miércoles, 25 de septiembre de 2019

Lo creas o no, siempre habrá alguien para quien tus acciones sean un ejemplo a seguir



Los cristianos tenemos muy claro que al único que hay que seguir es a Cristo, este seguirle implica reconocer y entender su testimonio para que, guardando los mandamientos de Dios, seamos considerados entre aquellos llamados y elegidos que han demostrado ser fieles.

Si bien lo anterior es una verdad fundamental, también es cierto que, dado estamos llamados a reflejar Cristo en nuestra vida, nosotros mismos podemos, con nuestro testimonio, volvernos un ejemplo que lo mismo puede servir para bien que para mal. Es por eso que Pablo escribiendo a los Corintios, en su primera carta les dice “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”, de igual forma escribiendo a los de Filipo les dice lo mismo, pero extiende la idea al ejemplo que se da a los demás, “Hermanos, sed imitadores míos, y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros”, y sobre esto último, en su primera carta a los de Tesalónica les dice cómo es que, por lo anterior, ellos llegaron  “a ser un ejemplo para todos los creyentes en Macedonia y en Acaya”.

Afortunada o desafortunadamente nosotros no podemos hacer nada para evitar lo anterior, es decir, con la simple interacción social que tenemos unos con otros ejercemos influencia entre aquellos que buscan en nuestra conducta, en nuestra forma de ser, la manera de vivir el Evangelio. ¿Te has puesto a pensar en eso?

Las palabras de Cristo, referidas a lo anterior, no pueden ser más contundentes: “Cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase en el mar.  Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado,  donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.  Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado,  donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.  Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,  donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.  Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.  Buena es la sal; más si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros”.

“¿Ejemplo?, ¿yo?, seguramente, es a Cristo quien deben tener de ejemplo” –alguien pudiera pensar, y tiene razón, Cristo es nuestro ejemplo, pero la realidad y la Escritura, señalan que nuestro trato con los demás puede servir lo mismo para edificación que para escándalo, así que lo creas o no, siempre habrá alguien para quien tus acciones sean un ejemplo a seguir.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación • I+D+i • Consultoría
Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Revelación 14:12; 17:14; Gálatas 4:19; Efesios 4:13; Filipenses 3:17; 1 Corintios 4:16; 1 Tesalonicenses 1:7; Tito 2:7; Marcos 9:42-50; Lucas 17:1-4; Mateo 18:7; 1 Corintios 11:19

miércoles, 18 de septiembre de 2019

Cuida la palabra que empeñes, es tu mejor tarjeta de presentación



Sin duda alguna uno de los más graves problemas en las relaciones interpersonales es la falta de confianza de unos para con otros. Decir una cosa y hacer otra, no cumplir lo prometido, hablar medias  verdades –que finalmente terminan siendo mentiras completas- impiden generar un fundamento sobre el cual edificar la confianza requerida para que la interacción humana funcione.

El cristiano no está exento de caer en los errores, las faltas anteriormente comentadas. Santiago en su carta señala que “todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo”. El problema en sí no es fallar, sino en ver esa falla como normal, como aceptable.

“Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; más los impíos caerán en el mal”, indica Proverbios, lo cual implica que, ante lo comentado anteriormente,  el objetivo planteado en la vida cristiana, como señaló nuestro Señor Jesucristo: “sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”.

Decir una cosa y hacer precisamente esa, cumplir lo prometido, hablar verdades completas, es la meta que el cristiano, en su relación con los demás busca. Ahora bien, si esto es así en la relación de unos para con otros ¿se esperará menos de la relación de uno para con Dios? Eclesiastés responde “Cuando haces un voto a Dios, no tardes en cumplirlo, porque Él no se deleita en los necios. El voto que haces, cúmplelo”. Y ¿cuál es el principal voto que has hecho? El principal voto que has hecho devino con el bautismo cuando libre y voluntariamente expresaste tu deseo de cumplir con la voluntad de Dios.

Ante las innumerables fallas que tenemos en la vida cristiana, incluso después de haber venido al bautismo, lo anterior puede llevar a depresión al ver que difícilmente podemos decir que se ha cumplido eso que prometimos, pero Juan en su primera carta, abordando este tema, señala al respecto que “si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”, idea completada por Pablo cuando escribiendo a los Hebreos les dice “por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna”.

El cristiano busca que, ante su relación de unos para con otros y ante su relación de uno para con Dios, su decir si es si, sea si, si es no, sea no, y cuando cae, reconociendo la falla, vuelve a levantarse continuando con su andar hasta que ese carácter, que es el reflejo del del Padre, se refleje en uno, así que cuida la palabra que empeñes, es tu mejor tarjeta de presentación.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Desarrollo Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor


Referencias:
Santiago 3:2; Gálatas 5:17; Proverbios 24:16; 2 Corintios 4:9; Colosenses 4:6; Santiago 5:12; Mateo 5:37; Eclesiastés 5:4; Deuteronomio 23:21; Salmos 66:13; 1 Juan 2:1; Romanos 5:10; Hebreos 4:16; Efesios 2:18


miércoles, 11 de septiembre de 2019

Así como un foco puede iluminar una habitación, una sola persona de bien puede iluminar el mundo



La imagen de la vida del cristiano como algo que estando en el mundo no es parte de él más sin embargo testifica de la verdad revelada del Padre es una de las principales del andar en el Camino.

Cristo señaló a sus discípulos, y en su figura a los cristianos de todos los tiempos, la verdad de que quien responde al llamado del Padre deja de ser parte del mundo, esto es, no sigue la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida.

Pero con todo y todo deja de igual forma a sus discípulos la encomienda de ser sal de la tierra y luz del mundo. En la cita donde Jesús comisiona en esto a sus discípulos Él mismo aclara que la sal sirve para dar sabor mientras que  la luz sirve para alumbrar. ¿Qué significa esto?, lo primero, el sabor que da la sal, tiene que ver con uno, lo segundo, la luz que sirve para alumbrar tienen que ver con los demás.

El sabor es algo que identifica a los alimentos incluso más allá de su apariencia, es así que alimentos que parecen estar en buen estado al probarlos podemos darnos cuenta si esto es así o no. En el caso del cristiano el sabor es precisamente lo que lo identifica y ese sabor tiene que ver con la manera en que vive el llamamiento, pero si ese cristiano en nada se diferencia del resto que son del mundo, en realidad él no tiene un sabor que lo identifica: “Pero si la sal deja de estar salada, ¿cómo podrá recobrar su sabor? Ya no sirve para nada, así que se la tira a la calle y la gente la pisotea”.

La luz es aquello que permite ver, identificar, reconocer, sin la luz necesaria para lo anterior es prácticamente imposible darse cuenta, al menos con la vista, de dónde se está, dónde se desenvuelve uno, hacia dónde se dirige.  En el caso del cristiano tiene que ver con esa proclamación del Evangelio del Reino a la que se ha sido llamado, pero si no se cumple esa comisión uno no está siendo esa luz del mundo por lo que queda uno sin una utilidad como lumbrera en las manos del Padre: “Ni se enciende una lámpara para ponerla bajo un cajón; antes bien, se la pone en alto para que alumbre a todos los que están en la casa”.

Los tiempos actuales son críticos, la venida de nuestro Señor está a la puerta, si bien ambos encargos, ser sal de la tierra viviendo en congruencia la fe, y ser luz del mundo proclamando a los demás el Evangelio del Reino, cada vez se vuelven más complicados, de igual forma Dios está abriendo la puerta en estos últimos tiempos para que aquello se dé previo a la venida de nuestro Señor.

En el caso de la sal de la tierra, la vida cristiana no se circunscribe a obedecer las doctrinas de la fe sino a avanzar en la madurez del entendimiento sobre las misma que permita dar frutos de perfección y santidad; en el caso de la luz del mundo, la vida cristiana no se constriñe a congregarse y pasivamente esperar recibir sino utilizar los medios existentes para fungir en el presente siglo como profetas en las naciones, después de todo así como un foco puede iluminar una habitación, una sola persona de bien puede iluminar el mundo.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Referencias:
Juan 15:19; 17:16; 1 Juan 2:16; 1 Pedro 2:11; Mateo 5:13-16; 28:19; Marcos 16:15; Lucas 24:47-48; Lucas 21:10-11; Mateo 24:14; Revelación 6:2-12

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Derrumba las paredes que encuentres en tu camino y usa los ladrillos para construir puentes hacia tus metas



La Escritura contiene relatos de fieles siervos de Dios que se enfrentaron a obstáculos que literalmente parecían insuperables, tal vez el más famoso de esos relatos sea el de David contra Goliat, sobre todo por el feliz desenlace para el pueblo de Israel al imponerse estos a sus enemigos.

Esa historia se utiliza incluso en la actualidad, incluso en la vida secular, para señalar ese momento cuando se enfrenta uno a fuerzas insuperables, casi casi como si uno se topara con una pared, ante esto hay dos opciones: enfrentar dichos obstáculos o perder la batalla antes incluso de iniciarla.

Cuando Israel llegó a la tierra prometida mandó, bajo el mando de Moisés, a doce espías para que recorrieran la tierra, diez de esos doce regresaron con noticias desalentadoras “Vimos allí también a los gigantes (los hijos de Anac son parte de [la raza de] los gigantes); y a nosotros nos pareció que éramos como langostas; y así parecíamos ante sus ojos”, sólo Caleb y Josué trajeron palabras de ánimo “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”. El resultado del desánimo que reinó en el pueblo de Israel es por todos conocido: Dios los hizo vagar por el desierto cuarenta años siendo que de esa generación solo Caleb y Josué entraron a Canaán.

La vida cristiana no está exenta en la actualidad de esos gigantes, de esas paredes, que ante nuestros ojos nos impiden avanzar, pero ¿qué nos dice Dios? “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.

La idea anterior inicia haciendo referencia al temor, pero para decir que no sucumbamos a él, que no permitamos que dicho sentimiento se imponga, señalado esto como desmayar ante los obstáculos, pero de igual forma contiene cuatro promesas: la primea que Dios está con nosotros, “Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides”. La segunda es que Dios nos da fuerzas, “los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. La tercera es que Dios es Quien nos ayuda, “Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, y él aprueba su camino.  Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano”; y la cuarta es que Dios es Quien nos sustenta, “Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha.  El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche.  Jehová te guardará de todo mal; el guardará tu alma.  Jehová guardará tu salida y tu entrada; desde ahora y para siempre”.

Los obstáculos en la vida cristiana son parte de la misma, pero ante ellos el llamado a salvación sabe que es más lo que está a su favor que en contra “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?  El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?.. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó”, así que ya lo sabes derrumba las paredes que encuentres en tu camino y usa los ladrillos para construir puentes hacia tus metas.


Roberto Celaya Figueroa, Sc.D.
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Referencias:
1 Samuel 17; Números 13:33, 30; Isaías 41:10; Romanos 8:31; Deuteronomio 31:8; Génesis 28:15; Isaías 40:31; 2 Corintios 4:16; Salmos 37:23-24; 1 Samuel 2:9; Salmos 121:5-8; Romanos 8:31-33, 37; 1 Reyes 8:57; 2 Reyes 6:16