martes, 27 de octubre de 2020

Lo mejor es quedar bien contigo mismo, después de todo ¡eres la única persona que te acompañara toda tu vida!

 


Cuando de andar por la vida se trata, lo mismo que avanzar por el Camino,  uno podrá encontrar muchas opiniones al respecto, opiniones que si bien puede coincidir con la de uno en la mayoría de los casos serán diferentes, como diferentes somos las personas, y en muchas otras ocasiones más incluso contrarias a nuestro pensar.

 

Dada la imposibilidad e impracticidad de pretender que sean los demás quienes guíen nuestro recorrer en esta vida lo mismo que en el Camino, lo mejor que uno puede hacer es atenerse a su opinión, pero —y mucha atención con esto— una opinión que en el caso del cristiano debe ser acorde con la voluntad de Dios.

 

Esto de atenernos a los dictados de nuestra conciencia va de acuerdo con la Palabra. Pablo escribiendo a los de Roma les señala “dichoso el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba”, de igual forma Juan en su primer carta confirma esto al señalar “si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios”, pero de igual forma, esa conciencia debe estar debidamente edificada, conforme a la Palabra, pues de otra forma podríamos estar avanzando, sí, conforme a nuestra conciencia, pero no conforme a la Verdad, pues como dice Proverbios “hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”.

 

Eso de atenernos a nuestra propia conciencia, como dice Pablo a los de Roma y al mismo tiempo tener cuidado de que el camino que creemos derecho no tenga fin de muerte, como dice Proverbios, pareciera ser una contradicción, pero no lo es. Piensa en esto: no hay manera de actuar si no pensamos, y no podemos pensar a través de otro, luego entonces debemos actuar conforme nuestro pensamiento, conforma nuestra conciencia, pero —de nuevo: esto es mucho muy importante— en el caso del cristiano buscar que esa conciencia sea renovada dejando atrás la carnalidad de la misma para revestirnos del carácter de nuestro Padre Dios.

 

Acorde con esto la Palabra señala “No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal”. Sobre esto de “temer a Jehová”, la Escritura nos señala en Proverbios que “el principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza”, como siempre que la naturaleza humana se impone a la revelación divina, algunos aducen que eso del “temor de Dios” es algo así como tener miedo de faltarle, de ofenderle, pero ¿cómo define la Palabra ese “temor de Dios”? La misma Palabra nos dice que “el temor de Jehová es aborrecer el mal”, ¿y cómo saber cuándo algo es ese mal que debemos aborrecer? Como dice la Escritura “cualquiera que hace pecado, traspasa también la ley; y el pecado es transgresión de la Ley”, con razón Pablo escribiendo a los de Roma les dice “yo no hubiera llegado a conocer el pecado si no hubiera sido por medio de la ley”.

 

De esta forma debemos ser guiados por nuestra conciencia, pero por una conciencia recta, edificada conforme al carácter del Padre, pidiendo que Su Santo Espíritu que mora en nosotros nos ilumine y fortalezca para hacer así pero en el temor de Dios, aborreciendo el mal, tal como la Palabra lo identifica, a saber: aquello que implique violación a la Ley de Dios,  ese así como lo mejor es quedar bien contigo mismo, después de todo ¡eres la única persona que te acompañara toda tu vida!

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

www.rocefi.com.mx

 


 

Referencias:

Romanos 14:22; 1 Juan 3:21; Proverbios 14:12; Mateo 7:13,14; Proverbios 1:7; Job 28:28; Proverbios 8:13; Salmos 119:104,128; 1 Juan 3:4; Mateo 5:19; Romanos 7:7; Salmos 19:7-12


martes, 20 de octubre de 2020

Fíjate en las huellas en la vida: si están delante de ti solo sigues a otro, si están detrás, tú haces la historia

 


El elegido que ha respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo sabe que solo debe seguir a Jesús. Claramente nuestro señor exhortó a los de su tiempo, y en su figura a los cristianos de todos los tiempos diciendo “pero vosotros no queráis que os llamen maestro; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos”, incluso Pablo, quien apelaba a imitarle, señalaba claramente que en realidad en su ejemplo se estaría imitando a Cristo, no a él por sí mismo: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”.

 

Nuestro Señor claramente dejó constancia de la diferencia entre fundar nuestra casa en la Roca, Él mismo, poniendo por obra lo que nos dice, y fundar la casa sobre la arena, es decir, sin poner por obra lo que él nos pide. De igual forma señaló muy claramente diciendo “no todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.

 

Curiosamente, y a pesar de todo lo dicho anteriormente, hay quienes, en vez de seguir la Palabra escrita, la Biblia, y echa carne, Jesús, siguen, de nueva cuenta como en el pasado, tradiciones de los hombres corriendo el riesgo de invalidar la voluntad de Dios.

 

Del cristiano se espera que una vez venido a la verdad, crezca en el conocimiento de Dios y de Su Hijo pasando del alimento líquido, las verdades de salvación, al alimento sólido, las verdades de comprensión, llegando a ser capaces de manejar con precisión la palabra de verdad, desafortunadamente algunos, una vez venidos a la verdad, se estancan en esto.

 

¿Cuál es el principal indicador del estancamiento espiritual anteriormente mencionado? La expresión de algunos que, cuando se trata de avanzar en la compresión de las verdades espirituales, solo puede responder “así me lo enseñaron cuando me evangelizaron” o bien “así se entiende en la iglesia” o bien “una vez venido a la fe así alguien una vez me lo explicó”.

 

Dicha expresión denota un desconociendo de la Palabra, por eso la Escritura reconoce a los de Berea ya que éstos no se quedaban solo con lo que recibían como instrucción sino que se iban a la Palabra para escudriñar si así era ello. Pero esto no es lo peor, lo peor es que al atenerse a lo que otros dijeron pueden estar siguiendo, no a la Palabra escrita ni a la Palabra echa carne, sino a los hombres.

 

Recordemos que todos los miembros del Cuerpo de Cristo “en parte conocemos, y en parte profetizamos”, luego entonces si nos atenemos a lo que en parte alguien comprendió, si no lo contrastamos con la Palabra, si no avanzamos en la comprensión de ello, tendremos solo parte de parte, corriendo el riesgo de ser ciegos guiados por otros ciegos llagando a perecer por falta de conocimiento.

 

El mayor problema de lo anterior no estriba en las verdades de salvación, los principios doctrinales, ya que estos son claros en la iglesia de Dios, el riesgo está en las verdades de comprensión, en ese alimento sólido para el cual es requerido tener ejercitado, desarrollado, fortalecido el conocimiento que deviene de lo alto lo cual solo es posible si constantemente se trabaja, si uno trabaja en ello, así que en cuanto al andar por el Camino fíjate en las huellas en la vida: si están delante de ti solo sigues a otro, si están detrás, tú haces la historia.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

Formación • I+D+i • Consultoría

Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor

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Referencias:

Mateo 23:8; 1 Pedro 5:3; 1 Corintios 11:1; 1 Tesalonicenses 1:6; Lucas 6:46-49; Santiago 1:22; Mateo 7:21; Romanos 2:13; Marcos 7:1-13; Colosenses 1:10; Filipenses 1:27; 2 Pedro 3:18; Hebreos 5:14; 1 Corintios 3:2; Hebreos 5:12; 2 Timoteo 2:15; Hechos 17:11; 1 Corintios 13:9; Mateo 15:14; Filipenses 1:9; Oseas 4:6; Isaías 5:13; Jeremías 5:4


martes, 13 de octubre de 2020

¡Hasta las caídas sirven! Fortalecen en ti el carácter y te enseñan el valor de la humildad

 


Sin duda alguna que a nadie que haya respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo le gustan las caídas que se experimentan. Cada que uno tropieza, cae, prácticamente se desmorona, se abate, pues inmediatamente en el interior surge un sentimiento de tristeza, de vergüenza al no estar a la altura del llamamiento del que se ha sido objeto para ser perfectos y santos.

 

Sin duda que incluso eso puede servir para el plan de Dios, pero antes de ver de qué manera, hay que aclarar que el tropezar, el caer, no necesariamente implica que uno deja de ser justo, santo ante el Padre. La Escritura señala que “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal”, si el tropezar, el caer nos acarreara ser rechazados respecto del llamamiento al que se ha respondido, no diría ahí que “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse” pues con una vez que cayera dejaría de ser justo, el entendimiento de esto está en la segunda parte de la frase donde el impío, a diferencia del justo que vuelve a levantarse,  queda caído en el mal siendo absorbido por él.

 

Pero bueno, ¿cómo podría la caída del justo colaborar con el plan de Dios? Veamos el caso de Job. Job, como señala la Palabra, era un “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”, incluso Dios reconocía esto pues de él dijo al Enemigo  “¿no has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?”, más sin embargo, ¿qué más había en Job?

 

La Escritura en boca de David pone la expresión “¿quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos”, de igual forma pide “escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno”, de esta forma hay errores en uno que sólo pueden ser manifestados por medio de Dios, en el caso de Job, a lo largo de su relato, podemos ver dos situaciones que requerían la atención de Dios en él: una era que se consideraba justo, en sus propias palabras él señala en un momento dado “me aferraré a mi justicia y no la soltaré. Mi corazón no reprocha ninguno de mis días”; la otra era que, a causa de esa manera de verse, desdeñaba a los que consideraba por debajo de su estándar de comportamiento, como cuando señala, ante las adversidades que estaba padeciendo, “pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo, a cuyos padres yo desdeñara poner con los perros de mi ganado”.

 

Ahora bien, ¿cuál es la conclusión del relato de Job?, podemos señalar tres puntos: el primero, que Job reconoce su nada ante Dios, como él mismo dice “yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía”; segundo, que se abre a la instrucción, corrección, edificación y santificación que devienen del Padre, esto cuando dice a Dios “oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás”; y, tercero, que como resultado de esto vino una restauración incluso superior a la que en un inicio tenia Job, como dice la Palabra “y quitó Jehová la aflicción de Job, cuando él hubo orado por sus amigos; y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job”.

 

Retomando la cita inicial de la Escritura que señala “siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse”, al cuestión no estriba en tropezar, en caer, prácticamente eso es ineludible en tanto estemos en esta carne, sino en volvernos a levantar y seguir el Camino hacia las promesas del Padre aceptando su instrucción, su corrección, su edificación, su perfeccionamiento y su santificación, lo cual en la Palabra se expresa como el ser fiel hasta el final, después de todo ¡hasta las caídas sirven! Fortalecen en ti el carácter y te enseñan el valor de la humildad.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Mateo 5:48; Levítico 19:2; Deuteronomio 18:13; 1 Pedro 1:16; Levítico 11:44; Proverbios 24:16; Levítico 11:45; Job 1:1, 8; Salmos 19:12; Isaías 64:6; 1 Corintios 4:4; Job 27:6; 30:1; 42:3, 4, 10; Revelación 2:10; Mateo 10:22; 1 Corintios 9:25


martes, 6 de octubre de 2020

Lo bueno de caer es que sabes hasta donde caerás, lo bueno de volar es que límites nunca habrá

 


Los elegidos que hemos respondido al llamamiento del Padre para venir a salvación en el presente siglo tenemos muy claras las promesas que hemos recibido: llegar a formar parte de la familia de Dios como sus hijos. Con todo y todo ¿alguna vez te has puesto a pensar cómo es que las promesas del Padre exceden con mucho la expectativa de alguien que acepta a Jesús como su Señor y Salvador comparada con la expectativa de alguien que lo rechaza?

 

¿Cuál es la promesa para los redimidos?, ¿y para los pecadores?, hay quienes creen que ambos tendrán vida eterna, los primeros gozando y los segundos sufriendo, pero ¿qué dice la Escritura? “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, si uno se fija, ambos resultados se presentan de manera excluyentemente contraria con la expresión “más la”, es decir, una cosa no solo es diferente sino contraria a la otra. Por lógica básica, mínima, elemental, si la dádiva de Dios es vida eterna, luego entonces la paga del pecado, la muerte, no puede ser lo mismo aunque se le aderece con penas, de esta forma, si uno cree a lo que la Escritura señala, simple y sencillamente “la paga del pecado es muerte”.

 

De esta forma quien rechaza el sacrificio redentor de Jesús tiene una expectativa que presenta un límite pues la misma termina cuando cesa toda su existencia; por su parte quien acepta a Cristo como su redentor tiene la expectativa de vida eterna, ¿y dónde o cuándo termina la eternidad?, así es: ¡nunca!, de esta forma el límite de aquel que cae, de aquel que rechaza la sangre derramada de Jesús, está dado por la muerte del mismo, la cesación de su existencia, por el contrario, quien cubre sus pecados con aquella y vuela hacia las promesas del Padre tiene por delante una existencia que nunca tendrá fin, que nunca conocerá límites.

 

Por cierto, ¿alguna vez te has preguntado qué haremos en la vida eterna? A esta pregunta se han propuesto respuestas en función de la comprensión humana, pero ¿sabías que la Escritura señala concretamente en qué consiste la vida eterna? "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien ha enviado". Nomás piensa en esto: Dios es infinito, ¿cuánto nos llevaría conocerlo completamente?, ¡toda la eternidad!, por eso David de manera inspirada señaló "una cosa he demandado a Jehová, esta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo". Pero desde ya hay que comenzar a adquirir este conocimiento sino llegado el día no habrá nada sobre lo que se pueda construir.

 

Quien cae, quien rechaza lo que el Padre por medio de Su Hijo ofrece, tiene la expectativa, no de que va a vivir por siempre sino de que si existencia cesará para siempre; por su parte, quien acepta a Jesús como su Señor y Salvador tiene frente a sí una vida eterna, sin límite ni fin, para seguir conociendo al Padre y Su Hijo, de esta forma, lo bueno de caer es que sabes hasta donde caerás, lo bueno de volar es que límites nunca habrá.

 

 

Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.

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Referencias:

Efesios 2:19; Filipenses 3:20; Hebreos 12:22-24; Romanos 6:23; Mateo 25:46; Gálatas 6:8; Juan 17:3; 1 Juan 1:2; 1 Timoteo 6:15,16; Salmos 27:4; 2 Corintios 4:6; Efesios 1:17