Un hecho en la vida es que de alguna forma todo
necesita ser enseñado por alguien que sepa el cómo y aprendido por alguien que
no lo sepa. Si esto es así con las cosas mundanas, ¿será diferente con las
cosas divinas?
Sin duda alguna una de las más grandes
bendiciones que de Dios hemos recibido es que nos ha dado Su Palabra como guía
para nuestra formación, edificación, perfeccionamiento y santificación. “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil
para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia a fin de
que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”.
Bajo esa premisa la Escritura debe ser usada para
alcanzar el fin para el cual la misma se nos ha dado, ahora bien ¿se podrá
alcanzar eso por sí mismo? Pedro en su segunda carta señala como es que en
alguno de los escritos de Pablo, así como –ojo:- el resto de las Escrituras-,
había –y hay- cosas difíciles de entender que los ignorantes tuercen para su
propia condenación.
Dado lo anterior, ¿habrá
alguna fuente de instrucción que nos establezca la manera correcta de entender
las Escrituras y sobre ese entendimiento ir edificando mayor comprensión? Pablo
escribiendo a Timoteo, en su primera carta, describe a la iglesia como columna y sostén de la verdad, y de nuevo escribiendo a Timoteo en su
segunda carta lo insta a predicar la palabra, a insistir a tiempo y fuera de
tiempo; a redargüir, reprender, exhortar con mucha paciencia e instrucción.
Luego entonces en la iglesia, sus doctrinas, sus autoridades, debemos buscar
esa comprensión necesaria.
La Escritura misma, respecto
de lo anterior, exhorta denodadamente a que no seamos rebeldes e indóciles y
que aceptemos la instrucción que a través de la Congregación se recibe.
Con todo y todo, ahorita
todo el Cuerpo de Cristo, en parte conocemos, y en parte profetizamos, por lo
que llega un punto donde se nos exhorta a avanzar en el conocimiento de la
Palabra hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno
del Hijo de Dios y pasar de beber leche a comer alimento sólido, como escribía
Pablo en su primer carta a los Corintios.
Por eso en cierto punto
tenemos que seguir edificando esa comprensión pidiendo a Dios Su guía, como
dice la Escritura “Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e
inaccesibles, que tú no conoces”, pues a nosotros no nos es dado adjudicar
interpretación propia a lo revelado ya que, como señala Pedro en su segunda
carta, “la profecía [instrucción, revelación] no fue en los tiempos pasados
traída por voluntad humana”.
Así tenemos que como un coro
de dos tiempos existe la instrucción que recibimos al interior del Cuerpo de
Cristo, y la instrucción que el Santo Espíritu de nuestro Padre Dios que mora
en nosotros nos va impartiendo, siendo ambas una sola instrucción, por lo que desdeñar
la educación es como subirse a un bote y rechazar los remos.
Roberto
Celaya Figueroa, Sc.D.
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Empresarial - Gestión Universitaria - Liderazgo Emprendedor
Referencias:
2 Timoteo 3:17-18; 2 Pedro 3:16; 1 Timoteo
3:15; Job 22:22; Proverbios 4:10; Salmos 94:12; 1 Corintios 13:9-12; Efesios
4:13; 1 Corintios 3:2; Jeremías 33:3; 2 Pedro 1:21