Los cristianos tenemos muy claro que al único que
hay que seguir es a Cristo, este seguirle implica reconocer y entender su testimonio
para que, guardando los mandamientos de Dios, seamos considerados entre
aquellos llamados y elegidos que han demostrado ser fieles.
Si bien lo anterior es una verdad fundamental,
también es cierto que, dado estamos llamados a reflejar Cristo en nuestra vida,
nosotros mismos podemos, con nuestro testimonio, volvernos un ejemplo que lo
mismo puede servir para bien que para mal. Es por eso que Pablo escribiendo a los
Corintios, en su primera carta les dice “Sed imitadores de mí, así como yo de
Cristo”, de igual forma escribiendo a los de Filipo les dice lo mismo, pero
extiende la idea al ejemplo que se da a los demás, “Hermanos, sed imitadores
míos, y observad a los que andan según el ejemplo que tenéis en nosotros”, y
sobre esto último, en su primera carta a los de Tesalónica les dice cómo es que,
por lo anterior, ellos llegaron “a ser
un ejemplo para todos los creyentes en Macedonia y en Acaya”.
Afortunada o desafortunadamente nosotros no
podemos hacer nada para evitar lo anterior, es decir, con la simple interacción
social que tenemos unos con otros ejercemos influencia entre aquellos que
buscan en nuestra conducta, en nuestra forma de ser, la manera de vivir el
Evangelio. ¿Te has puesto a pensar en eso?
Las palabras de Cristo, referidas a lo
anterior, no pueden ser más contundentes: “Cualquiera que haga tropezar a uno
de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra
de molino al cuello, y se le arrojase en el mar. Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala;
mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al
fuego que no puede ser apagado, donde el
gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo;
mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el
infierno, al fuego que no puede ser apagado, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego
nunca se apaga. Y si tu ojo te fuere
ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que
teniendo dos ojos ser echado al infierno, donde el gusano de ellos no muere, y el fuego
nunca se apaga. Porque todos serán
salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal. Buena es la sal; más si la sal se hace
insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los
unos con los otros”.
“¿Ejemplo?, ¿yo?, seguramente, es a Cristo quien
deben tener de ejemplo” –alguien pudiera pensar, y tiene razón, Cristo es
nuestro ejemplo, pero la realidad y la Escritura, señalan que nuestro trato con
los demás puede servir lo mismo para edificación que para escándalo, así que lo
creas o no, siempre habrá alguien para quien tus acciones sean un ejemplo a
seguir.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Revelación 14:12; 17:14; Gálatas 4:19; Efesios
4:13; Filipenses 3:17; 1 Corintios 4:16; 1 Tesalonicenses 1:7; Tito 2:7; Marcos
9:42-50; Lucas 17:1-4; Mateo 18:7; 1 Corintios 11:19