Sin
duda alguna que a nadie que haya respondido al llamamiento del Padre para venir
a salvación en el presente siglo le gustan las caídas que se experimentan. Cada
que uno tropieza, cae, prácticamente se desmorona, se abate, pues
inmediatamente en el interior surge un sentimiento de tristeza, de vergüenza al
no estar a la altura del llamamiento del que se ha sido objeto para ser
perfectos y santos.
Sin
duda que incluso eso puede servir para el plan de Dios, pero antes de ver de
qué manera, hay que aclarar que el tropezar, el caer, no necesariamente implica
que uno deja de ser justo, santo ante el Padre. La Escritura señala que “siete
veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal”, si
el tropezar, el caer nos acarreara ser rechazados respecto del llamamiento al
que se ha respondido, no diría ahí que “siete veces cae el justo, y vuelve a
levantarse” pues con una vez que cayera dejaría de ser justo, el entendimiento
de esto está en la segunda parte de la frase donde el impío, a diferencia del
justo que vuelve a levantarse, queda
caído en el mal siendo absorbido por él.
Pero
bueno, ¿cómo podría la caída del justo colaborar con el plan de Dios? Veamos el
caso de Job. Job, como señala la Palabra, era un “hombre perfecto y recto,
temeroso de Dios y apartado del mal”, incluso Dios reconocía esto pues de él
dijo al Enemigo “¿no has considerado a
mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto,
temeroso de Dios y apartado del mal?”, más sin embargo, ¿qué más había en Job?
La
Escritura en boca de David pone la expresión “¿quién podrá entender sus propios
errores? Líbrame de los que me son ocultos”, de igual forma pide “escudríñame,
oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en
mí camino malo, y guíame en el camino eterno”, de esta forma hay errores en uno
que sólo pueden ser manifestados por medio de Dios, en el caso de Job, a lo largo
de su relato, podemos ver dos situaciones que requerían la atención de Dios en
él: una era que se consideraba justo, en sus propias palabras él señala en un
momento dado “me aferraré a mi justicia y no la soltaré. Mi corazón no reprocha
ninguno de mis días”; la otra era que, a causa de esa manera de verse,
desdeñaba a los que consideraba por debajo de su estándar de comportamiento,
como cuando señala, ante las adversidades que estaba padeciendo, “pero ahora se
ríen de mí los más jóvenes que yo, a cuyos padres yo desdeñara poner con los
perros de mi ganado”.
Ahora
bien, ¿cuál es la conclusión del relato de Job?, podemos señalar tres puntos:
el primero, que Job reconoce su nada ante Dios, como él mismo dice “yo hablaba
lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía”;
segundo, que se abre a la instrucción, corrección, edificación y santificación
que devienen del Padre, esto cuando dice a Dios “oye, te ruego, y hablaré; te
preguntaré, y tú me enseñarás”; y, tercero, que como resultado de esto vino una
restauración incluso superior a la que en un inicio tenia Job, como dice la
Palabra “y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus
amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job”.
Retomando
la cita inicial de la Escritura que señala “siete veces cae el justo, y vuelve
a levantarse”, al cuestión no estriba en tropezar, en caer, prácticamente eso
es ineludible en tanto estemos en esta carne, sino en volvernos a levantar y
seguir el Camino hacia las promesas del Padre aceptando su instrucción, su
corrección, su edificación, su perfeccionamiento y su santificación, lo cual en
la Palabra se expresa como el ser fiel hasta el final, después de todo ¡hasta
las caídas sirven! Fortalecen en ti el carácter y te enseñan el valor de la
humildad.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Mateo 5:48; Levítico 19:2; Deuteronomio 18:13; 1 Pedro 1:16; Levítico 11:44; Proverbios 24:16; Levítico 11:45; Job 1:1, 8; Salmos 19:12; Isaías 64:6; 1 Corintios 4:4; Job 27:6; 30:1; 42:3, 4, 10; Revelación 2:10; Mateo 10:22; 1 Corintios 9:25
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