El andar por el Camino contiene una parte cognitiva
y otra aplicativa, es decir, necesario es creer, sí, pero de igual forma es
importante el hacer. Esta
indicación es patente a lo largo de la
Escritura, “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi
especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra” señala
la importancia de oír la instrucción, sí, pero también de ponerla por obra “porque
no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley
serán justificados”.
Las más fuertes admoniciones de Jesús en su tiempo
fueron precisamente para los líderes religiosos que decían una cosa y hacían
otra: hipócritas, raza de víboras, sepulcros blanqueados, eran algunos de los
adjetivos que, en referencia a esa incongruencia entre el decir y el hacer, se
hacían acreedores quienes así actuaban.
Sobre esto, Pablo escribiendo a los Romanos les dice
de manera muy clara “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?
Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? Tú que dices que no se ha de adulterar,
¿adulteras? Tú que abominas de los ídolos, ¿cometes sacrilegio? Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de
la ley deshonras a Dios?”. ¿Qué pudiera Pablo decirnos a nosotros, a cada uno,
en nuestros días?
Las palabras de Cristo al respecto no pueden ser más
contundentes, “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos
me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu
nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí;
apartaos de mí, hacedores de maldad”. Curiosamente la palabra griega para hacedores de maldad en la cita anterior
es ἀνομίαν, anomian, que literalmente significa sin ley, así que el referente que sobre nuestra conducta espera el
Padre está más que claro: cumplir sus mandamientos y no sólo en la letra sino
también en el espíritu.
Es cierto que en el presente siglo podemos engañar a
los demás pero a Dios no lo podemos engañar y eso que sembremos eso también
segaremos, de igual forma hay que saber, entender y comprender que llegará el
momento en que todo sea conocido, incluso lo que hemos hecho a escondidas, por
que “no hay nada oculto que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no
haya de salir a luz”.
Oír la instrucción es el primer paso para comenzar a
edificar, pero la edificación en sí requiere de actividad, de esfuerzo, de
poner por obra lo que uno va entendiendo, “por tanto [—como dijo Cristo—],
cualquiera que oye estas palabras mías y las pone en práctica, será semejante a
un hombre sabio que edificó su casa sobre la roca”, pero por el contrario “aquel
siervo que [sabiendo] la voluntad de su señor, y que no se preparó ni obró
conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes”, ya que “el que mira atentamente
a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose
vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en
lo que hace”, después de todo el
carácter de una persona está dado por el equilibrio entre lo que piensa, lo que
dice y lo que hace.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Éxodo 19:5; Romanos 2:13; Juan 13:17; Mateo
23:1-36; Romanos 2:21-23; Mateo 7:21-23; Lucas 13:25-27;
Gálatas 6:7; Mateo 7:24; Lucas 12:47; Santiago 1:25
No hay comentarios:
Publicar un comentario