano plazo que nos permitan ir creciendo en el conocimiento de Dios y Su Hijo y, poniendo por obra esa fe que se dice profesar, ir madurando hasta alcanzar la estatura perfecta de Cristo.

 

¿Se entiende la diferencia? Una cosa es tener en claro las promesas que se nos han dado, otra muy distinta, y a la vez considero indispensable para lo primero, es que sepamos qué debemos ir comprendiendo, qué debemos ir haciendo en nuestra vida para aquello.

 

Pongo un ejemplo. Retomemos la pregunta inicial “¿cuál es la esperanza qué tienes como hijo de Dios?”, la respuesta que ya se dijo es “ser con Cristo reyes y sacerdotes en el reino venidero”. Excelente. Ahora viene la otra pregunta “¿qué estás haciendo, que te falta hacer, para alcanzar eso?”.

 

¿Ves la diferencia? Un hijo de Dios sabe aquello en lo que ha puesta su esperanza, de igual forma un hijo de Dios debe saber qué es aquello que le hace falta para alcanzar lo primero.

 

Pablo en su primera carta a los de Corinto les aclara lo anterior cuando les dice “¿no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios”. Esto en cuanto al hacer. En función de esto, ¿hay aún algo en lo que cada quien deba trabajar?, si la respuesta es sí, ¿qué está cada uno haciendo para ello?

 

De igual forma Pablo escribiendo a los Hebreos les dice “porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.  Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño;  pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”. Esto en cuanto al saber. En función de esto, ¿hay aún algo en lo que cada quien deba trabajar?, si la respuesta es sí, ¿qué está cada uno haciendo para ello?

 

Sin duda alguna que la esperanza que se nos ha dado excede con mucho las tribulaciones que en la actualidad se padecen, pero de igual forma esa esperanza debe estar cimentada en propósitos que permitan avanzar por el Camino hacia lo primero, después de todo tus objetivos deben tener tres características, no solo dos: ser alcanzables, ser medibles, ¡y ser apasionantes!

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx


Referencias:

Colosenses 1:10; 2 Pedro 1:8; Efesios 4:1; 2 Pedro 3:18; Efesios 4:15; 2 Tesalonicenses 1:3; Efesios 4:13; 1 Corintios 14:20; Efesios 1:17; 1 Corintios 6:9-10; Gálatas 5:19-21; Efesios 5:5; Hebreos 5:12-14; Colosenses 3:16; 1 Pedro 4:11

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