Los
cristianos tenemos muy claro el llamamiento al que hemos respondido: ser
perfectos y ser santos como nuestro Padre lo es, con todo y todo, la misma
magnitud de la meta puede hacer que algunos se desanimen, ¿por qué?, porque la
perfección y santidad no es algo que alcanzaremos en el presente siglo sino en
el siglo venidero.
Juan,
viendo ese conflicto, escribió en su primer carta “Amados, ahora somos hijos de
Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando
él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”,
de esta forma es más que claro que la perfección y santidad es una meta a la
cual tendemos pero que el no haberla alcanzado ahorita no debe menoscabar el esfuerzo por lograrla.
Fíjate
en esta aparente contradicción de Pablo, por un lado señala que él no ha
alcanzado aún la meta, “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado”,
pero por otro nos insta a seguir su ejemplo, “sed imitadores de mí”, ¿cómo
puede Pablo esperar le imitemos cuando él mismo no ha logrado lo que busca?,
esa aparente contradicción se resuelve cuando se mira todo el panorama.
Cuando
Pablo reconoce que aún no ha alcanzado lo que busca completa la idea diciendo “pero
una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo
que está delante prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios
en Cristo Jesús”, también cuando pide se le imite completa la idea señalando,
en cuanto a imitar, “como también yo lo soy de Cristo”.
Nuestro
Padre es perfecto y santo, eso es a lo que estamos llamados, de igual forma, al
ser Él infinito, eterno, todopoderoso y omnisapiente necesitamos de algo que lo
represente, ese algo, o más bien ese alguien, es Cristo, a quien la misma
Escritura refiere como “la imagen del Dios invisible”, con todo y todo, podemos
ver en los hermanos y hermanas en la fe, esa debilidad, esa torpeza, esa
rebeldía, y esa cobardía que no identificamos en el Padre ni tampoco en Su Hijo
y que nos pueden servir, a manera de edificación, para ver de igual forma, el
modo de luchar contra nuestra carnalidad. Ese es el ejemplo que Pablo propone.
Pablo
no establece la imitación suya como la meta, sino como la manera en que lucha
contra el Enemigo, contra el Mundo y contra la Carne para alcanzar las promesas
que se nos han sido dadas, de igual forma, cada hermano y hermana en la fe, tu
y yo, aunque aún no hayan alcanzado, no
hayamos alcanzando, esa perfección y esa
santidad que habrá de manifestarse en el siglo venidero, pueden, podemos, ser
ejemplo de lucha, de tenacidad, de perseverancia para ello, después de todo tal
vez nunca alcances un ideal, pero el solo seguirlo te convertirá en un ideal
que otros buscarán alcanzar.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo 5:48; Levítico 19:2; 1 Pedro 1:16; Levítico
11:45; 1 Juan 3:2; Job 19:26; Salmos 17:15; Colosenses 3:4; Romanos 8:29; Filipenses
3:13-14; Hebreos 6:1-3; 1 Corintios 11:1; Filipenses 3:17; 1 Tesalonicenses 1:6;
Colosenses 1:15; Juan 1:18; Juan 14:9
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