El cristiano no está llamado para una vida mediocre
sino para una vida de excelencia, “yo he venido para que tengan vida, y para
que la tengan en abundancia” dijo Cristo, y es abundancia implica la totalidad
de lo que somos. El exhorto escritural de ser perfectos como nuestro Padre lo
es no deja lugar a duda de que la mediocridad no es a lo que estamos llamados.
Mediocre es una palabra muy fuerte que a nadie
gusta, menos como distintivo de nuestro actuar, pero curiosamente aunque sea
una palabra fuerte muestra una debilidad de carácter de aquel que presenta esta
característica: apunta a alguien incompleto, débil, sin metas ni fundamentos,
sin capacidad. Claro que en la mente de quien actúa así siempre habrá un justificante,
absurdo y caprichoso en el mejor de los casos, pero irrelevante al fin de
cuentas.
En el capítulo 13 del primer libro de Samuel tenemos
la historia del sacrificio del Rey Saúl. Como sabemos, los sacrificios sólo
podían hacerlos los responsables del culto, en este caso el Profeta Samuel era
el encargado, pero el Rey Saúl, abrogándose esta facultad ofreció el sacrificio
por sí mismo ganándose que Dios lo desechara como rey.
Lo interesante de esta historia es la justificación que
dio el Rey Saúl al Profeta Samuel: “Pues, como vi que la gente se desbandaba,
que tú [Samuel] no llegabas en el plazo indicado, y que los filisteos se habían
juntado en Micmás, pensé: “Los filisteos ya están por atacarme en Guilgal, y ni
siquiera he implorado la ayuda del Señor”. Por eso me atreví a ofrecer el
holocausto”. ¿Y cuál fue la respuesta del Profeta Samuel? “¡Te has portado como un necio! No has
cumplido el mandato que te dio el Señor tu Dios. El Señor habría establecido tu
reino sobre Israel para siempre, pero ahora te digo que tu reino no
permanecerá. El Señor ya está buscando un hombre más de su agrado y lo ha
designado gobernante de su pueblo, pues tú no has cumplido su mandato”.
¿Qué movió al Rey Saúl a desobedecer?, ¿acaso era
malo en sí mismo?, ¿deseaba realmente desobedecer a Dios? Para nada, vemos en
su respuesta que lo que lo movió fue el miedo, sobre todo a lo que los demás
pensaran e hicieran y que le llegase a afectar. Con todo y todo creyó hacia
bien, pero su pensamiento no validaba la corrección de sus acciones.
“Mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni
vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová”, en la Escritura, en ese sentido,
¿es sensato quererse llevar por lo que el corazón dicte sobre cosas que ya ha
establecido Dios como son y cómo deben hacerse? No tiene sentido y lo que es
peor: es bastante riesgoso: “Hay camino que al hombre le parece derecho, pero
su fin es camino de muerte”.
La mejor manera, no: la única manera de lograr la
excelencia en la vida cristiana es obedeciendo Dios, quien así actúe no tendrá
una conciencia que lo recrimine y, con la ayuda del Santo Espíritu de nuestro
Padre Dios que mora en nosotros, podrá estar en pie a la venida del Hijo del
Hombre, después de todo el mediocre siempre se andará justificando del por qué
no hizo las cosas, el excelente dejará que sus resultados hablen.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Juan 10:10; 5:40; Mateo 5:48; Deuteronomio
18:13; 2 Corintios 7:1; Colosenses 1:28; 1 Samuel 13:1-15; Isaías 55:8; Oseas
14:9; Proverbios 14:12; 12:15; 1 Juan 3:21; Romanos 14:22; Lucas 21:36; 2
Corintios 4:14; Romanos 2:6; Revelación 22:12
No hay comentarios:
Publicar un comentario