¿Quién
de los elegidos podría decir que no conoce las promesas que se nos han dado?,
si algo mueve el andar por el Camino es precisamente lo que se nos ha dicho
encontraremos al final si permanecemos fieles. Pero la cuestión de las promesas
solo es una parte del llamamiento porque para alcanzarlas hay que trabajar en
ello.
Cuando
aquel joven le preguntó a Jesús que debía hacer para alcanzar la vida eterna
nuestro Señor no le dijo, como en la actualidad anda muy en boga, “solo cree y
serás salvo”, al contrario, le señaló muy claramente lo que era menester hacer:
“Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso
testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.”
De
igual forma, recriminando a los de su tiempo —cuidemos no ser figuras de
ellos—, nuestro Señor en su momento les dijo “¿por qué me llamáis, Señor,
Señor, y no hacéis lo que yo digo? Todo
aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las hace, os indicaré a quién es
semejante. Semejante es al hombre que al
edificar una casa, cavó y ahondó y puso el fundamento sobre la roca; y cuando
vino una inundación, el río dio con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo
mover, porque estaba fundada sobre la roca. Más el que oyó y no hizo, semejante es al
hombre que edificó su casa sobre tierra, sin fundamento; contra la cual el río
dio con ímpetu, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa”.
En
la misma línea de pensamiento Judas, el medio hermano de Jesús, en su carta
exhorta a los cristianos de entonces, y en su figura a los cristianos de todos
los tiempos, diciendo “más sed hacedores de la palabra, y no tan solamente
oidores, engañándoos a vosotros mismos. Porque si alguno oye la palabra, y no la pone
por obra, este tal es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro
natural. Porque él se consideró a sí
mismo, y se fue, y luego se olvidó qué tal era. Más el que hubiere mirado atentamente en la
perfecta ley, que es la de la libertad, y perseverado en ella, no siendo oidor
olvidadizo, sino hacedor de la obra, este tal será bienaventurado en su hecho”.
De igual forma Pablo escribiendo a los de Roma claramente les señala que “no
son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley
serán justificados”
De
principio a fin en la Escritura puede verse el exhorto de poner por obra esa fe
que se dice profesar, pero de igual forma, y para moderar este punto de vista,
la fe que uno tenga debe ser correcta, verdadera, de otra forma uno pudiera
estar trabajando en vano pues como dice Jesús mismo “no todo el que me dice:
Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor,
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad”.
Todos
los elegidos que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a
salvación en el presente siglo estamos muy conscientes de las promesas que se
nos han dado, de la misma forma, muy conscientes debemos estar de que para
alcanzarlas se requiere de nuestro esfuerzo para avanzar en el Camino de manera
decidida en pos de ellas, después de todo la diferencia entre
"querer" y "tener" se llama "hacer".
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Marcos 10:17-31; Mateo 19:16-30; Lucas 18:18-30;
Lucas 6:46-49; Mateo 7.24-27; Santiago 1:22-27; Romanos 2:13; Mateo 7:21-23;
Lucas 13:25-27
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