Parte inherente a la naturaleza humana es el “no
creo poder”. Esta frase no nace de un análisis serio sino más bien de una
sensación de desasosiego ante los retos que la vida nos impone, de igual forma,
esto no es diferente en la vida del cristiano, con todo y todo no estamos
llamados a conformarnos a esa naturaleza inherente a nosotros sino llamados a
un futuro de gloria, verdad y libertad.
“Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente,
ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después de que has hablado a tu siervo;
porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”, ¿sabes quién dijo eso? Moises
cuando Dios le pidió fuese a hablar con Faraón. “¡Ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy joven”, y esto
¿quién lo dijo? Jeremías cuando Dios le pidió fuese a profetizar a su pueblo. “¡Ay
de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de
un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al Rey, Jehová
de los ejércitos”, y esto otro ¿quién lo dijo? Isaías cuando Dios se le aparece
y le hace su llamamiento.
Pero no sólo nosotros llegamos a ponernos límites,
en ocasiones son los demás también los que desean ponérnoslos. “Y el filisteo
dijo a David: ¿Acaso soy un perro, que vienes contra mí con palos? Y el
filisteo maldijo a David por sus dioses”, ese filisteo era Goliat quien
menospreció a David cuando este se le enfrentó. “Y se juntaron contra Moisés y
Aarón y les dijeron: !Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos
ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis
vosotros sobre la congregación de Jehová?”, estos que se juntaron contra Moisés
y Aharón fueron Coré hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, y Datán y
Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, de los hijos de Rubén así como doscientos
cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación.
En el primer caso, cuando nosotros nos ponemos
límites, nuestra mirada está puesta en nuestras debilidades, en nuestras
torpezas, en nuestras cobardías, ¡pero no es en nosotros en quien debemos tener
la mirada sino en Aquel que nos ha llamado! “Por tanto, nosotros también,
teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo
peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que
tenemos por delante, puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios”.
En el segundo caso dejamos que sean los demás, igual
de falibles que nosotros, quienes nos digan qué podemos hacer y qué no podemos
hacer, más sin embrago ¿qué nos dice Dios? “Bástate mi gracia; porque mi poder
se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien
en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.
Si de nosotros dependieran las Promesas difícilmente
habría algo que nos diera esperanza, pero no depende de nosotros sino de Aquel
que nos llamó, quien hace posible lo imposible, así que “no que seamos
suficientes en nosotros mismos para pensar que cosa alguna procede de nosotros,
sino que nuestra suficiencia es de Dios”, estando, como dice la
Escritura, “persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra,
la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”, así que no seas tú quien te ponga
límites... y no dejes que sean los demás quienes lo hagan.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
Formación
• I+D+i • Consultoría
Desarrollo
Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
Éxodo 4:10; Jeremías 1:6; Isaías 6:5; 1
Samuel 17:43; Éxodo 2:14; Hebreos 12:1-2; 2 Corintios 12:9; Mateo 19:26; Génesis
18:14; Jeremías 32:17; 2 Corintios 3:5,6; Filipenses 1:6; Salmos 138:8; 1
Corintios 1:8